¿Se puede hacer cambiar de opinión a alguien?
Mi experiencia personal me indica que que sí, aunque no sin un importante trabajo mediante.
Hay quienes dicen que para ello la persona tiene que estar dispuesta, que debe haber algún grado de voluntad anterior. Otros dicen que es absolutamente imposible, y que en todo caso es la persona la que cambia de opinión, no alguien que la llevó hacia tal cosa. A mí me parece que hay diferentes casos de “cambio de opinión”, no solamente diferentes personas, y al problema se puede entrar de varias maneras.
Sucede que el proceso de cambiar de opinión es sumamente íntimo, y los cambios en ese plano tienen un efecto masivo en la cosmovisión de un sujeto. Es recién a partir de allí que se cambian las opiniones, y no al revés; la razón en estos casos es poco más que una forma ordenada del espíritu. Y con esa hipótesis me vengo preguntando hace tiempo acerca de la sensibilidad por la verdad y algunas otras cuestiones.
Lo que me pregunto es, ¿se puede manipular realmente esa sensación de que las cosas tal vez no sean como anteriormente creí, de que algo en realidad es cierto o en realidad es falso? ¿Se puede inyectar un “tal vez” directo a la intuición? Cuando reflexiono sobre la idea de aleteistesia, me pregunto por las cosas anteriores a la razón que determinan lo que considero verdadero o falso. Y si esa sensación puede manipularse, explotarse, entonces se pueden determinar cambios de opinión en los demás (o, a la inversa, restringirlos).
Lógicamente estuve googleando al respecto. Así pude llegar hasta el prestigioso sitio lostopos.net donde, con imágenes misteriosamente similares aquellas que nos tiene acostumbrados wikihow, nos cuentan acerca de un informe que la Cornell University realizó sobre un subreddit. De allí obtenemos algunos tips de orden estadístico, como “tener gente de nuestro lado”, “no irse por las ramas”, y “cuidar el lenguaje”.
Está lleno de cosas de esas. “Cómo hacer que una chica cambie de opinión sobre tí”, “cómo cambiarte a tí mismo”, “7 tips para convencer a los demás de [inserte aquí su objetivo]”… todos se basan en estadística rudimentaria (también conocido como sentido común), o en técnicas de persuación y/o retórica que ya discutían los presocráticos. En esos términos, es fácil pensar que cualquier interacción dependerá de la postura inicial del interlocutor, y que allí radica cualquier posibilidad de acción, de acceso al otro. Son en definitiva verdades más o menos innegables, aún cuando contingentes o cuando su rango pueda ser bastante escueto. Cosas como que una persona a la defensiva es infinitamente más fácil de fortalecer en su opinión que de cambiar, lo sabemos todos, y con esto en cuenta es completamente lógico que se pretenda predisposición ante cualquier iniciativa de cambio como condición básica.
Pero también está lleno de herramientas, muy fáciles de encontrar, que tienen el poder de traspasar esas barreras. Se vé en el deporte, en el nacionalismo, en algunas épicas detrás de logros científicos; un sentido de pertenencia, de ser parte de algo más grande, más importante que uno y que las guerras personales que se es capaz de vivir en el día a día. Cosas como que derecha e izquierda estén en vilo juntos, compartiendo la misma mesa y la misma sensación ante una final de un mundial; cosas como que ricos y pobres pasen días celebrando en un carnaval para luego volver a sus diferencias. A mí, los que más me interesan de todos estos fenómenos tan frecuentes, son aquellos directamente vinculados al arte. Me interesa cómo es que podemos agruparnos, escudarnos, embanderarnos, detrás de frases o canciones o incluso hasta actuaciones que son más o menos universalmente aclamadas o despreciadas y que nos determinan aún sin entender una sóla palabra de lo que están diciendo (cuando siquiera dicen alguna). Trato de ver mecanismos primitivos, un contacto con la gente de más bajo nivel que el lenguaje como lo entendemos en el uso cotidiano. ¿Meta-lenguaje? ¿Proto-lenguaje? No creo que sean términos adecuados para esto, sino que llamo a fenómenos de la percepción y la adecuación. Lo que busco es algo todavía más poderoso que las mentiras.
Todas esas ideas llevan hacia un concepto central: la estética. Y mis indagaciones siempre están orbitando alrededor de la política. Así fue que hace algunos días traje un fragmento de Walter Benjamin donde nos dice que “la estetización de la política necesariamente lleva siempre a la guerra”. Una cruda advertencia sobre dónde me estoy metiendo, pero también una profecía sobre los usos de lo que estamos viendo, sobre lo que venimos viendo desde el día cero del siglo XX; no por nada, en el mismo sentido, ya había traido antes a Žižek hablándonos sobre los pormenores del carnaval entre ricos y pobres, donde nos advertía que “el trabajador está bailando sin leche, mientras que el banquero está bailando sin crema”. De lo que estoy convencido es de esto: los sentimientos son a la retórica lo que el átomo es a la pólvora, y lo que vemos en los medios a diario es nada menos que la armamentización sentimental.