Hace algunas semanas atrás escuchaba decir a Victor Hugo Morales, en una de sus editoriales, la siguiente frase: “nos encanta tener razón”. Le dediqué un par de horas a buscarla para linkearla, pero lamentablemente sin éxito: se perdió entre los infinitos videos de youtube que consumo a diario, y que no tienen desgrabaciones que luego faciliten sus búsquedas.

    Pero no importa, la frase persiste: “nos encanta tener razón”. Victor Hugo se refería, creo recordar, a cómo a veces nos ponemos criticones llegando hasta la obstinación, y de hecho cerraba la reflexión con el siguiente consejo: “el límite es cuando se comienza a criticar a la selección”. Dado que él hizo su carrera como periodista deportivo, frecuentemente hace analogías desde ese lugar, y esta vez le hablaba a sus colegas. Decía que en su experiencia con el mundial ’86 pudo ver periodistas incapaces de disfrutar el triunfo porque habían sido críticos de la selección nacional durante toda su campaña mundialista; necesitaban que perdiera, que le vaya mal a la selección, para justificar su postura. Y entonces utilizó eso como metáfora, como línea en la arena, de un límite que no hay que cruzar en pos de tener razón. Y digo metáfora porque, en realidad, hablaba de otro tema de actualidad, ya no me acuerdo cuál, pero uno de los tantos que nos cruzan en estos últimos meses: cómo comportarnos con la pandemia, qué hacer con las vacunas, y por supuesto qué pretendemos que suceda en el país y cómo nos llevamos con el gobierno.

    Siendo un tema que yo trabajo, eso de tener razón me quedó en la cabeza, pero sin darle mayor importancia, apenas como nota de color. Y pasó que, mucho más cerca del ahora, en un breve debate entre Navarro y Lijalad en El Destape, los escuché charlar precisamente sobre qué hacer con la gente que no se cuida durante la pandemia: que cómo puede ser, que si son los medios o no, que si habría que instalar más miedo al virus entre la gente, que si se puede o no hacer algo. Otra vez, el diálogo se perdió entre centenas de videos, pero los temas están claros y de hecho se repiten frecuentemente; confío en que todes puedan imaginar de qué les hablo sin grandes esfuerzos.

    En sintonía, ayer escuché una editorial de Ronaldo Graña, donde hablaba sobre la actualidad del covid y lo que se…

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    En Julio del 2020, cancelé mi subscripción a Página/12. En aquel momento pensé en publicar el por qué, pero entre una cosa y otra no le dí mucha importancia. Hoy vuelve a surgir el tema, y ya lo había hecho varias veces más entre aquel Julio y el actual casi-diciembre, de modo que ahora sí prefiero dejarlo anotado.

    El día 2 de Julio de 2020, envié el siguiente mensaje a Página/12:

Estimades,

Mi nombre es Daniel Cantarín, y mi usuario en pagina12.com.ar es “Canta”.

En la siguiente nota no están activados los comentarios: https://www.pagina12.com.ar/275890-narda-lepes-sobre-su-nueva-app-lleve-a-los-de-microsoft-al-m
Tengo una férrea postura política anti-microsoft, y entonces para mí es importante poder dejar un comentario allí, para les demás lectores.
Les escribo entonces para saber si se trata de algún accidente, y se puede entonces activar los comentarios en esa nota, o si por el contrario se trata de algo premeditado que se pretende continúe de esa manera.

Muchas gracias.

    Pueden ir a ver ese link, y confirmar que no tiene comentarios. Del mismo modo, pueden entrar en cualquier otro link de Página/12, y confirmar que existe una sección comentarios, aún cuando todavía nadie haya agregado comentarios.

    Le respuesta que recibí es la siguiente:

Hola Daniel, buenas tardes.

Para poder comentar tenés que ingresar con tu mail y contraseña en www.pagina12.com.ar

Saludos, Equipo de Página 12

    Esto es una verdad a medias: es cierto que necesito loguearme para poder comentar. Pero el problema no era ese, sino el hecho de que no estaba activada la sección de comentarios: esa nota no tiene “sección comentarios”. De modo que les escribí nuevamente:

Equipo,

Estoy al tanto que debo estar logueado para poder comentar.
https://i.imgur.com/xLJZQS7.png

De hecho, al no estar logueado, el sitio te invita de una manera u otra a colaborar con comentarios:
https://i.imgur.com/NPAzPM0.png

Esa noticia en particular no parece tener los comentarios activados, y me gustaría saber por qué.
https://www.pagina12.com.ar/275890-narda-lepes-sobre-su-nueva-app-lleve-a-los-de-microsoft-al-m

Gracias,
Daniel.

    Y esta fue la respuesta que me dieron:

Hola nuevamente Daniel.

Los comentarios se activan una vez que te logueas. Si no estás registrado en el sitio no se activan.

Saludos, Equipo de Página 12

    Lo cuál ya directamente es falso en el contexto que yo les planteo, y no prestarme atención si consideran cualquier otro contexto. Frente a lo cuál les mandé este otro mensaje:

Equipo,

Lo que me dicen sencillamente no es cierto, y además parece ignorar lo que les expliqué antes. Se los explico de nuevo.

Por un lado, les mandé una captura…

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    Querida gente que viene después de mí. Les escribo algunas notas, apenas aprovechando una oportunidad, antes de que la vida me encuentre de nuevo sin el tiempo, ni las energías, ni tal vez la claridad, cuando no directamente la salud. Quería decirles algo desde hace mucho tiempo, para lo que siempre parece que no fuera el momento, que lo que voy a decirles no viene al caso de nada, que ya lo saben. Supongo que lo vamos a averiguar. Y es que la cuestión es, precisamente, acerca del tiempo.

    En este momento estamos atravesando la pandemia. Espero que sea “la” pandemia, y que no suceda lo que hace 100 años atrás pasó con “la gran guerra”; espero que no venga otra después, o incluso cosas peores, y que este evento que vive mi generación sea realmente una cosa excepcional, trascendente, histórica. Pero tengo la triste convicción de que eso no va a ser así, y que ustedes van a pedirnos explicaciones por el mundo de mierda que van a haber heredado; y que cuando eso suceda, mis hermanes, con mucha frustración y vergüenza, van a bajar la vista sin saber qué decirles. O peor aún, van a gritarles, defendiéndose, diciéndoles qué es lo que tienen que hacer y cómo tienen que vivir. O van a mentirles, mintiéndose también a sí mismos, desesperades, aterrades, echando culpas hacia todos lados, aferrándose a la fé lunática de sus ideologías moribundas como salvavidas en pleno naufragio.

    Lo siento mucho. Es lo primero que tengo para decirles. Sinceramente lamento que las cosas sean lo que son para ustedes. Sepan que no se lo merecen: no es su culpa, no es por nada que ustedes hayan hecho o dejado de hacer. Fuimos nosotres, les que vinimos antes. Cúlpennos a nosotres: por favor, déjennos al menos quitarles esa carga, permítannos al menos eso, si es que no podemos hacer nada más.

    Lo segundo que les pido que entiendan es que, se los juro, nosotres no sabemos qué hacer. Estamos improvisando, y no nos está yendo bien. Vemos al mundo destruirse más rápido de lo que llegamos a meterlo en nuestra cabeza, y nos vemos unes a otres sufriendo desconsolados sin saber cómo ayudarnos. No queremos morir, y sólo queremos una vida felíz y en paz, pero así y todo nos matamos unes a otres y a todo lo demás que nos rodea en una sucesión de infinitos accidentes que…

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    Hace un mes atrás, David Teller publicó una entrada en su blog explicando con tranquilidad y en detalle el polémico proceso detrás de la deprecación de XUL+XPCOM, el mecanismo que utilizaba Firefox en su interfaz de usuario hasta su versión 57, de Noviembre del 2017.

    Aquella decisión, decía, fue polémica, porque implicó perder el enorme ecosistema de agregados (“addons”) que tenía Firefox, y que constituía una de las razones principales para usar ese browser en lugar de Google Chrome. Y tan polémica fué que todavía hay gente enojada al respecto, además de gente que directamente dejó de usar Firefox. En mi cámara de eco prácticamente todes vieron a la iniciativa como un tiro en el propio pié de Mozilla. Y las razones detrás de esa iniciativa fueron aquellas a las que ya nos tiene acostumbradas la informática contemporanea: “velocidad”, “seguridad”, y “lo que quieren les usuaries”.

    Eso último quizás sea un poco injusto, porque buena parte de las justificaciones para el cambio estuvieron también sostenidas en las muchas dificultades de Mozilla para continuar sosteniendo Firefox. Pero mi punto es que esas dificultades van a existir elijan el camino que elijan, razón por la cuál las excluí de la lista. Quizás haya otro debate en esto, que no es el que me interesa en este momento, así que lo dejaré apenas en esta mención.

    El post de Teller relata detalles históricos de XUL+XPCOM, cosas que fueron sucediendo alrededor de la web, y los problemas que enfrentó Mozilla a la hora de sostener Firefox, frente a lo cuál se terminó decidiendo migrar hacia otro sistema conceptualmente diferente. El post es excelente, y de lectura recomendada: tanto es así, que se hizo popular y objeto de discusión, llegando a que la sección de comentarios en la entrada fuera todavía más interesante que el post mismo. Y hace varias semanas quiero tomarme el tiempo de escribir acerca de esas discusiones.

    Para no hacer un texto infinito, voy a ir al grano: Teller habló de “competir con Chrome” en su publicación, y diferentes personas aparecieron a discutir contra eso. Tanto es así que eventualmente Teller terminó editando el artículo (con una mención explícita a este hecho como nota al final) para reemplazar “competir con Chrome” por “tan rápido, estable, y seguro, como Chrome”. Y es que, me parece, esa cuestión dá en…

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Día 2 desde el comienzo de órdenes de detención en el que, por lejos, constituye el caso de espionaje más importante de la historia argentina. Ya hay 22 detenidos, incluido el ex-secratario del entonces presidente Macri, y comienzan las indagatorias. Mientras tanto, esto es lo que vemos en Clarín:

“Causa sensible” y “negó espionaje”, en el mismo conjunto de noticias donde se ubican las “denuncias k” (que corresponden a otro caso de importancia institucional central, por el que se le prohibe la salida del país al ex ministro de hacienda Nicolás Dujovne). Pero observen ustedes el lugar que le corresponde a esos temas en la agenda del gran diario argentino:

Como de costumbre, Infobae, con su slogan “hacemos periodismo”, no se queda atrás:

“Información”…

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Medios, servicios de inteligencia, y poder económico.

Mientras tanto, “nueva etapa”, “bronca y angustia”, “causa sensible”, y “mensajes de los nietos a los abuelos que no pueden abrazar”:

O bien directamente provincias independientes, camioneros borrachos, y actrices porno:

“Información” le dicen algunos a eso.
Algunas otras tapas, para ver quién es quién:

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    En casa vivimos con una gata. Se llama “Meli”, pero yo le digo Señora Gatita. Frecuentemente, la Señora Gatita me viene a despertar cuando es hora de levantarme a trabajar. Se sienta al lado mío en la cama, y me dice: “miau”. Si yo no le contesto, me toca en la frente o en el pecho con una patita, y me dice: “miau”. Es siempre el momento exacto en el que me tengo que levantar de la cama. Y entonces me levanto.

    Mi rutina entonces es bañarme, desayunar un café con algo, y salir hacia la oficina (hoy, en días de pandemia, la oficina cambió por el living). Mientras me estoy bañando, la Señora Gatita me espera en la puerta del baño. A veces me pide mimos cuando salgo, a veces no. Entonces ella, luego, espera un minuto a que me termine de vestir, y cuando bajo las escaleras para ir a desayunar ella me acompaña también por las escaleras. Mientras empiezo a tomar mi café, casi en sincronía, a ella se la puede escuchar tomando agua, al lado del mueble desayunador donde apoyo mi taza; a veces también aprovecha para comer algo. Después de eso, vuelve a dormir, acompañando a mi esposa, y yo me voy a trabajar.

    Jamás le enseñé (ni intenté siquiera) nada de eso; fue voluntad propia de la Señora Gatita implementar esa rutina.

    Y es una rutina mayormente felíz, excepto por los días feriados. La Señora Gatita no sabe lo que son los feriados. Y esos días me viene a despertar también. Pero esos días, cuando me dice “miau”, yo le contesto: “no”. Y ahí empiezan los problemas. A la Señora Gatita no le gusta eso. De repente empieza a decir “miau” más frecuentemente. Cambia el tono, dice otros miaus distintos. Me insiste con la patita: “¡Miau!” me dice fuerte, y abre los ojos bien abiertos. Camina por la cama, dá vueltas en el lugar, encorvada, y se la puede apreciar visiblemente estresada. No le gusta ni un poco lo que está pasando, es evidente. De modo que le hago unos mimos para que se tranquilice un poco, y después de un par de minutos se queda más tranquila, ronroneando, como si una crisis hubiera terminado y se diera permiso a descansar.

    Le conté esas cosas una vez a mi mamá. Me dijo que sí, que está al tanto de que los gatos hacen eso, y me contó…

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    Odio trabajar. Cada mañana que me levanto para ir a trabajar, desde hace ya muchos años, me siento un esclavo. Y tengo algunas cosas para decir sobre ese sentimiento.

    Lo primero es la necesidad de abrir el paraguas frente algunas situaciones inminentes de una declaración como esa. Sé muy bien que soy un absoluto privilegiado, en muchos sentidos. Mi vida diaria no es la de un trabajador de la zafra, ni mucho menos la de los históricos e icónicos trabajadores negros esclavizados en todo el mundo durante los siglos inmediatamente anteriores al actual. Soy varón, blanco, cis, que tuvo acceso no sólo a la educación sino también incluso a la vivienda, que fue criado con amor por una familia presente, que tiene amigos, y que tiene proyectos (en plural) de vida. Además, como si eso fuera poco (que no lo es), puedo también vivir de mi sueldo, e incluso darme el lujo de que mi esposa no esté obligada a trabajar para poder mantener económicamente nuestro techo. Formo parte de un porcentaje muy bajo de gente acá en Argentina, y encima tuve la suerte de formarme en informática, que es un ámbito laboral con mucho empleo legítimo actualmente en todo el mundo, y sin miras de que eso caiga con el paso del tiempo (sino muy por el contrario, sólo va a crecer). Y no solamente me encuentro con todas esas virtudes en mi vida, sino que además se dan otros detalles que hacen muy culposo afirmar algo como lo que arranqué afirmando en este post: no creo poder encontrar un trabajo mejor que el que tengo ahora. En mi trabajo actual, ya lo dije, me pagan bien; pero es además intelectualmente estimulante, me veo frecuentemente trabajando en proyectos de orden técnico cercanos a las vanguardias tecnológicas del rubro, es además un espacio con mucho futuro, pero por sobre todas las cosas trabajo con gente que no sólo es muy capaz sino que también es muy comprensiva y humana. Básicamente no debería poder quejarme. Y sin embargo, acá estoy.

    “No debería poder quejarme” es de hecho parte importante del problema. Pero creo poder llegar a eso más adelante. Con todas sus virtudes, mi trabajo es también exigente, al punto tal de que mis responsabilidades incluyen guardias pasivas 24/7, y no creo estar haciendo algo que para la sociedad sea TAN importante. De hecho, no lo es para…

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    2019 was a dark year for Free Software. Its enemies grow stronger every day, the once clear lines that show where are its allies are slowly begin to blur, but more importantly (and tragically), its leaders are falling from grace. And all of this is happening even when GNU/Linux is running everywhere, being used more than ever, and monsters of old like Windows or MS Office are suffering the rapid loss of relevance in the IT world. Their souls somehow manage to flee from their rotting carcasses and into their enemies bodies, and so today we have RedHat as a little software toy for IBM, while Mozilla keeps on losing user base behaving like if it were a for-profit company and Canonical keeps on working closely with Microsoft from years now. That list of fallen champions is long, and techrights is full of data about it. Yet, 2019 marks the year even our institutions are crumbling, with a quiet and polite Trovalds getting older faster than ever, and Stallman socially cancelled and out of its chair: not even the Linux Foundation or the Free Software Foundation are safe places for us anymore.

    Many of us don’t know what to do about it, and so we struggle in uncertainty to find some solid ground where to take a breathe and think calmly for a moment about the future. But it all feels like quicksands everywhere, and standing still feels as dangerous as moving.

    However, if one takes some distance from all the mess, this is actually some kind of worldwide trend about mostly anything you can imagine. The world itself is in crisis, and in every sphere of human praxis we walk between ghosts of the past and shadows of a gloomy future. It doesn’t matter if you’re a physics theorist or a plumber, you most likely gonna deal with the current crappy state of affairs around you: be it financial, sociologial, environmental, or any other kind. Few things are really ok this days.

    There are several reasons why I start by saying all this. The first one that comes to mind: this is pandemic, and not really anybody’s fault (in the sense that is bigger than ANY of us). We’re just people, doing people stuff, and shit happens to us. Nobody of us has all the variables in its mind, or have all the time in the world to think about every…

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    Por cuestiones de fuerza mayor, me encontré revisando cuadernos de mis cursadas de Letras, hace más de 10 años atrás. Entre las muchas cosas que encontré, me tope con esta página de notas personales, que me puso muy contento el haber releido:

    ¿Hay chances de armar una gramática formal ad-hoc, en tiempo real, por discurso?

    Sería más bien una tecnología del discurso, como producto grágico/material de una serie de procesos analíticos.

    Analizar sintácticamente con múltiples modelos y generar graduaciones relacionales entre planos autónomos de análisis; cada modelo, un plano.
    Este resultado sería estructural siempre, y único en cada discurso.
    Permitiría abarcar la variabilidad del lenguaje.

    Hay, por ejemplo, condiciones funcionales, jerarquías estructurales, efectos posibles, prototipicidades, leyes de-facto, etc; todos esos son elementos de la unidad mínima del significado.

    La unidad es compleja; relacional, multidimensional, funcional, y contingente.
    Esta unidad sería objeto condicional de diferentes procesos.

    No quiero buscar normalidad; necesito trabajar lo posible.


    Ojo al efecto de ver “así algo”; se entiende “algo así” aún antes de leerlo. Se reconocen formas grupales.


    Adecuación de la gramática al sujeto, y no al revés.
    La unidad no se ubica: se construye. No es un investigador, sino un constructor de efectos. La condición es el efecto.

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