¡Publiqué un libro! 😀

    Se llama Feels Theory, y le hice una página web para que lo pueda descargar cualquiera y gratis, acá: https://www.canta.com.ar/feels_theory.

Tapa del libro, hecha más o menos con los dientes y con los pies.

    El libro toma los temas que comenzara a trazar en aquel post sobre aleteistesia, los expande, y encara formalmente una línea de investigación, o una corriente epistemológica, o no se muy bien qué. La cuestión es que logré escribirlo durante mis vacaciones, y logré plantear una idea concreta a partir de mis intuiciones sobre la verdad.

    Cuando logre hacerme más tiempo, iré dejando notas al respecto de esos temas, y cosas que quedaron pendientes, y recortes, y otros etcéteras. Hasta entonces, puedo dar por inaugurada la teoría de los feels.

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    Estoy fascinado con el trabajo de Geoff Knorr. Escuchen, por ejemplo, este elemento de la cultura cristiana clásica:

    Ahora, escuchen qué hace Knorr cuando toma eso y lo pretende convertir en un ícono de la devoción y la gloria en el imperio bizantino:

    Tomen, si gustan, este otro ejemplo. Un villancico japonés que, según cuenta la historia, las madres le cantaban a los niños en un pueblo de gente pobre, marcado por una sangrienta derrota en una guerra entre clanes:

    Knorr lo convierte en este otro trabajo, para escenificar la entrada de Japón en la era industrial:

    O este otro ejemplo, por qué no: Kalinka, una conocida canción popular rusa.

    Knorr la toma como símbolo de la cultura rusa, y la transforma de la siguiente manera para contarnos lo que significa que Rusia entre en la era atómica:

    Se me hace difícil imaginar un trabajo más respetuoso. Si se ponen a revisar, hay decenas de versiones de canciones trabajadas por Knorr, y cada una de ellas tiene una historia para contar. Observen, si dudan, lo que eligió para representar al pueblo de Alejandro: el epitafio de Seikilos. Búsquen su historia en internet, entéresen de lo que están escuchando. O como sucede con Temujin: Urtiin Duu, nada menos que una obra declarada patrimonio de la humanidad por la UNESCO. O lo que dedicó a Atila: Li Ling Si Han. Vayan a comparar contra sus originales, a leer lo que esas canciones están contando.

    Pero como si fuera poco, Knorr las convierte deliberadamente en himnos épicos, cuando no directamente en odas al optimismo y la maravilla por la civilización. En apenas un par de minutos, el tipo es capaz de devolverle a uno la fé en la humanidad, y con su trabajo es imposible no emocionarse.

    Precisamente, ese último detalle me tiene hipnotizado, como ya me pasara hace tantos años atrás. Por aquellas épocas, mis intuiciones y elucubraciones me decían que era posible comprender los secretos de cómo funciona la verdad, para finalmente automatizar el entendimiento. Knorr me hace sentir que hay poderosas…

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    (…)

    El filósofo George Santayana afirmó que la superstición es la confusión de un ideal con el poder, es creer que cualquier ideal debe estar en cierto modo fundado sobre algo ya existente, sobre algo trascendente que postula este ideal ante nosotros. Lo que el papa define como estructura de la existencia humana es un ejemplo de este tipo de entidad trascendente.

    Santayana sostenía, y yo concuerdo con él, que la única fuente de ideales morales es la imaginación humana;

    (…)

    Los relativistas como yo concordamos en que el derrumbe del marxismo nos ayudó a comprender por qué la política no debería intentar ser redentora. Y no porque se tenga a disposición otro tipo de redención, aquella que los católicos creen factible encontrar en la Iglesia, sino porque la redención siempre fue — ya desde el principio — una mala idea.

    Los hombres necesitan que se los haga más felices, no que se los redima, porque no son seres degradados, almas inmateriales apresados en cuerpos materiales, almas inocentes corrompidas por el pecado original.

    (…)

    Suele decirse que a quienes disienten con Platón — como los filósofos que hice referencia y yo mismo — les falta el sentido de lo espiritual. Si por espiritualidad se entiende una aspiración a lo infinito, esta acusación está perfectamente justificada; pero si en cambio se considera espiritualidad en sentido elevado de nuevas posibilidades que se abren a seres finitos, entonces no lo es. La diferencia entre estos dos significados del término espiritualidad es la diferencia entre tener la esperanza de un mundo donde los seres humanos lleven vidas largamente más felices que aquellas que viven en la actualidad.

    (…)

    Para quienes adoptan el ideal utilitarista de maximización de la felicidad, el progreso moral consiste en ampliar la franja de personas cuyos deseos tomar en consideración. Todo estriba en hacer lo que el filósofo estadounidense contemporáneo Peter Singer define como “ampliar el círculo del nosotros”, aumentando la cantidad de personas que consideramos parte de nuestro grupo.

    (…)

    Si se considera a la filosofía como un llamado a la razón, y a la historia como un llamado a la experiencia, entonces podría recapitularse lo que dije hasta ahora en una afirmación: ni la razón ni la experiencia pueden hacer mucho para ayudarnos a decidir si estamos de acuerdo con Benedicto XIV o con Santayana, James, Stuart Mill y Habermas. No hay tribunal de apelaciones neutral que pueda ayudar a la elección entre estas dos…

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    Algunas notas para arrancar el año:

    – Como hablar de verdad es básicamente bañarse en nafta, el giro más potente que tenemos a mano es la narratividad. Ya que no tenemos más opción que permitirnos pensar disparates, por lo menos no tratemos de hacerlos pasar por objetividad o, peor, como ideas definitivas. La narratividad opera tanto como espacio para alguna forma de la verdad, como también alivio para tanta burocracia epistemológica y política; es una forma de la libertad.

    – Lo cuál no quiere decir que debamos apostar a un subjetivismo marmota donde cualquier cosa da exactamente lo mismo. Ese es el uso principal que le da el enemigo al relativismo. Dicho en castellano: que la verdad sea subjetiva no quiere decir que los mentirosos no existen. Estamos rodeados de chantas jugándola de señorías, pero no podemos simplemente salir a colgarlos de las pelotas con rastrillos y antorchas si es que decidimos también hacernos cargo de nuestro siglo XX.

    – Entonces, la estrategia es hackearlo todo: entender, destruir, y crear. Tenemos, si, que encontrar vulnerabilidades y explotarlas; pero también tenemos que ir pensando en el mecanismo que va a reemplazar ese armatoste poroso que pretendemos penetrar. Porque el solamente romper nos convierte en criminales, y lo mejor que vamos a terminar encontrando por esa vía es nuestro propio reflejo en el espejo.

    Hoy creo que lo demás son puros detalles.

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En el apogeo de las hazañas tecnológicas, perdura la impresión irresistible de que algo se nos escapa; no porque lo hayamos perdido (¿lo real?), sino porque ya no estamos en posición de verlo: a saber, que ya no somos nosotros quienes dominamos el mundo, sino el mundo es el que nos domina a nosotros.

 

    No sé de qué otro momento histórico pueda estar hablando Baudrillard cuando se refiere a que ya no dominamos el mundo (como si alguna vez lo hubiéramos hecho), pero la cuestión tecnológica definitivamente es clave en nuestra era. Precisamente, quiero improvisar una reflexión acerca de algunas cuestiones que se viven en mi gremio.

    Finalmente, después de tener que fumarnos por décadas que tipos como Bill Gates o Steve Jobs sean propuestos como íconos populares y campeones de la virtud, no estoy seguro si por el hecho de haber conseguido enormes cantidades de dinero o por haber logrado instalar un revisionismo histórico digno de provocarle erecciones a los negacionistas, el mundo del IT está en niveles tan bajos de popularidad que las consecuencias empiezan a sentirse en la calle.

    Cuenta un señor en una entrevista, “yo nunca diría que trabajé en Facebook”.

(…)

“We have this habit of highlighting and celebrating brilliant assholes like Steve Jobs and Travis Kalanick, when the reality is they are awful human beings,” said Greg, head of technology at e-commerce startup Brandless, adding that it is women and people of colour who tend to bear the brunt of their behaviour.

“It reminds me of stories that came out of Wall Street in the 1980s, when sexism was part and parcel of the culture,” he added. “Stories like that become public very quickly and people find out and paint tech with one brush.”

Some of this behaviour stems from the hubris that positions profit-seeking corporations as benevolent forces in the world.

“You are selling ads, you’re not really making the world a better place,” noted the former Facebooker. “But most people drank the Kool-aid.”

(…)

    Lo que está pasando es que, como pasó en los ’80 con las corporaciones bancarias y la gente de la bolsa en aquel momento histórico de “greed is good”, el mundo del IT está siendo visto como parásitos de la sociedad y gente de mierda. Este año salieron un montón de notas sobre cómo Google y Facebook pretenden cosas como hackear el comportamiento humano o cómo…

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A veces creo que toda la historia de la humanidad se puede resumir en una sola frase: “en algún momento pareció una buena idea”.

 

    Esa es una reflexión más que encontré entre mis notas de hace años. Es una de tantas, que estoy de a poquito reviviendo. Por aquel entonces ya me estaba preguntando por cuestiones vinculadas a la verdad, la política, el lenguaje, y el acto mismo de pensar; cuatro temas que en si mismos son un mundo cada uno. Y lo mejor a lo que llegué es a algunas notas como esa.

    Cuando hablaba de Aleteistesia, hace un par de meses ya, explicaba el detalle fundamental de que la verdad se siente; mucho antes que una explicación lógica, mucho más urgente, tenemos una sensación, de que algo es cierto o de que no lo es. Pero más adelante también plantié que no necesariamente la verdad es la única experiencia sensorial que usualmente se atribuye más bien a la razón, aunque la realidad nos indique otra cosa. Y allí hablé de la idea de experiencia cognitiva.

    Al mencionar todo aquello, en buena medida pretendo encontrar una manera que nos permita dar por tierra la diferencia entre sentir y pensar, o razón y pasión, o los nombres favoritos que les haya puesto cada era: son dos caras de una misma moneda que bien puede estudiarse con autonomía, y que dice mucho más sobre nosotros que las estructuras sintácticas de las falacias o la adecuación a estándares de lo que sentimos. Hoy quisiera pensar un poco esos fenómenos más en el plano de la comunicación que de la intimidad; porque si vamos a trabajar la posverdad, no podemos quedarnos solamente en el sujeto.

    Sabemos que vivencias similares no determinan las mismas ideas en diferentes personas, y que de hecho variaciones mínimas determinan gigantezcas diferencias entre los sujetos; las experiencias cognitivas son más bien instransferibles. Esto es algo que cualquiera que alguna vez haya tenido una discusión familiar o de pareja puede entender con mucha facilidad: la sensación, en retrospectiva, de que uno es capaz de armar un escándalo por boludeces, pero cuando se revisan las sensaciones de por aquel entonces uno debe reconocer no sólo las angustias, sino también la insoportable sensación de incomprensión frente a algo obvio, o incluso la impotencia cuando las palabras nos fallan para explicar en su complejidad o con precisión…

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Otro texto random para el taller literario de Rodrigo Baraglia. Esta vez es una pequeña escena en un mundo ficcional de Bruno Pileggi.

 
 

El lugar era ruidoso y estaba lleno. El tipo igualmente alzaba la voz lo suficiente.

— No, señorita, escúcheme una cosa. Usted podrá estar acostumbrada… y seguramente algunos dirán “mal acostumbrada” pero ¡JA!, ¡Como si hubiera alguna otra forma de sobrevivir en estos tiempos que no sea acostumbrándose a las cosas! Haría bien en ignorar a todos esos imbéciles buenos para nada como yo lo hago; jamás ninguno de esos idiotas logró distinguir las cosas buenas de la vida frente a las mentiras de algún… —

El tipo bebió un largo trago.

— …¡Ahhhh!… Algún miserable embustero vendedor de ilusiones, de esos que tanto abundan por zonas como la nuestra. ¡Tenga esta bebida, por ejemplo! Todos sabemos que es basura. ¡Es agua sucia! Sólo es tolerable después del segundo vaso, y porque la lengua ya está suficientemente adormecida. ¡Probablemente hasta sea tóxica! ¿Verdad, Kepo? —

El cantinero respondió al comentario con un gesto obseno y sin indicios de haberle causado ninguna gracia. De inmediato continuó con su trabajo.

— ¿Vé lo que le digo, señorita? ¡Es lo que yo le digo! Aquí está lleno de idiotas que reniegan de la verdad, y son los mismos que le van a decir estupideces sobre cómo vivir. Esos idiotas también le van a decir que esta bebida en realidad es una exquisitez con grandes virtudes y que es necesario ser alguna especie de sabio conocedor para reconocerlas. ¡Pero es basura! ¡Tu cochina bebida es basura, Kepo, y tu también eres basura! —

El cantinero esta vez directamente lo ignoró.

— ¿Lo vé? Kepo no es precisamente muy brillante, pero con el tiempo aprendió a ignorar a sus clientes. ¡Eso es el acostumbramiento! ¡Y pensar que llegan mil otros idiotas diciéndole que tiene que prestarle atención a los clientes! Uno no puede más que divertirse ante tanta estupidez. Pero bien, le decía, por acostumbrada que pueda usted estar a, ¿cómo llamarle? Esa especie de instinto de los extranjeros que los llevan a la diplomacia y a tener cuidado con lo que dicen… esas cosas aquí no van a servirle, señorita. Esto es el Marraquesh, y aquí sólo la franqueza es tolerada; cualquier otra cosa va a llevarla a despertar en un lugar desconocido y sin una sola moneda encima. — El…

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    Quiero dejar el testimonio de un pequeño gran triunfo personal. Pero para poder narrar este testimonio en su densidad, voy a necesitar escarbar en mi historia. Porque si lo tirara así nomás, estaría cometiendo una injusticia: conmigo mismo, con la persona que leí hace unos días, y con cualquiera que se gaste en leer las cosas que escribo.

 

Sticks and Stones

 

    Los noventas. La vida no tenía mucho sentido por aquel entonces; aquella época la viví mayormente borracho, deprimido, sintiéndome solo, y pocas cosas más que mi odio me daban ganas de no morir. Así pasaba noches largas y lentas tratando de encontrarle alguna solución a la vida, entre cigarrillos y vodka, y mis obsesiones maníacas.

    Aquella aventura entonces de sobrevivir a mí mismo, en sus primeros pasos mezcló literatura y programación. Para mi adolescencia ya sabía programar; de chiquito nomás quise ser programador, y en eso me convertí, sin vueltas. Y de chiquito también me decían que sabía escribir, así que una parte de mi identidad se formó también en torno a esa otra cosa que no servía para mucho qué digamos. Eran simplemente las cosas que sabía hacer. Y así, cuando no jugaba videojuegos ni me torturaba creándome amores imposibles, me la pasaba inventando programas experimentales con fines demenciales, absolutamente inalcanzables para mis capacidades técnicas e intelectuales; cuando apenas sí sabía imprimir cosas en la pantalla, quise hacer de inmediato un videojuego 3d yo sólo y sin saber nada de matemáticas ni trigonometría, cuando aprendí a configurar el sistema operativo, quise cambiar completamente las interfaces gráficas de las computadoras para llevarlas hacia la realidad virtual, el día que afané un par de passwords obvios inmediatamente después de eso creí que podía hackear grandes sistemas internacionales por internet… ¿Les conté que cuando tenía 16 años inventé el IOS? El sistema operativo de los i-phones, sí. Fue idea mía. Una tarde de verano, en una ráfaga psicótica de me dije a mí mismo que el futuro era un sistema operativo que directamente booteaba conectado a internet, que con HTML dinámico se podía hacer cualquier cosa y entonces sólo se necesitaba un browser, y que a ese sistema lo iba a llamar “Internet Operating System”; esa tarde corrí desesperado a pedirle a mi abuelo que por favor me comprara un libro de assembler para poder aprender a programar en bajo nivel para poder hacer mi sistema operativo, antes de que empezaran de…

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(…)

No hay comprensión de sí mismo que no esté mediatizada por los signos. (…) El camino más corto entre mí y yo mismo es la palabra del otro, que me hace recorrer el espacio abierto de los signos.

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    Con ese recorte de Narratividad, Fenomenología, y Hermenéutica, quiero entrar en un pequeño vistazo por la propuesta de pensamiento en Paul Ricoeur, en un intento por encontrar marcos teóricos compatibles con mis hipótesis.

    Hace algunos días atrás me preguntaba por qué la sociedad parece recurrentemente impermeable a la historia. Es un discurso popular y hasta un sentido común la idea de que “no tenemos memoria”; pero en rigor eso se esgrime desde todo polo posible del espectro político, sin explicación inmediata de por qué unos recuerdan una cosa mientras que otros recuerdan otra. Es verdad que allí interviene la idea de la ideología, pero también sucede entonces que vemos este otro fenómeno: la historia consta, pero no como a uno le gustaría. Y, sin embargo, ¿no se pretende acaso que la historia sea algo cercano a lo objetivo? ¿no nos amparamos acaso en datos, documentos, información? ¿no estamos viviendo la era misma de la información, donde todo está grabado y al acceso de la mano? Cómo explicar entonces que, al mismo tiempo, vivamos en un cuasi absoluto oscurantismo ahistoricista, donde los grandes corruptores y corruptos de décadas anteriores tienen permiso para hablar de la corrupción en tales décadas como si ellos fueran campeones de la justicia o la pureza, tal y como ya ha sucedido en todo el mundo durante todo el siglo XX, y donde el discurso más vigente a nivel global es el de la posverdad. Esto se ha querido explicar en falta de educación, en falta de pensamiento crítico, en instituciones débiles, o incluso en alguna posible naturaleza humana que en realidad tiende a la malicia. Acá voy por otro lado, diciendo que, simplemente, la historia funciona así como la ves.

Ricoeur y la Historia.

    Viene entonces Ricoeur a llamar la atención sobre algunos detalles detrás de la acción esa de contar cosas, que comparten tanto la Historia (en tanto que disciplina científica) como la Literatura, y cómo esta actividad está determinada fundamentalmente por la temporalidad.

    “Lo que se desarrolla en el tiempo puede narrarse”, dice Ricoeur, e incluso se anima a especular con que, tal vez, y sólo tal…

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    Quiero dejar una observación, si se quiere, metodológica.

    Sé que a partir de lo que vengo diciendo muchos van a poder preguntar y cuestionar un montón de cosas inconclusas sobre las características de las abstracciones que manejo. Y también sé que van a poder decir mucho sobre cómo tal o cuál disciplina ya contempla constructos teóricos directamente emparentados a esos, y sobre cómo tal o cuál pensador básicamente dice casi las mismas cosas que yo estoy diciendo cuando no bien incluso las descalifica.

    Quiero aclarar que son planteos que entiendo, reconozco, y admito; pero al menos de momento me tienen mayormente sin cuidado. Sucede que mi interés no está en cuestionar las verdades de disciplinas o escuelas ya maduras; lo que yo busco es algo que nos permita explicar cómo podemos tener sociedades enteras divididas, polarizadas, en una constante puja cada vez más brutal y primitiva entre lo que razonamos y lo que sentimos. Y eso es algo dado, algo empírico, aún teniendo en cuenta todo el baggage cultural y científico que manejamos a esta altura de nuestra historia. Eso último en particular me hace activar la discusión y meterme a ver qué pasa, qué sucede que todavía no tenemos esto resuelto. Por eso, no me interesa más que dar en el clavo con mi diagnóstico acerca del qué está pasando, o siquiera por dónde viene la mano; si después para encargarnos de eso vamos al psicoanálisis o a las disciplinas cognitivas, o a las filosofías, o teorías del conocimiento, o la política, o quién sabe qué habrá dando vueltas para encarar todo esto, francamente, confieso, me da lo mismo.

    Y la única forma productiva que tengo de hacerlo, me temo, es la de desarrollar mis propias categorías. Por dos razones. La primera y más importante: porque, al menos en mi caso, estar al tanto de toda la historia del conocimiento universal y recopilar credenciales académicas no puede ser la condición de posibilidad del pensar en voz alta y compartir ideas con los demás. No me da el cuero, la nafta: yo soy obrero, mi destino es entregar mi juventud como fuerza de trabajo a un mundo controlado por empresarios, y de grandulón descubrí que si me exijo un poco más todavía que todo eso, me puedo llegar a romper. Cuando llegue a viejo veré con qué me encuentro; mientras tanto, hoy, lo que puedo hacer es pensar y…

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