(…)

    La democracia no está en la rotación, en la elección de representantes. Los sistemas electorales son artificios para la apropiación de las responsabilidades. La democracia está en una convivencia en la cuál todos los ciudadanos tienen acceso a la cosa pública, y la cosa pública son los temas que le interesan a todos los ciudadanos como coparticipantes de una convivencia en una comunidad.

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    En la relación materno-infantil aprendimos a respetar, aprendimos a colaborar, aprendimos a participar, aprendimos a conversar, a no resolver nuestras discrepancias en la mutua negación. Y aprendimos algo muy importante: aprendimos el emocionar que hace posible a la democracia. (…) Si no existe la emoción, no existe la acción. (…) No es lo que uno hace lo que produce la emoción, sino la emoción con la cuál se hace. En ese sentido, reafirmo que la convivencia democrática es posible solamente si uno aprende el emocionar que hace posible a la convivencia democrática (…)

    El curso de la historia es el curso de las emociones. En particular, el curso de los deseos. No son los recursos materiales, no son las oportunidades materiales lo que define la historia. (…) El vivir democrático es una obra de arte. No tiene que ver con eficiencia, no tiene que ver con la perfección, tiene que ver con el deseo de una convivencia en la fraternidad.

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    La gran tragedia de la Unión Soviética no es el fracaso económico, sino el de las teorías filosóficas que pretenden prescribir lo que es bueno para los seres humanos. (…) Los paradigmas en crisis son los deshumanizantes. Cada vez que uno defiende la verdad niega al otro, cada vez que defiende principios niega al otro. (…) La Unión Soviética surgió del intento ético por acabar con el abuso, con la guerra, con la discriminación, con la negación. Pero surgió orientada por una teoría filosófica que creía tener la verdad, lo que generó abuso, discriminación, y negación del otro. En la Unión Soviética lo que está en juego es la lucha por el poder, un discurso en términos de polémica, de fuerza. No de conversaciones, no de proyectos comunes. La democracia es un proyecto común, por eso es que es una obra de arte, porque tiene que configurarse momento a momento en la convivencia, por eso es que la democracia no es una temática del poder.

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    La democracia es un proyecto de convivencia que se configura momento a momento. Pero para poder vivir eso uno tiene que dar lugar a la emocionalidad. No es un ámbito de lucha, no se accede democráticamente al poder. No hay poder. Y mientras pensamos que todo lo que está en juego es una lucha por el poder, lo único que vamos a lograr son dinámicas tiránicas, vamos a pasar de ser una pequeña tiranía a otra pequeña tiranía.

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    La democracia no tiene justificación racional. Si uno quiere que todos hagan y digan lo que uno quiere, entonces es más lógica una dictadura.

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    Yo comprendo, cierto, uno puede decir “por qué hablamos de amor”; es un romanticismo cuando vivimos en la agresión, en la negación. Es verdad, vivimos en eso. Pero si no nos hacemos cargo de la presencia de las emociones y de lo que ellas significan en la vida, nunca vamos a salir de este juego de manipulación de mutua negación, de violencia, de agresión, porque nunca vamos a entender lo que está en juego. Los conflictos humanos no se resuelven a través de la razón. (…) Porque la razón no convence a nadie que esté ya convencido, porque todo argumento racional se forma en premisas que son aceptadas a priori desde la emoción. (…) Si queremos democracia, tenemos que generar una democracia, no desde la razón, sino desde la emoción, porque no hay justificación racional para la democracia. (…) ¿Por qué queremos democracia, sino es porque añoramos el mutuo respeto?

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De La democracia es una obra de arte, de Humberto Maturana.

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