De la mano de cuestiones que insisten, e insisten, y que en realidad vengo digiriendo desde hace años y no parecen querer irse a ningún lado, quería dejar anotado acá algo que ví en Agosto del 2016, y volví a encontrar recientemente. Dejo sólo algún fragmento, para no aburrir, que me atrevo a mezclar buscando otro impacto:

Algunos destellos en las redes. Alguien colgó una frase de Jauretche: “Los gobiernos populares son débiles ante el escándalo. No tienen, ni cuentan con la recíproca solidaridad encubridora de la oligarquía y son sus propios partidarios quienes señalan sus defectos, que después magnifica la prensa. El pequeño delito doméstico se agiganta para ocultar el delito nacional que las oligarquías preparan en la sombra y el vendepatria se horroriza ante las sisas de la cocinera”.

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Se puede pensar que lo escribió tras la caída del gobierno de Perón en el 55. El cuadro es el mismo, las denuncias parecidas. Pero no, Jauretche es un radical en ese momento, que escribe sobre el movimiento al que pertenece.

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Lo escribió tras la caída de Irigoyen, cuando al gobierno del “Peludo” no lo bajaban de inepto y corrupto. Ocurrió hace más de 80 años y todavía no se hablaba de sociedad de la información ni de “semiocapitalismo”. Y en seguida vino el golpe de la oligarquía. Siguieron bastante tiempo con esa letra como una manera de destripar la recuperación del movimiento popular. Las denuncias nunca se probaron pero el Irigoyenismo tardó mucho en salir del bache.

Allí estaban Crítica y La Nación haciendo de las suyas. Muchas de las ideas sobre el peso de la información surgen de esa época. La oposición hacía su propia historia, y al mismo tiempo acusaba al irigoyenismo de hacer la suya cuando bromeaban sobre “el diario de Irigoyen”. Dos lados del mostrador, dos formas de ver la realidad. La historia se desliza sobre esa dicotomía que ahora se reinventó con el nombre de “la grieta”. Dos lados: el de los movimientos populares y el de las clases ricas y dominantes, y en el medio, la grieta.

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Así que, como se puede ver, no importa cuánto lo tenga en la cabeza: pueden pasar 100 años que la cuestión va a seguir ahí hasta que alguna maravilla o algún horror peor la saque del medio. Ya escribiré, con más pilas, sobre estos temas, mi fantasía más romántica: ver planteado algún día una disciplina, un sistema, un espacio siquiera, donde por fín se mezcle la ciencia moderna, el arte, la fé, y un humanismo nuevo que no nos plantee como centro del universo, para por fín dar por tierra con tanta cultura de lo imbécil y tanta política de terror.

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