Archive for the Notas Category

Ideales y materiales

| August 31st, 2024

    La actualidad, discutida en el siglo XIX:

    (…)

    La esfera de la circulación o del intercambio de mer­cancías, dentro de cuyos límites se efectúa la compra y la venta de la fuerza de trabajo, era, en realidad, un verda­dero Edén de los derechos humanos innatos. Lo que allí imperaba era la libertad, la igualdad, la propiedad y Bentham. ¡Libertad!, porque el comprador y el vendedor de una mercancía, por ejemplo de la fuerza de trabajo, sólo están determinados por su libre voluntad. Celebran su contrato como personas libres, jurídicamente iguales. El contrato es el resultado final en el que sus voluntades con­ fluyen en una expresión jurídica común. ¡Igualdad!, por­que sólo se relacionan entre sí en cuanto poseedores de mercancías, e intercambian equivalente por equivalente. ¡Propiedad!, porque cada uno dispone sólo de lo suyo. ¡Bentham!, porque cada uno de los dos se ocupa sólo de sí mismo. El único poder que los reúne y los pone en rela­ción es el de su egoísmo, el de su ventaja personal, el de sus intereses privados. Y precisamente porque cada uno sólo se procupa por sí mismo y ninguno por el otro, ejecu­tan todos, en virtud de una armonía preestablecida de las cosas o bajo los auspicios de una providencia omniastuta, solamente la obra de su provecho recíproco, de su altruis­mo, de su interés colectivo.

    Al dejar atrás esa esfera de la circulación simple o del intercambio de mercancías, en la cual el librecambista vul­garis abreva las ideas, los conceptos y la medida con que juzga la sociedad del capital y del trabajo asalariado, se transforma en cierta medida, según parece, la fisonomía de nuestras dramatis personae [personajes]. El otrora po­seedor de dinero abre la marcha como capitalista; el poseedor de fuerza de trabajo lo sigue como su obrero; el uno, significativamente, sonríe con ínfulas y avanza impe­tuoso; el otro lo hace con recelo, reluctante, como el que ha llevado al mercado su propio pellejo y no puede esperar sino una cosa: que se lo curtan.

Karl Marx, El capital – Tomo 1, volumen 1, año 1867.

La insoportable levedad del bit

| August 11th, 2021

Me publicaron un nuevo artículo en Nuclear.

El artículo se llama La insoportable levedad del bit, y pretende ser el primero de una serie donde reflexiono sobre algunos aspectos políticos tanto históricos como actuales sobre la informática. En este primer artículo, apenas planteo cómo las izquierdas parecen lejanas en la cotidaneidad informática, y por el contrario las derechas paracen haberse apropiado de varias razones detrás del quehacer computacional. Más adelante (en otro artículo) voy a contar cómo eso es una dinámica que viene de hace rato, cómo es que el neoliberalismo supo incrustarse ahí adentro desde el día cero, y otras cuestiones más vinculadas a qué se supone que haga la informática en la sociedad.

https://nuclear.com.ar/2021/08/10/la-insoportable-levedad-del-bit/.

Cancelígeno

| June 11th, 2021

Hoy salió a la cancha Nuclear, un nuevo medio que pretende dar discusiones, a veces un tanto apagadas en otros espacios, y otras veces desde modos y perspectivas diferentes.

Y allí me publicaron un artículo, titulado Cancelígeno, donde repaso algunos pormenores de la cancelación de Richard Stallman, y reflexiono cómo eso se relaciona con otros fenómenos actuales. Así que dejo acá también la url: https://nuclear.com.ar/2021/05/27/canceligeno/

    Tuve acceso a una copia de Multiversos, el recientemente publicado libro del grupo Luthor, y lo terminé de leer hace un par de días. El libro es excelente, y lo considero una lectura recomendada si no fundamental para cualquier persona que se interesa por entender a la ficción en tanto que objeto de manera rigurosa, contemporánea, y comprometida.

    Sin embargo, mucho más que una reseña (que francamente no sabría cómo escribir), me queda en el tintero una crítica, que me viene genial para mis propias teorías. Así que voy a aprovechar el envión de tener la lectura fresca y el tiempo libre de Enero, para dejar anotada mi línea de lectura de un problema que percibí. Sucede que en el capítulo 6 del libro, se habla sobre el concepto técnico de “saturación” en la ficción. Y mientras lo explicaron, dos puntos claves me resultaron disonantes. Se trata de apenas una diferencia de interpretación en un fenómeno, pero que cambia cierta carga de responsabilidad de mecanismos de bajo nivel, y entonces explica el fenómeno de otra manera, llevando tal vez a otros conceptos diferentes para entender la ficción.

    (…) Nuestra percepción de lo real parte de una saturación completa y de la negociación constante entre nuestros sentidos, es decir, del recorte que nuestra psique necesita hacer de la información proporcionada por ellos para organizar la experiencia y no colapsar en la hiperestesia. (…)

    Este es el primer punto donde empecé a sospechar de lo que leía, de modo que voy a detenerme a investigarlo. Hay algo aquí que me parece… confundido entre el sentido común de lo que se afirma. Es decir: cualquiera estaría de acuerdo sin grandes debates en que la realidad se constituye de aquello saturado en conjunto con aquello percibido. Pero hay detalles.

    En primer lugar, el límite de la hiperestesia. Hiperestesia es hipersensitividad: sentir demasiado, sentidos saturados (en la acepción coloquial del término). Esto se puede imaginar fácilmente con ruidos tan fuertes que aturden, luces tan brillantes que nos hacen doler la cabeza, etc. Y es interesante pensar los pormenores de esas operaciones físicas, biológicas, aún siendo legos en el asunto (es decir, sin ser médicos, ni estudiosos del cuerpo humano).

    Piensen un segundo en esos ejemplos: ruido muy fuerte, luz muy brillante. “La psique” a la que se hace referencia en la cita anterior no puede hacer absolutamente nada contra eso: no le pone un límite a los decibeles del tímpano ni a los lúmenes del ojo; la psique no calibra los sentidos, que a su vez no negocian entre ellos: en la hiperestersia, los sentidos se padecen, y punto. Y la hiperestesia, al menos en esas escenas que yo planteo, se produce por causas ajenas al funcionamiento de la percepción de lo real: fuerzas hostiles, desestabilizadoras de ese mecanismo. Hay otros ejemplos pensables, como ser condiciones del cuerpo que lo llevan a fenómenos similares: configuraciones que lleven algún sentido a ser vivido con mucha más intensidad que la de alguna forma de normalidad deseable. Piensen en alguna alergia en la piel, que te hace sentir demasiado cuando tocás algo, y “pincha” o “quema”.

    Aquí parece asumirse que el recorte de “la información proporcionada por los sentidos” tiene el doble fín último de “organizar la experiencia” y de “no colapsar en la hiperestesia”; pero en esos ejemplos inmediatos que introduzco yo, para nada extraños, no parece tener mucho qué ver la hiperestesia. Asumo que se está sosteniendo una hipótesis como la siguiente: “si no recortáramos nuestros sentidos, nos quemarían la cabeza”. Y coincido. Pero eso no es “hiperestesia”, y el detalle es absolutamente clave.

    Esa “cabeza quemada” no sería el efecto de “un sentido (o más) que sintió demasiado”, sino de una percepción intentando abarcar más de lo que puede. Y ese “recortar” y “hacer de intermediaria entre los sentidos” que parece ser la función de la psique, hoy por hoy se puede llamar sin grandes polémicas “procesar”. Como decía antes, la psique no calibra los sentidos: están siempre sintiendo a pleno. Siempre están a su 100% biológico de rendimiento. Lo que la psique sí puede hacer en situaciones normales es administrar el valor de lo que le brindan esos sentidos: recortar, valorizar, enfocar, etc. La “cabeza quemada” entonces se daría en la psique: con lo cuál no se le puede asignar a los sentidos la responsabilidad del problema. Y si el problema está en la psique, y es problema a la hora de procesar, de lo que estamos hablando es de, básicamente, de un problema de “ancho de banda” de la cabeza.

    Hasta aquí, apenas un detalle menor, mañoso, que en definitiva cambia poco o nada: casi que se termina diciendo lo mismo con otras palabras. Pero más adelante aparece la siguiente segunda cita:

    (…) podemos no haber viajado jamás a China, pero vivimos en la certeza de que no por eso los teatros de Shangai dejan de tener un número determinado, que podríamos averiguarlo, y que pueden ser visitados en direcciones verificables.
    (…)
    En cambio, por definición todo mundo ficcional es un mundo incompleto. (…) No podemos afirmar ni negar la existencia de la localidad de Aldo Bonzi en los mundos ficcionales en los que transcurre el Ulysses de Joyce, el Grand Thief Auto, o Seinfeld. Al menos no hasta que una expansión de esos mundos ficcionales llegue hasta allí,
    (…)
    La saturación del mundo ficcional, entonces, jamás supone la amenaza hiperestésica de lo real, sino que es una selección de escorzos y una gradual distribución de ausencias, dependiente, por principio de divergencia mínima, del marco de referencia de la realidad en la que se insertan.
    (…)

    Y aquí ya se asumen muchas cosas, que implican divergencias importantes entre lo que yo sostengo y lo que el capítulo ofrece. Vamos a tener que ir por partes.

    Fíjense, por ejemplo, esa última mención a la hiperestesia, y compárenla con lo que yo expliqué antes; aquí sí se vuelve importante la diferencia entre los sentidos y la psique. En el planteo de Luthor, esto no es menor: para elles, “inmunidad a la hiperestesia” se muestra como un razgo constitutivo de lo ficcional, mientras que desde mi punto de vista no existe tal inmunidad: la ficción te puede comer todo el ancho de banda de la cabeza sin mayores problemas.

    La clave está en el orden de los factores. Recordemos, si la responsabilidad no es de “los sentidos”, entonces es de “la psique”; y la psique “procesa”, y tiene un problema de “ancho de banda”. Claramente la analogía inmediata es con una unidad central de proceso típica de computación básica, y al problema aquí podemos llamarlo más específicamente “capacidad de cómputo” o “de proceso”. Todes sabemos que las computadoras pueden tener “el cpu al 100%”, y entonces “ponerse más lentas”, ¿verdad? O también “tildarse”. Todas esas cosas suenan bastante parecidas a aquél “colapso” del que la psique se protege al cortar la información. Pero ese colapso no sería porque el mouse o el teclado “se volvieron muy sensibles” (en cuyo caso la computadora es simplemente más difícil de usar), sino porque el CPU no tiene más capacidad, y se calienta, y demás fenómenos conocidos. Así entendido, la naturaleza de lo que procesa el CPU no hace ninguna diferencia, sino cuánto puede procesar y en qué tiempo.

    Y lejos de ser gratuita o lúdica, o siquiera didáctica, esta comparación viene al caso de introducir una cuestión que Luthor no toma en su libro: la ficción en tanto que problema computacional. Lo cuál es especialmente llamativo teniendo en cuenta que uno de sus principales intereses es abarcar a los video-juegos como género legítimo de ficción, y teniendo también en cuenta que en todo caso Luthor siempre reconoce los pormenores técnicos y operativos de cada medio (cine, literatura, etc) como condiciones de análisis. Sucede que los video-juegos introducen su propia especificidad en la cuestión computacional o informática; y tal y como sucediera con otras “nuevas artes” de tiempos anteriores (claramente pienso en el cine), este nuevo aspecto permite entender detalles de la ficción que de otras maneras serían escurridizos.

    Pero definitivamente lo más llamativo de esta ausencia de lo computacional en el texto de Luthor es que uno de los mecanismos más trabajados en el ambiente computacional, precisamente, es la saturación, en todas sus acepciones: porque el problema del CPU que planteo no es alegórico sino real, literalmente hay industrias enteras empedernidas en resolverlo, y durante décadas los video-juegos vienen siendo uno de los campos principales de batalla.

    Dejo apenas un ejemplo, ilustrativo de los contactos que hay entre la saturación de Luthor y la informática. Piensen en el desarrollo de los video-juegos 3D en primera persona. ¿Alguna vez se pusieron a curiosear cómo funcionan? ¿Intentaron tal vez programar alguno? Tienen a su disposición un mundo ficcional, y necesitan buscar estrategias eficientes de interacción con el mismo. “Eficientes” significa varias cosas, y entre ellas se encuentra “que no se bloquee el CPU tratando de procesar todo al mismo tiempo”: es decir, aquella “hiperestesia” que amenazaba desde lo real. Literalmente las ficciones ahora padecen esa hiperestesia, y literalmente quienes desarrollan video-juegos tienen que buscar estrategias para trabajarla o caso contrario el video-juego no existe. De ninguna manera la ficción está libre de esa “hiperestesia”, y cabe preguntarse seriamente cuáles son las diferencias entre esa “optimización necesaria” del problema computacional y aquel riesgo “sensorial” que Luthor describe como uno de los límites que separa ficción de realidad.

    Otro ejemplo de problemas en aquel planteo de Luthor. Se trata de una experiencia personal. Hace algunas semanas, distendiéndome luego del trabajo y el año académico, me puse a ver por internet el video-juego “Half Life: Alyx“. El cuál, debo decir, es una maravilla de la tecnología. Sin embargo, tuve la muy triste experiencia de padecer un efecto colateral de ese modo particular de video-juego: me generó nauseas. No pude seguir mirándolo, aunque me encantara. ¿Y por qué no pude? Literalmente por hiperestesia. En este caso, mi sentido del equilibrio se vió afectado por estar viendo en pantalla completa un juego VR en dos dimensiones. Y eso sucedió sin que yo me “tildara” ni “me pusiera más lento”: mi capacidad de cómputo estaba intacta. Es un ejemplo de cómo la hiperestesia efectivamente es otra cosa distinta de la que habla Luthor, y entonces no es ahí donde está ese límite de la ficción que busca. Y que claramente hay hiperestesia en la ficción.

    El juego VR literalmente exige calibrar la experiencia sensorial; ya no estamos hablando de estrategias discursivas sujetas a interpretaciones, o referencias que requieran un nivel de entrenamiento cultural determinado para poder percibir con plenitud el recurso literario, sino de efectos biológicos directos. Y el caso particular del sentido del equilibrio es paradigmático: un problema también de la robótica y la cibernética. Sucede que (y esto también fue una experiencia personal, porque yo estudié robótica y quise programar inteligencias artificiales desde muy jóven), cuenta la leyenda, en la medida que se pretendieron hacer robots autónomos y/o humanoides, quienes los desarrollaban, al intentar copiar las características humanas, se fueron dando cuenta de que en realidad tenemos otros sentidos sumados a los cinco canónicos, siendo el del equilibrio uno de ellos. ¿Quién no vió algún video de un robot humanoide, siendo torpe y cayéndose sin poder demostrar el menor atisbo de equilibrio? Es típico que tomamos conciencia de estos sentidos sólo cuando los perdemos, y mientras tanto continúan operando “en segundo plano”, sumando datos para ser procesados, sin que nos demos cuenta. Y es difícil pensar cómo “la psique” regularía esos sentidos si ni siquiera nos damos cuenta que existen; entraríamos en el terreno de lo inconsciente.

    Pero no es todo. Otras cosas se pueden obtener de esos ejemplos. Los juegos 3D se la pasan haciendo “recortes” de “lo que se percibe”. En realidad, lo que hacen es recortes de lo que se procesa, y de cómo se visualiza. Y es muy importante prestarle atención a los algoritmos utilizados al caso, para entender la clase de problemas puntuales que se solucionan. Por ejemplo, siendo que la generación de imágenes es uno de los procesos más costosos (¿lo será también para el ser humano?) sólo aquello que está dentro del rango de visión se debe enviar a procesar para ser generado como imagen; la memoria volatil es más rápida que el disco rígido, de modo que todo aquello que pueda guardarse en memoria se pretende mantenerlo allí para poder ser accedido rápidamente, de modo que el CPU no deba quedarse esperando al disco rígido para poder terminar alguna operación (allí ya estamos hablando de interdependencia articulada temporal y secuencial entre diferentes componentes de un sistema); los espacios tridimensionales pueden ser muy grandes y tener muchos componentes para procesar en simultáneo, de modo que todo ese proceso (así como también la ya mencionada generación de imágenes) se acelera con hardware ad-hoc para que no “colapse” el CPU, y diferentes algoritmos permiten cargar en memoria diferentes fragmentos del mundo con diferente criterio, para no necesitar cargar todo junto; etcétera. Si bien claramente la materialidad es muy distinta, no parece haber grandes diferencias conceptuales con aquel “necesita hacer de la información proporcionada por ellos para organizar la experiencia y no colapsar” de Luthor. Y así planteado, se nubla mucho la diferencia entre lo que Luthor propone que hace la gente para acceder a la realidad y lo que las computadoras hacen para generar la ficción.

    Computacionalmente, los algoritmos de optimización de capacidad de cómputo, u otras optimizaciones, no sólo los implementan los video-juegos, sino que toda la informática está plagada de ellos. Por ejemplo, los videos que consumimos por internet tienen un grado tal de optimización que podemos ver cosas de altísima calidad transmitiendo un porcentaje fraccionario de los datos totales de tal visualización: se utilizan algoritmos predictivos, y de variaciones mínimas, calibrados para obtener calidades suficientes, que reconstruyan la imagen a partir de menos información de la que se disponía originalmente, y permitan un balance entre cantidad de datos que se transmiten y calidad del producto final. Literalmente se calibra si se usa más CPU, más internet, placa de video, etc. Y siempre con el horizonte de que “no colapse”.

    Otro detalle. Luthor dice que “por definición todo mundo ficcional es un mundo incompleto”, y contrasta eso con la verificabilidad de lo real. Pero esto es profundamente problemático. En primer lugar, se habla de manera inocente de verificabilidad con el ejemplo de los teatros de Shangai, intentando sostener esa idea con la expresión “vivimos en la certeza”. Frente a esto, me permito recordarle a Luthor que vivimos en un momento de la historia de la humanidad donde existe más información que nunca, más accesible que nunca, más fácil de compartir que nunca, y con un desarrollo de la ciencia y la técnica absolutamente estremecedor y maravilloso, pero así y todo fragmentos significativos de la sociedad mundial te discute que la tierra es plana. “Vivimos en la certeza” no da cuenta de lo complejo que es el problema de la verificabilidad de la realidad; más bien dá cuenta de sus límites, y convierte a la realidad en un caso particular de la ficción: algo con lo que estaría plenamente de acuerdo, pero que no creo sea lo que Luthor pretendía decir.

    Y no tan curiosamente los video-juegos también tienen cosas para decir al respecto. Quizás lo que dice Luthor con respecto a los límites de la ficción sea aplicable para la literatura o el cine, pero en los video-juegos existe la posibilidad de la generatividad: se vá generando, sin más límite que el que resistan los servidores y el software. Eso coincide con el universo real, donde el límite lo pone la física universal. Y, además, en un mundo de un video-juego uno puede ir a ver al código y a la memoria qué existe y qué no: algo bastante más eficiente y preciso que la verificabilidad de la realidad. Está claro que Luthor se concentra más bien en la idea del canon y el relato concreto; pero el canon es errático cuanto menos, y la ficción no se reduce al relato: dos aspectos que también coinciden con lo que llamamos “realidad”.

    Eso último es importante. Porque claramente se pueden hacer interpretaciones de a qué llamamos “límites de la ficción”. Y Luthor se amparó en un sentido común de verificabilidad para hablar de realidad, cuando a todas luces es un concepto en absoluta crisis, en todo el mundo, de la mano de fenómenos como la posverdad y los infinitos negacionismos reaccionarios de toda índole. Pero al mismo tiempo, Luthor se permitió sostener “no podemos afirmar ni negar la existencia de la localidad de Aldo Bonzi en los mundos ficcionales”, poniendo diferentes ejemplos, entre ellos Senfield: una sitcom que no pretende plantear ningún universo distante ni extraño, y de hecho transcurre en Nueva York. Luthor va a tener que hacer serios esfuerzos para convencer a cualquier persona poco comprometida con la crítica literaria de que “en realidad no existe Aldo Bonzi en el universo Senfield”; porque es el más elemental sentido común que sí existe. Y cierra esta propuesta afirmando que no se va a poder sostener la hipótesis Aldo Bonzi “hasta que una expansión de esos mundos ficcionales llegue hasta allí”. ¿Por qué lo menciono? Porque estas expresiones son claramente mucho más normativas que descriptivas de la ficción: si no un síntoma de que algo no anda bien con la teoría, al menos un pedido de concesión.

    “Vivimos en la certeza” se aplica perfectamente al decir “Aldo Bonzi existe en el universo de Senfield” para cualquier hije de vecine. Aquí, en esta dimensión del problema que se plantea para explicar el concepto de saturación, tampoco percibo ninguna diferencia entre “la percepción de lo real” y “acceso a la ficción”. Ni tampoco en la idea de “selección de escorzos y una gradual distribución de ausencias” (casi una descripción de lo que hacen los motores 3D de video-juegos), en especial teniendo en cuenta que en todo caso se depende siempre de una “enciclopedia personal” y una “divergencia mínima”: ambas cosas necesarias para entenderse a une misme y a les demás en la realidad.

    Etcétera. Esos son algunos puntos disonantes en el planteo del capítulo de Multiversos sobre Saturación. Puntos que, admito, recorto y focalizo para poder hacer mis propias interpretaciones sesgadas e interesadas. Y digo esto porque en líneas generales el capítulo es sólido, y el concepto de saturación es cuanto menos productivo. A mí me hace ruido porque es básicamente mi tema de estudio, y puedo afirmar con plena seguridad que caso contrario no tendría nada qué reprocharle al capítulo. Y me parece que todas estas divergencias pueden entenderse tirando del hilito de la “hiperestesia”. De hecho, me parece muy lúcido que hayan planteado esa barrera. Mi recorrido teórico fue similar, pero con la divergencia mínima de considerarlo problema computacional. Y así, para estos problemas, yo desarrollé otras herramientas, que no creo que compitan con el concepto de saturación sino que sirven más bien para integrar aquello que no queda satisfecho en las presentes críticas.

    Decía, yo partí también del problema de lo sensible, como Luthor pensó a la hiperestesia como peligro de lo real y límite distintivo de la ficción. Pero yo invertí la carga de responsabilidad del problema poniéndola en “la psique”, y no en “los sentidos”. De esa manera, en Feels Theory, interpreté a los sentidos como el input de un segundo componente de nuestra subjetividad, y pensé un poco en qué hace ese otro componente. Pero también pensé en qué hacen los sentidos, qué son. Mi objetivo fue lograr una teoría que explique algunos fenómenos contemporáneos y urgentes de disonancias para con la realidad (o sea, ficciones): en concreto, la posverdad. Por eso mi lectura está calibrada para percibir cosas como “verificabilidad ingenua” o “sentidos y capacidad de cómputo”. Sucede que interpretando a los sentidos como un input de otra cosa, puedo pensar problemas de esa otra cosa, en lugar de ponerme a pensar en las infinitas materialidades de cada posible vector de influencia (un trabajo análogo a la búsqueda de especificidad de Luthor en la ficción, separándola del medio puntual). Pero también partí de otros conceptos, basados en experiencias personales, y francamente pasionales. Y sucede que, si separo los sentidos del cómo se procesan, y los interpretos como inputs de ese procesador, en realidad ese procesador tiene capacidad para tomar muchos inputs diversos, y no necesariamente son sólo los cinco sentidos canónicos. En ese nivel, ¿qué diferencia hay entre los sentidos canónicos y cualquier otro input de ese “procesador”? Tal y como fuera el caso del equilibrio, que constituye “un sentido de segunda línea”, pueden existir muchos otros “sentidos”, entendiéndolos como inputs. Y como si fuera poco, este modelo también permite una recursividad: el output del procesador puede volver a ser input en un segundo tiempo. De esa manera experimentamos, vivimos, sentimos, a la ficción; y allí ciertamente hay lugar para “hiperestesia”. Y, como si fuera poco, un pilar de mi teoría es la idea de la verdad como sentido: algo que explica mucho mejor al “vivimos en la certeza” de Luthor que la verificabilidad de la realidad.

    Hay mucho para decir, y no lo voy a hacer en este texto. Pero puedo adelantar que a los algoritmos para procesar información los llamo “sesgos”, a lo pre-procesado guardado en “base de datos” los llamo “prejuicios”, hablo de “experiencias cognitivas”, separo las nociones de “información” y de “dato”, entre otras cosas más. Yo abracé el aspecto computacional para encarar a la ficción, al mismo tiempo que abracé a sentimentalidad, para buscar explicaciones nuevas a qué pasa con las personas en el mundo que conocemos, y poder desarrollar tecnología vinculada a ello. Por eso el subtítulo de mi libro es “desde la posverdad, hacia la sentimentalidad artificial”. Y desde ese lugar entonces pretendí introducir una lectura crítica de apenas unos pocos renglones, disonantes para mi paladar, del reciente trabajo de Luthor.

No es tanto tiempo

| October 26th, 2020

    Querida gente que viene después de mí. Les escribo algunas notas, apenas aprovechando una oportunidad, antes de que la vida me encuentre de nuevo sin el tiempo, ni las energías, ni tal vez la claridad, cuando no directamente la salud. Quería decirles algo desde hace mucho tiempo, para lo que siempre parece que no fuera el momento, que lo que voy a decirles no viene al caso de nada, que ya lo saben. Supongo que lo vamos a averiguar. Y es que la cuestión es, precisamente, acerca del tiempo.

    En este momento estamos atravesando la pandemia. Espero que sea “la” pandemia, y que no suceda lo que hace 100 años atrás pasó con “la gran guerra”; espero que no venga otra después, o incluso cosas peores, y que este evento que vive mi generación sea realmente una cosa excepcional, trascendente, histórica. Pero tengo la triste convicción de que eso no va a ser así, y que ustedes van a pedirnos explicaciones por el mundo de mierda que van a haber heredado; y que cuando eso suceda, mis hermanes, con mucha frustración y vergüenza, van a bajar la vista sin saber qué decirles. O peor aún, van a gritarles, defendiéndose, diciéndoles qué es lo que tienen que hacer y cómo tienen que vivir. O van a mentirles, mintiéndose también a sí mismos, desesperades, aterrades, echando culpas hacia todos lados, aferrándose a la fé lunática de sus ideologías moribundas como salvavidas en pleno naufragio.

    Lo siento mucho. Es lo primero que tengo para decirles. Sinceramente lamento que las cosas sean lo que son para ustedes. Sepan que no se lo merecen: no es su culpa, no es por nada que ustedes hayan hecho o dejado de hacer. Fuimos nosotres, les que vinimos antes. Cúlpennos a nosotres: por favor, déjennos al menos quitarles esa carga, permítannos al menos eso, si es que no podemos hacer nada más.

    Lo segundo que les pido que entiendan es que, se los juro, nosotres no sabemos qué hacer. Estamos improvisando, y no nos está yendo bien. Vemos al mundo destruirse más rápido de lo que llegamos a meterlo en nuestra cabeza, y nos vemos unes a otres sufriendo desconsolados sin saber cómo ayudarnos. No queremos morir, y sólo queremos una vida felíz y en paz, pero así y todo nos matamos unes a otres y a todo lo demás que nos rodea en una sucesión de infinitos accidentes que jamás aprendimos a controlar. La situación nos excede, y francamente nos excedió siempre. Es desesperante. Y les juro que hacemos lo que podemos, lo que nos sale hacer.

    Pero tengo algo más para transmitirles, y les aseguro que esto es mucho más importante para ustedes que unas simples disculpas o un poco de empatía. Tienen que saber esto: mi generación es hija del siglo XX. Y el siglo XX fue un absoluto y completo desastre. Mi generación, como la de ustedes, heredó un mundo que iba a toda velocidad hacia el desastre. En eso les entiendo, y por eso les escribo: porque tengo reflexiones al respecto, y estoy haciendo lo que esté en mis manos para que ustedes no tengan que vivir las mismas cosas que a nosotres nos marcó tan para mal. Ese demente a los gritos, esa señora que se larga a llorar sin saber qué decir, ese viejito que les agarra fuerte el brazo con miedo desesperado a la muerte y a la soledad, alguna vez vivió eso que están viviendo ustedes ahora, y nunca lo resolvió. Sé que es horrible, lo sabemos todes les que heredamos el siglo XX, les que tuvimos la responsabilidad de construir el siglo XXI, y que fracasamos.

    Cuando llegó nuestro momento, el mundo nos dió a elegir: mierda, o mierda. Y ni siquiera eso: la verdad es que no había dos opciones. Yo nací en 1982, y para el 1989 ya había una sola. Yo no le hice dos guerras mundiales a nadie, no tiré ninguna bomba atómica en ningún lado, no llevé adelante ningún Plan Condor ni ninguna proxy war: y sin embargo yo tuve que pagar la cuenta de todas esas cosas. Y no sólo eso: me dijeron todos y cada uno de los días cómo tenía que hacerlo, qué cosas estaba bien y mal elegir, cómo tenía que pensar. Me dijeron que sólo podía elegir al capital: ya sea el de Smith, el de Marx, el de Keynes, o el de Hayek; y cuando dije que no, se burlaron de mí, abusaron de mí, me humillaron frente a todes, e hicieron de todo para doblegar mi cuerpo y mi alma. Me castigaron cuando soñé cosas mejores y distintas. Me respondieron con violencia cuando les dije que creía en mis ideas. Y ni siquiera me ofrecían el exilio: me amenazaban con la prisión o la muerte si no hacía caso, y me decían que no tenía ningún lugar a dónde ir, que el mundo era uno sólo.

    Mi historia es la de todes mis hermanes. Poques la atravesamos con cordura, difícilmente podemos decir si en verdad no estamos loques. Tenemos miedo, a les demás y a nosotres mismes; nos cuesta infiernos distinguir amigues de enemigues, y encima el siglo XX se ocupó también de matarnos la fé. Yo soy un bicho raro al que todavía no lograron quebrar. No sé por qué, no importa mucho; somos algunes, ni de casualidad mayoría en nada. Confío en poder vivir hasta el último día de mi vida con lucidez espiritual plena, pero la verdad es que no puedo asegurarlo. Así que déjenme transmitirles esto último, antes de que tal vez no pueda hacerlo más.

    Sepan esto, gente que viene después de mí: todo este pandemonio tiene un defecto secreto, que no se nota mucho, pero que una vez lo pude ver. El secreto es que no es tanto tiempo.

    Desde la revolución industrial para acá, todo vá más rápido día tras día tras día tras día. Hoy estamos en la era de la información, en la que mi generación puso tantas esperanzas, tan sólo para ser nuevamente sometida y humillada por las mismas fuerzas enfermizas de siempre: hoy internet es nuestro gas mostaza, nuestro bombardero, nuestra bomba atómica; la misma internet que iba a unir y liberar al mundo, y que terminó esclavizándolo y dividiéndolo como nunca antes, tal y como pasó con las maravillas científicas y tecnológicas de todo el siglo XX. Caimos en la misma trampa. Y repetimos el mismo pecado de duplicar y triplicar y cuadruplicar la velocidad de todo. Y les juro que no nos dimos cuenta hasta no tener al mundo en llamas preguntándonos qué carajo fué lo que pasó.

    Y es que no es tanto tiempo. Hace un par de días hablaba con una amiga, y ella me decía preocupada: “la revolución francesa no fué un evento único y rápido; desde el primer evento al último pasaron como setenta años, y esos setenta años fueron de monarquía absoluta, les primeres que se levantaron terminaron todes muertes”. Ella temía un nuevo período oscuro para latinoamérica. Y fue entonces cuando le dije que entre el primer gran gobierno argentino y el siguiente pasaron también básicamente la misma cantidad de años, que no es tanto tiempo. Ayer fué un día histórico en Chile: 80% de les chilenes en todo el mundo votaron que quieren otra constitución, diferente a la que les dejó Pinochet. Chile fue el gran ejemplo de éxito neoliberal para el mundo, y especialmente para latinoamérica: Chile era lo que todes les demás debíamos ser. En Chile, básicamente, la macroeconomía daba siempre positivo, mientras que les chilenes vivían en la más demencial desigualdad. Eventualmente, con la educación y la jubilación privatizadas, mi generación de chilenes se encontró teniendo que mantener a sus hijes y a sus padres, además de a sí mismes, todes sometidos bajo deudas imposibles de pagar. Más de 30 años soportaron eso. Y no es tanto tiempo. Y fue suficiente para que una chispa de treinta centavos saque a la calle 5 millones de personas a protestar en un país de 15 millones. Hace poquitos días el pueblo boliviano votó al MAS, el partido de Evo Morales. A Evo lo echaron a tiros hace un año atrás, en un golpe de estado articulado por la Organización de los Estados Americanos, donde literalmente quisieron matarlo. Evo transformó Bolivia de una manera tan épica que probablemente haya pocos registros históricos comparables; vayan a leer libros sobre lo que hizo Evo. Y hace una semana atrás decían que sus rivales tenían chances, que Evo la tenía difícil; ganó en primera vuelta con el 55% de los votos, con veintipico de puntos de distancia. Parecía que habíamos perdido latinoamérica hace apenas dos años atrás, un año atrás, unos meses atrás; latinoamérica parecía hundida en el peor oscurantismo, y hoy tenemos progresismo y humanismo latiendo en sincronía sobre las reservas más grandes de litio del planeta.

    No es tanto tiempo. Lo que pasa es que nos dicen que estamos apurades, que esta es la última batalla, que es a todo o nada: que todo es vida o muerte. Nos dicen que es acá y ahora, urgente, que nos prendemos o nos lo perdemos. Nos hambrean para que nos lo creamos, para que sea real la amenaza de morir. También nos dicen “revolución”, pidiéndonos que seamos mártires, y nos cagamos encima parados porque de la adrenalina no nos podemos ni sentar. Nos dicen cómo es nuestro tiempo, qué hacer con nuestro tiempo: que no tenemos tiempo. Nos meten miedo con el tiempo, nos obligan a decidir desesperades, y así es como decidimos locuras. Y es que no es tanto tiempo: el que tenemos que aguantar, el que tenemos para dar. Entre el primer y último evento de la revolución francesa pasó una generación; entre el primer y segundo buen peronismo pasó una generación; decile a la gente del 1900 que en una generación íbamos a, no sólo volar, sino directamente caminar por la luna. Imaginate las caras de todes eses cuando les decís “una generación”. Decíselo a la gente del primer peronismo. Decíselo a la gente que llora les muertes de los primeros levantamientos en Francia, a les que se someten al miedo. “Una generación”. Hablale de la luna al que todavía limpia las calles de bosta, y que en poquitos años va a vivir una masacre tan espeluznante e inimaginable que no entra ni en pesadillas. Mirales las caras. ¿Conocés esas caras? Si, es la misma que te ponen mis hermanes cuando les hablás de tus sueños.

    Yo me dí cuenta que no es tanto tiempo. Lo cuál es fácil de decir con la panza llena, está claro. Pero, como imagino que ya debés estar viviendo vos también, la sociedad se las rebusca para que incluso así no puedas sentarte a considerarlo. Y por eso aprovecho el poquito tiempo que tengo para dejarte este mensaje, que un poco es de esperanza, pero fundamentalmente es de cordura: sabé que no es tanto tiempo lo que piden los sueños, apenas una que otra generación haciendo lo suyo.

    Yo voy a hacer lo mío. No creo poder hacer mucho, pero igual lo voy a intentar. ¡Y no te das una idea de los sueños que soy capaz de abrazar!: si supieras te caés de culo. Yo sueño con mundos y galaxias, con gente que vive lo que viven las lunas y los soles, con ser parte de las fuerzas en el cosmos que todavía no tienen nombres. Sueño con cosas super chiquititas que terminan cambiándolo todo para bien. Yo soy futurista, ¡mañana es mejor!, y sueño con mil mundos posibles e imposibles, todos juntos y al mismo tiempo. Así que sé muy bien que no voy a ver nada de mis sueños más allá de en mi propia imaginación. Algunas veces eso se sintió triste. Pero tengo también la intuición de que algo en esos sueños logró que tantos matones y tanta demencia junta en el mundo todavía no logren quebrarme; mis sueños siempre fueron parte integral de mi rebeldía contra un mundo hostil y despiadado, así que les estoy muy íntimamente agradecido. Y la parte más felízmente extraña en eso es que, si lo pensás un poco, en definitiva vos sos parte integral de mis sueños, así que en realidad es a vos a quien le agradezco. Por ahí les humanes somos apenas eso: sueños que sueñan con sueños, que duran lo que duran, y se sienten como si tuvieran sentido aunque si los decís en voz alta suenan como absolutas locuras. Como sea, también por eso te digo que cuando todo se vuelva infernal, le prestes atención a lo que vos soñás, sin importar el tamaño ni el sentido, y que tengas cuidado con cuánto tiempo parecen necesitar.

    Pero te decía, yo voy a hacer lo mío. Voy a apostar a ser solidario con mis hermanes, para que la realidad sea un poco menos enferma; al mismo tiempo que voy a intentar construir herramientas para que tu generación tenga más opciones de las que tuvo la mía. No tengo dudas que voy a fracasar, pero mi plan es construirles a ustedes los planos de una nueva ciencia para una nueva y mejor era de la humanidad. Son sueños: ni más, ni menos. Ojalá pudiera darles algo más. Pero sabé que algunes intentamos dejarles un mundo mejor del que recibieron, como pudimos, así como intentaron muches de los que vinieron antes que yo; sépanlo cuando crean que están soles, o loques, o que la historia termina ahí donde están ustedes. Ahora les dejo, que es su tiempo, y el mío terminó.

    Odio trabajar. Cada mañana que me levanto para ir a trabajar, desde hace ya muchos años, me siento un esclavo. Y tengo algunas cosas para decir sobre ese sentimiento.

    Lo primero es la necesidad de abrir el paraguas frente algunas situaciones inminentes de una declaración como esa. Sé muy bien que soy un absoluto privilegiado, en muchos sentidos. Mi vida diaria no es la de un trabajador de la zafra, ni mucho menos la de los históricos e icónicos trabajadores negros esclavizados en todo el mundo durante los siglos inmediatamente anteriores al actual. Soy varón, blanco, cis, que tuvo acceso no sólo a la educación sino también incluso a la vivienda, que fue criado con amor por una familia presente, que tiene amigos, y que tiene proyectos (en plural) de vida. Además, como si eso fuera poco (que no lo es), puedo también vivir de mi sueldo, e incluso darme el lujo de que mi esposa no esté obligada a trabajar para poder mantener económicamente nuestro techo. Formo parte de un porcentaje muy bajo de gente acá en Argentina, y encima tuve la suerte de formarme en informática, que es un ámbito laboral con mucho empleo legítimo actualmente en todo el mundo, y sin miras de que eso caiga con el paso del tiempo (sino muy por el contrario, sólo va a crecer). Y no solamente me encuentro con todas esas virtudes en mi vida, sino que además se dan otros detalles que hacen muy culposo afirmar algo como lo que arranqué afirmando en este post: no creo poder encontrar un trabajo mejor que el que tengo ahora. En mi trabajo actual, ya lo dije, me pagan bien; pero es además intelectualmente estimulante, me veo frecuentemente trabajando en proyectos de orden técnico cercanos a las vanguardias tecnológicas del rubro, es además un espacio con mucho futuro, pero por sobre todas las cosas trabajo con gente que no sólo es muy capaz sino que también es muy comprensiva y humana. Básicamente no debería poder quejarme. Y sin embargo, acá estoy.

    “No debería poder quejarme” es de hecho parte importante del problema. Pero creo poder llegar a eso más adelante. Con todas sus virtudes, mi trabajo es también exigente, al punto tal de que mis responsabilidades incluyen guardias pasivas 24/7, y no creo estar haciendo algo que para la sociedad sea TAN importante. De hecho, no lo es para mí. Trabajo de devops, y como ingeniero de live streaming. Me ocupo de que señales online permanezcan online. Y, francamente, no me importa mucho si permanecen o no online. Soy responsable, me ocupo de que lo que me piden se cumpla y que todo funcione bien, no sólo por mi trabajo sino por el de mis compañeres. Pero tanto mi cabeza como mi corazón están en cualquier otro lado. No me importa si alguien está mirando un partido de futbol y de repente tiene un microcorte, o si esta persona se ve en la insoportable necesidad (dios nos guarde) de cambiar de señal para poder seguir viendo el evento. No me importa si esa persona pagó o no por ese servicio, no me parece un acto de suficiente autoridad como para justificar ninguna urgencia real (como sí podrían serlo vidas en juego): hoy hay un partido de futbol, pero mañana hay otro, y después otro, y después otro; y hay repeticiones, y hay comentarios en diferido, y análisis, y gente hablando hasta el infinito sobre el tema, y con todo eso entonces el valor del constante “acá y ahora” es un absoluto fetiche que en definitiva somete a una larga lista de trabajadores vinculados a que todo ese aparato demencial continúe funcionando.

    Es apenas uno de los casos molestos en mi trabajo: los eventos deportivos. Hay muchos otros casos, también todos particulares y aislados. Pero en cualquier otro trabajo de mi gremio me voy a cruzar con las mismas cosas: todo ya, todo urgente, todo más rápido que ayer, porque sí. Las expectativas de mis superiores son lograr aumentar la velocidad con el mismo hardware, para poder subir la escala (o sea, más cantidad y más velocidad) a un precio accesible; combinen eso con la captura y gestión de datos de consumo, y se pueden especular “productos” futuros que se pueden vender a partir de estas tecnologías, y así crear otras tecnologías que sigan el mismo ciclo, y eso al infinito. Mis compañeres de trabajo también, en general, se forman y practican para ser parte de esos ciclos. Y no veo a nadie decir “no, paren, esto está mal”. “Nada de esto es urgente”. “No hace falta más escala”. “No hace falta más barato”. “No hace falta más”.

    En mi gremio, hoy por hoy, las métricas lo son todo. Lo que hace la gente predice lo que hará la gente, y eso determina en qué invertir dinero, y cálculos de dineros futuros, y cosas por el estilo. La clásica lógica empresarial, como siempre condimentada con ciencia para el trabajo y pseudociencia para la gestión, pero ahora con data de los usuarios en tiempo real. Es más fácil que nunca para los directores pegar volantazos con decisiones abruptas que significan el quehacer diario de los trabajadores, los cuales nos vemos zigzagueando todo el día entre mandatos nuevos sumados a las responsabilidades de siempre, para después ir a dormir pensando en los zigzags de mañana. Llegamos a casa cansados, sin energía, preocupados, y tratando de que el tiempo nos alcance para descansar así no nos enfermamos. No podemos dedicarle el tiempo que quisiéramos a nuestra familia, a nuestros amigos, ni mucho menos a nuestros proyectos cualquiera fueran. Y por supuesto que todo esto sólo se vuelve más difícil de sostener a medida que nos hacemos más viejos y nuestros cuerpos se van degradando.

    Podría decir mucho más, con mucho más detalle, pero prefiero volver al inicio: “no quiero trabajar”. No es que “no quiero trabajar en mi trabajo actual”, sino que no quiero trabajar, a secas, en absoluto. El síntoma más inmediato de mi problema es que al final del día siento que me paso la vida haciendo cosas que no quiero hacer, porque la alternativa es ir a parar a la calle. No quiero depender del trabajo tal y como lo conocemos para comer y tener techo. Siento que toda mi energia física e intelectual está al servicio de mantener y perpetuar un pandemonio kafkiano que tiene como novedad deshumanizante una supervelocidad cada vez más digna de ciencia ficción. La tecnología que todo lo acelera facilita también que eso sea masivo y hasta normal. Y las predicciones que se realizan con la data que yo ayudo a automatizar son para inversiones y ganancias, no para la salud de las personas y de las sociedades en general. La ética no es un problema más allá de la legalidad para todo este aparato, y en él me siento un agente del cinismo y la distopía. Así que no quiero ser un trabajador asalariado, del mismo modo que tampoco quiero ser un empresario. Siento un profundo desprecio por el concepto capitalista y/o contemporáneo de “trabajo”.

    La velocidad es parte del problema que vivo yo y que vive mi sociedad. Vivimos en una era donde el tiempo es el “bien” más escaso que tenemos, pero también eso es así porque el mismo sistema generó semejante situación. Nada objetivo o natural nos obliga a ir tan rápido en la generación de pavadas como el evento deportivo “en vivo”, es todo un constructo de urgencia cultural. Estupideces como esas se dicen que “generan trabajo”, del mismo modo que a mis modificaciones tecnológicas para que todo eso funcione se les dice que “agregan valor”. El capitalismo contemporaneo es básicamente un gigantezco esquema Ponzi, donde la producción tiene mucho menos qué ver con el valor que fenómenos tales como el sentido de pertenencia. Mi amigo Ezequiel Vila incluso afirma: “el capitalismo nunca pasó por la producción, sino por el consumo”. Y hoy, siglo XXI, no parece haber opción a ese sistema. Es que el concepto mismo de “producción” actual es incluso poco serio: una cosa es producir comida y ropa, o hacer casas, o cualquier elemento material que a uno se le ocurra, con diferentes grados de complejidad involucrada; otra cosa es el trabajo intelectual, las relaciones humanas, la generación de información, y demás. Hay niveles diferentes de producción sometidos a diferentes regímenes y dinámicas, y con diferentes fines; pero no manejamos diferentes teorías del valor para casos diferentes. Y eso viene también al hecho de que la economía en rigor se supone que está ligada en su caso de uso más elemental al fenómeno de la escases, cuando nuestras crisis económicas de hoy más bien se vinculan a todo lo contrario: sobreproducción.

    Son muchos los aspectos contemporáneos que nos hacen dudar muy fácilmente del capitalismo en general; no por nada está en crisis de credibilidad en todo el mundo. Pero quiero dejar anotado apenas uno más, vinculado nuevamente a la tecnología: hoy muchas cosas están resueltas, o se resuelven muy fácil, pero de una manera u otra se limita el acceso a todo eso. Desde querer controlar las copias digitales, a que no te atiendan en un hospital, no es un problema de falta de recursos o medios, sino de que el sistema requiera que vivamos necesitados de sus variables y sus dinámicas para poder perpetuarse. Eso no es ni eficiencia, ni productividad, ni mucho menos ética: es un control misántropo y nefasto de las sociedades.

    Todo eso es en general los clásicos problemas de la clase obrera y su relación con la plusvalía, reeditados en la contemporaneidad. Está todo directa o indirectamente en Marx y compañía. Quiero decir: no es nuevo como problema. Lo que es novedoso es la magnitud de algunas cosas. Pero por esto me parece muy sintomático que “no debiera de poder quejarme” porque “hay gente mucho peor que yo”. Hay toda una cultura que defiende esas cosas de las que me quejo, y que censura la crítica, desde la misma gente que la padece, aún cuando está más que claro que las cosas andan mal. Algunos dicen que “no podrías vivir sin trabajar”, otros que “el trabajo dignifica”; otros directamente reaccionan a la defensiva y se ponen a hablar de cómo el comunismo no funciona, que “los paises en serio” cosas, y muchos otros etcéteras. El mismo marxismo frecuentemente sostiene la necesidad de la identidad de clase y la identificación para con el trabajo, dos planteos que también considero parte del problema. Lo que necesitamos es reentender qué significa “trabajo”, y cuál es la relación que eso tiene para con la sociedad en general.

    Observen por ejemplo la siguiente reflexión informal, de hace como diez años atrás:

Lo conté un montón de veces, lo plantié un montón de veces, y lo sigo sosteniendo. A no ser que me traigas alguna forma de conocimiento que se auto-aprende o algo por el estilo, por ósmosis, aprender es el producto de un montón de trabajo. Trabajo que, sí y sólo sí la Universidad tiene alguna función social por fuera de la creación de aristocracias, hoy es no sólo en negro sino directamente no remunerado.

Sí, estoy diciendo que a la gente que estudia hay que pagarle para que estudie; en lugar de, al mismo tiempo, como estamos acostumbrados, obligarles a que en paralelo se rompan el orto también “laburando” y tratando de, al mismo tiempo, tener una vida por fuera de esa trituradora.

    Ya por aquel entonces tenía en claro que estudiar es un trabajo. Todavía el big data era un término apenas para entendidos, y si le querías explicar a los demás que la gente utilizando cosas gratuitas estaba generando información y conocimiento (o sea, estaba haciendo un trabajo), se reían de vos. Hoy el que no sabe eso es considerado un analfabeto para lo que es la política contemporánea.

    Con el trabajo científico y tecnológico hemos logrado maravillas impensadas hace apenas décadas atrás, y hasta logramos que la colaboración en la generación de información sea trivial; pero así y todo seguimos pensando en términos absolutamente obsoletos en relación a lo que es nuestra capacidad real de trabajo, como si todo tuviera qué ver con “generar capital” o “agregar valor”. Hoy, “generar capital” es poco más que “boludear”, porque está directamente determinado por la idea de “consumir”; y las relaciones de sometimiento laboral tienen mucho más que ver con generar una escases inexistente que lleve a una competencia entre pares mucho antes que con una distribución de ningún tiempo ni fuerza de trabajo escasos. Pero así y todo, cuestionar la idea de “trabajo” sigue siendo alienígena cuando no directamente tabú, y lo mejor que se puede esperar al hacer eso en público es que apenas se rían de uno.

    Como sea, mi idea de lo que hacemos cuando “trabajamos” en términos capitalistas es muy diferente a lo que estoy acostumbrado a escuchar en mis pares. La única urgencia real que tiene la humanidad en general es la muerte: es lo único que hace del tiempo un bien escaso en términos objetivos; y en lugar de poner nuestra fuerza de trabajo en resolver ese problema (extendiendo la vida por tiempo indeterminado), lo que hacemos es dedicarnos a generar sedantes (químicos y culturales) para mantener las relaciones de dependencia y sometimiento brutales que ya conocemos, como si la vida fuera eso. Si los mismos modelos actuales de generación de información (no necesito ponerme a pensar ninguna ciencia ficción) los aplicamos a problemas reales, se obtienen soluciones teóricas complejas en tiempos que en otras épocas sólo podrían ser calificados de fantásticos, y sólo resta llevar esas soluciones al laboratorio (tarea que también imagino que puede ser automatizada). Con lo cuál, “trabajar” pasa a ser poco más que dedicarse a pensar e interactuar con los demás, sin urgencias demenciales ni sometimiento deshumanizante. Y sin “capital” qué generar.

    La gente que me conoce sabe que puedo estar todo el día haciendo cosas, de diferente naturaleza: ciencia, arte, tecnología, o incluso compartir ocio, durante todos los días de mi vida. Y aún así, casi todas mis actividades extralaborales podrían calificarse hoy por hoy como “improductivas”, porque son todas sin fines de lucro. Y es que allí hay una de las claves oscuras que nos dejan ver cómo se esclaviza a la gente en el capitalismo: no existe “no hacer nada” en la vida; uno siempre está haciendo algo, esté o no “trabajando”, y el big data es prueba suficiente (y objetiva) de ello. “Algo productivo” es absolutamente contingente a las reglas de cada sociedad, no del capital, y es perfectamente pensable una sociedad donde no sólo no hay que dedicar la vida a generar capital, sino que tampoco hay por qué estar sometido a regímenes de trabajo que deban constituir ni una tortura ni una identidad ni nada de lo que constituyen hoy.

    Pero no quisiera dejar pasar otra reflexión, atacando la cuestión de “trabajo para no ir a parar a la calle”. También desde hace tiempo estoy convencido de que el gran problema con la pobreza en el capitalismo no es la “pobreza” en sí. No es tener pocas cosas, ni que muchas otras sean lejanas e inaccesibles. Yo no tengo problema con vivir en una casa pequeña, con la comida medida, usando la misma ropa hasta que se necesite cambiarla, sin lujos ni privilegios: mi problema con la pobreza es que sin dinero no puedo pagar la casa, ni la salud de mi familia, ni puedo comunicarme con la gente que se comunica utilizando tecnología, ni puedo acceder a un montón de conocimientos que me interesan para los quehaceres que realmente satisfacen mi vida (investigación, desarrollo, y solución de problemas reales). El problema no es la escases, sino el desamparo: el problema es quedarse sólo, sin nadie que a uno lo ayude, sin herramientas ni esperanzas. Y esa es la amenaza de la pobreza. Una amenaza enteramente generada por el capitalismo, para mantenernos pendientes del horario laboral y el consumo hegemónico. Es una forma muy cruel de sometimiento y de tortura.

    Repensando algunas nociones claves de nuestro quehacer diario (siendo el trabajo una de ellas), lo que obtenemos son críticas muy incisivas a muchas ideas instaladas desde hace generaciones. Lo que necesitamos para hacer eso no es ser grandes sabios cultos e iluminados, sino honestidad intelectual y espiritual para dejar de defender los sistemas establecidos e impuestos sobre nosotros. Yo propongo pensarnos todos los días como eslabones entre un pasado que no elegimos y un futuro para con el que somos responsables y sobre el que vamos a tener que dar explicaciones. Ese, me parece, es el camino para construir opciones al capitalismo, que no requieran armar un binarismo con el comunismo, ni que nos lleven a coquetear nuevamente con el fascismo como hoy está sucediendo por todos lados.

    2019 was a dark year for Free Software. Its enemies grow stronger every day, the once clear lines that show where are its allies are slowly begin to blur, but more importantly (and tragically), its leaders are falling from grace. And all of this is happening even when GNU/Linux is running everywhere, being used more than ever, and monsters of old like Windows or MS Office are suffering the rapid loss of relevance in the IT world. Their souls somehow manage to flee from their rotting carcasses and into their enemies bodies, and so today we have RedHat as a little software toy for IBM, while Mozilla keeps on losing user base behaving like if it were a for-profit company and Canonical keeps on working closely with Microsoft from years now. That list of fallen champions is long, and techrights is full of data about it. Yet, 2019 marks the year even our institutions are crumbling, with a quiet and polite Trovalds getting older faster than ever, and Stallman socially cancelled and out of its chair: not even the Linux Foundation or the Free Software Foundation are safe places for us anymore.

    Many of us don’t know what to do about it, and so we struggle in uncertainty to find some solid ground where to take a breathe and think calmly for a moment about the future. But it all feels like quicksands everywhere, and standing still feels as dangerous as moving.

    However, if one takes some distance from all the mess, this is actually some kind of worldwide trend about mostly anything you can imagine. The world itself is in crisis, and in every sphere of human praxis we walk between ghosts of the past and shadows of a gloomy future. It doesn’t matter if you’re a physics theorist or a plumber, you most likely gonna deal with the current crappy state of affairs around you: be it financial, sociologial, environmental, or any other kind. Few things are really ok this days.

    There are several reasons why I start by saying all this. The first one that comes to mind: this is pandemic, and not really anybody’s fault (in the sense that is bigger than ANY of us). We’re just people, doing people stuff, and shit happens to us. Nobody of us has all the variables in its mind, or have all the time in the world to think about every move. That’s how life works, and what we do about it is keep on going: as simple and as difficult as that. So, in a way, we also know what to do with our loved movement, with or without the FSF, RMS, or whatever we decide to use tomorrow to mark the path.

    But there’s another, more important reason to bring all that up. Last days, there were two guest articles published in techrights (“Plans that worked“, by figosdev, and “FSM out of the box“, by Jagadees) which I want to add a few things in response. And what I want to add is some political aspects of the Free Software movement for us all to discuss. Yet, I don’t want a point by point response, but a more conceptual one. I would like to give some perspective about the future of Free Software, from a political point of view. And that’s where the rest of the world comes in.

    See, discussions about Free Software usually go over either technical aspects of software, technical aspects of FSF’s four freedoms, or technical aspects of licensing. Obviously those issues are tightly coupled themselves, and so it’s expected to happen. And I believe Jagadees was right when she/he said “we have to think from a user’s rights perspective and mobilise users of Free software”. However, I also believe she/he was wrong about the characterization of users rights, and I’m actually against her/his claim of “no need for new laws or regulations”. It’s important to explain why. And for that I’m gonna take a few detours. But we’ll be back on track later, I promise.

    As said before, there’s crisis everywhere. The world is a mess. The status quo is crumbling no matter where you look at, and so everybody embraces their ideologies of old as lifeguard rafts in the middle of the ocean. So much is like that that even capitalism itself is taking lots of punches lately, and suddenly we have the ghost of socialism floating around the cities of even the most powerful countries in the world, as if the cold war had never truly ended. Some see this ghost as China and Rusia gets stronger and smarter, but others as capitalism grows tiresome day after day for whatever the reason. Seems that having no alternative system is not really helping to get any peace anywhere. And when somebody brings that up, with all the problems it carries, from the left or from the right there’s always some people happy to tell you with a smug and disapproval face: “It’s the economy, stupid”.

    Here’s my answer to that people: “tell that to Chile”. Go on, take a look at what’s happening there, in that capitalist oasis created in the 80’s as example for the world. Their economy is great: at least from the macro indicators. And yet, 1.5 millon people go to the streets in a country of 15 million, because “fuck that, life sucks anyway, we had enough of this”. Leftist people tends to celebrate what’s happening in Chile this days. Then’s when I also say this: “tell that to Bolivia”, where they live the most groundbreaking economical achivements of their history, with non-interrupted growth for more than a decade, and all that under a socialist flag. Yet, no matter how prosperous it may be its economy or social investment, Bolivia falls under a coup like nothing, and hateful people fills the streets in a maniac racist and anticomunist spree. Then all stop smiling, and we can say: take a look at Brazil, what they did with the former presidents and what they have now; the same stuff was done in Paraguay years before. Take a look at Colombia, Nicaragua, Guatemala. Go check it out. Remember Maduro and Venezuela? Remember their imminent fall, with the US and the EU and the UN against them? They’re still there, while others have fallen. Try to explain what’s happening with your old-school economical tricks. Then you may say “well, that’s LATAM, that’s how third world works”. But if you go take a look at France, you find her full of conflict. Take a look at England, with all their brexit crap. Take a look at the extreme right-wing movements growing in France, Italy, Spain, or even the very taboo Germany. Is that the third world? And they’re not even the ones with their ex-reality-show-runner president ruling from Twitter like if the world were some kind of videogame! Have you not seen those videos of the skinny polar bears? Even the artics are a mess. And please, PLEASE, I beg you, let’s just not go to the Middle East or Africa…

    My answer to that people is quite simple: “no, it’s politics, you god damn insensible brute”. It was never about any technical issue: not economical, not ideological, not sociological, not religious. It’s always a mix of it all, and much more than that. It involves everything that has remotely to do with people interacting with each other; which is the very basic definition of “politics”. Unless you’re nomad somehow, you live somewhere, and so even if you fart is a political issue. Hell… you’ll have that problem even if you’re not living anywhere! And that’s how modern life works. Whatever you do, the other is the limit. Which is a VERY problematic limit, as everyone is different; and we already tried all the tricks in the book to try to generalize people, without success.

    Modern life also had to deal with its own inherited crap from ages before her. The discourse of method is one of those things. See, if you take a look around, everybody seems to be looking for a definitive way to mine some truth from reality that help them keep their sanity. Since Science was invented, everybody wanted a piece of its security and reliability. But that kind of truth is also what gives people faith, hope, and direction in life, so Science is really sexy. And so we HATE SO MUCH lies and being wrong in modern life: it make us feel powerless fools. However, modern life has lots of proven wrong ideas. Science itself has its own share of big bad crimes, and with all our achievements we’re still trying to figure out how to deal with each others. And guess what: there was no ultimate method for anything.

    Ideologies are probably nothing but that: another instance of science ideals taken too far, mixed up with that old need of controlling others. They (the ideologies) are of course part of the problem. Yet their role of explaining how we should behave make them special. Today, we cannot escape to think if this or that is “good for the market”, or “good for the people”, or “good for the nation”, as if those where crucial parameters. And we’re now stuck in that when we think about society.

    But enough random ramblings, let’s take from that and go back to Free Software. I remember once RMS saying that people usually asked him if Free Software movement were about left-wing or right-wing politics. And he answered this: “it actually has things of both”. Which is weird to think about in a polarized world. Yet, he was a weird man with weird ideas. In that same meeting, he explained to all of us present that our country (Argentina) was wrong about using a single unique ID for all of their citizens (“DNI”, “Documento Nacional de Identidad”, “National Identity Document”). It was really weird, as I used my DNI for my whole life, and none of us could imagine a life without it. Then he told us, whithout us asking: “I know for a fact it’s not necessary to have a single unique ID, because I come from a country that doesn’t have such thing: we use many IDs”. He explained us that the DNI was a tool that gave too much power to the state over us, which is a wrong thing in itself.

    And that was unexpected: we were suddenly talking about the power we give to the state, in a meeting where everybody was asking if this or that distro was ok to use, or if this other software was good or bad. It wasn’t unexpected for my friends and I, as we were from an humanistic university and politics is very much what we deal with every day: but for other lots of people it was strange. RMS always knew, and obviously still knows, that Free Software Movement is a political movement before any other characteristic. And yet, even when my friends and I were no stranges to political debate, RMS words were still weird, and even kinda silly: he was trying to address Software Freedoms in the Universal Declaration of Human Rights, which by us was too much and actually ridiculous.

    That was about 2009, maybe 2010. I myself always had all sorts of ridiculous political ideas, so I didn’t cared too much about that. But others did, and finding something ridiculous was important for them: they considered their activism a very serious thing, and so didn’t wanted to be looked at as silly crazy people. That alone caused distance from FSM and other movements there. Can you imagine trying to explain the importance of Free Software to people fighting against local hunger? We’re talking about a target people with barely access to clothes. And even speak to them about Human Rights from Free Software? Trust me, the polite ones just smile a little in disbelief and just walk away.

    A decade later, the world is full of noise. Bad noise. And Stallman “silliness” is no longer funny. And so this decade finds us troubled about the future of FSM and what to do about it. Jagadees tells us to focus in users rights, and I fully agree. But there’s a problem: that “rights” thing… I don’t think that word means what you think it means, Jagadees. See, there are big operational differences between “freedoms” and “rights”: freedoms are practiced, while rights are enforced. And in modern life, the enforcers of rights are the States, and they do that by the body of local and international law. You don’t have any “right” regarding the four freedoms whithout the GPL working as expected; which is by itself also kind of a response to figosdev.

    Rights are not the same as Freedoms. They may look alike, but they’re not the same. Here in LATAM we know the difference very well, as a result of our XX century history. Here, “freedom” means “free market”, and we have learned to hate that word. “Freedom” is written with glowing ink in the banners of neoliberalism militants here. Shitty people use that word here to justify hunger policies. That alone should be enough, but sadly is not all. Freedom’s also the very slogan of the other side of that coin: the guerrilla. All LATAM had their freedom fighters, battling oppression with militaristic tactics. I don’t exaggerate when I say “freedom” here may mean sorrow and despair. For us, the feeling over that word is the same as the one with any other lie in modern life: it makes us feel powerless and fools. And so we also have this tendency to give the state more power, so it can enforce our rights over the freedom of the people much more powerful than us. We don’t want freedoms, we want rights.

    The State is our modern tool for real power. Neoliberalists say that’s the root of all of our problems, and we (as in “me”) anti-neoliberalism say otherwise. Those are two poles of an unsolved worldwide debate. One of several, but a very heated and central one today. And the very concept of “rights” is in the middle of it. But it wasn’t always about neoliberalism. Before it, “rights vs freedom” was in the very core of the cold war, and even before there were just two poles but three: fascism was also an option during WW2, and people discussed the same thing. XX century was a giant struggle about human nature that we’re still dealing with. The Universal Declaration of Human Rights came out of it, but just after two nuclear bombs, and not before. So, the only true certainty we’ve found so far is that any spark can spread a global fire, and so we beter handle politics with care: but other than that we’re kinda left to our instincts.

    There’s a great conceptualization of it all in the videogame Civilization V. There, when you reach modernity, you are forced to choose (sic) one of three ideologies, all of which affect your game. But the ideologies doesn’t have the same name we know for them in the XX century: they’re called “Freedom” (for Capitalism), “Order” (for Socialism/Communism), and “Autocracy” (for Fascism). I’ve found this conceptualization to be amazingly helpful to explain many things on politics history, without having to end on the question of who was right or wrong. And I’ll make a little change to it: instead of “autocracy”, I’ll use the word “autonomy”.

    See, as I’m telling you about our local sensibility to the idea of “freedom”, other cultures have their own sensibilities, and so their different priorities. Today fascism is a bad word, but the idea of having autonomy is not. In the same way, if you say “capitalism” or “communism”, it will most likely trigger somebody: but if you change it for “freedom” or “order”, it reeeeealy make things smoother to talk about.

    As I was telling figosdev in a comment to his article, I believe Free Software Movement is entering the main stage of world politics, as other movements have done before: gender, race, environmentalism, animal rights, etc. And so FSM deals now with this kind of very, very complex issues: they’re, at the same time, historical, political, and philosophical issues, all mixed together. Then add local culture to that and see what happens. That’s where words matters.

    So back to Free Software, the whole systemd debate, for example, calls for an autonomy question, much more than order (as systemd and the distros has their rules of govern and core principles working fine) or freedom (which is the very deal FSF and RMS are failing to address on systemd, given that “is free software, and so is ethical”). Or the old “freedom” issue regarding what can and cannot be done with software: “if I’m forced to share my modified code, how’s that freedom?”; some acceptions of the concept may not be compatible with others, and it has very much to do with your political priorities (market economy over or under social development economy). And ethics is made of those not-so-solid principles.

    And here we get to the point where it all crosses with science. That “truth method” thing… that’s not how society, and thus politics, works. We’re sick (as in disease) with the idea of knowing the very true concept behind what’s going on, and that’s how we turn everything ethical into ideological. “Systemd is an attack on user freedoms!”, we say. Well… maybe. I personally hate the systemd ecosystem. But if asked politically about it, I would answer the same RMS aswered about “left or right”: “it’s a little bit of both”. It depends of how you look at it.

    Going on with this ideological “left or right” metaphor, I also look at systemd with the autonomy and order lenses, not just the freedom one. Thus, I hate it, but also can’t blame FSF or RMS for not bashing it, as they’re freedom people. This is important for the figosdev article. She/He also is a freedom person, but she/he hates systemd, and so she/he makes systemd a freedom afair: that makes her/him clash with the FSF, with the question “who’s really protecting freedom”; which in reality means “what does freedom really means”, and it’s the very thing I question in this article.

    Politics works different from idealized science. The latter is supposed to give you the tools to understand the universe and predict it, with the collateral damage of implying that anybody doing absolutely anything other than what’s in the theory is an ignorant fool or just a bad person (even NON-person). That’s clearly a proven idealization, used in practice to turn scientific discourse into political power. Yet, science (as well as other powers, as the one of the state and the one of the market) had to be put eventually on a leash in XX century, and that leash was called Human Rights. Why then there’s still ideological debates working the same way, as if “the true truth” about people were already there and anybody denying it is an enemy? That’s the ideological dynamics, and also what happens with most of our political discussions. That leads to internal struggle and fracture, which our true enemies (and they DO exist) feast on.

    Other movements, like gender or race, have learned to convive with different strategies (and thus different ethics), making a huge heterogeneous movement with real and transforming power. Today we all have to watch our words before talking publicly about gender or race, and feel the constant shift of our race and gender privileges. Knowing that this is an annoying issue for many, let me clarify: I’m not saying that’s neccesary a good thing, but a REAL thing. That’s real political power, which is something FSM needs in order to operate (much more than money, as figosdev’s “show me results” claim), and so we should take a look at how those movements achieved that.

    But then, there’s Jagadees calling for politics perspective in FSM, paying attention to users rights, but also telling us “we don’t need more regulation”. Careful there: there’s hardly any freedom without regulation. Many freedoms are just contextual stuff you can do because nobody’s watching you do it (like copying and cracking privative software), but that’s hardly a right in itself. A software user is subject of rights over that software (and viceversa) just as there are laws and regulation about it (like the licenses). Rights are not about doing it when nobody’s looking at you, but exactly the opposite: rights play a role when anybody can watch you do it (spacially when the state watches it). And many, many rights, as well as freedoms, may and do conflict with each other, so there’s always political struggle around them (that’s for you, figosdev).

    You Jagadees say “the laws of software freedom are already there”, but you’re wrong about that. First of all, there are many new laws constantly appearing because society changes, and you’re wrong if you think current conceptual tools to handle software freedom are going to be all-terrain and forever. That’s one thing. But also, what you have is principles, and laws are a different thing entirely. Scientific laws are absolute explanations of how reality works, unbreakable no matter what you think about them, and may only change when there are proven exceptions to it. Their role is to be the foundation for present and future techonological development. Society laws are what the states can enforce over people, and thus what people can ask the states to enforce. Their role is to be the foundation for present and future social development. None of that is what software freedom has.

    Yet, it’s close to it. It has the GPL, and other licenses, which operates under the social law. It has the four freedoms, which operates as theorical principles for explaining a possible stable relationship with a whole deal of different social and technical software phenomenons. However, if you take a look at figosdev’s article, you can see all those tools are being debated as insufficient or even outdated, in the face of what changing reality and society has to say about software freedom.

    Also, you Jagadees say “they are not building their own ethical energy companies or ethical drug companies or teaching people how to make drugs: they are politically acting for the system to change; that is the human way to do things”. But you’re missing the point that, preciselly, that very political acting changes society by new regulations, and also they actually DO create their own ethical energy companies and drug companies. Here in Argentina we have laws forcing medics to proscribe the generic drug name (and not some laboratory commercial brand name for a drug), so people can access more economic drugs made by local laboratories without having to learn either medicine or chemistry for that. And I myself studied robotics in a public and free (as in “free beer”) institution where they also teach “alternate energy” as a technical field: both things possible because of our public health and education state policies and laws, wich are the proud result of generations of people fighting for their rights against all kind of powers.

    I believe both of you are missing something. You’re both dealing, in your very own way, with how to deal with people’s rights, which ultimately brings core ethical problems about what it means to be human. You’re no fools in this, as (and I believe I’ve said enough about that) the whole world deals with those questions since no less than 150 years ago. You’re both living the right ideas for the right age. But I believe your relationship with the idea of freedom is constantly getting in the way. I feel this because of my experience with RMS, by which I can tell now he didn’t missed it a whole decade ago: the Universal Declaration of Human Rights.

    You see, Human Rights refer to the very human condition. It is so much like that, that even states or the very Science itself are politically forced to lower their eyes and say “yes sir, sorry sir” under the presence of human rights, or they’re otherwise criminals. Rights are about enforcement. But also, about what it means to be human. If you take a look at the UDoHR, you’ll find there many capitalist things like right to commerce, but also many socialist things like right to having a house or education or healthcare. As RMS said about FMS: “a little bit of both”. Because they were exactly about trying to deal with the human condition with something better than nuclear bombs (and please take note: that’s not an exaggeration). The world was in a mess objectively without precedent. And thus everybody agreed the response had to be political, because anything else is worst.

    Human Rights are constantly violated everywhere. But that’s also true with any other social law. It’s not about being unbreakable, but about what you can reclaim to a legit greater power in case of it being broken. And that’s not what the four freedoms do (but maybe the GPL).

    Jagadees calls for users rights. I’ve already argued there’s not such thing other than the licences. In fact, when the case appears, it’s usually stated as CONSUMMER rights, and not “user”. But Human Rights also cover a huge deal of mixed situations the four freedoms can’t address by themselves. For example, the whole systemd debate, as well as many other situations in the IT field, could be very well analized under the lenses of LABOR rights. Think about the consecuences over our day to day labor basis of those constant programmed obsolescence and forced corporate changes in software: we deal with them by constantly being learning in order to be up to date and keep doing our jobs (which we do because we’re workers and not because we can happily choose any other life whenever we like) by using our non-work-related time that then we don’t use to be with our families or for whatever other reasons. That’s close to a form of slavery, and it’s very much pushed through our throats by force. How many changes were the last decade on web development, even when 15 years old tech keeps working fine but newer tech doesn’t work well on older hardware? That’s not “progress”. How is it that some enterprises can push the idea of dropping x86 support because “is old”, yet we have entire countries (like mine) full of x86 hardware working great? We suddenly have to change our working tools, because somebody else and completely out of any regulation says so. Don’t we IT workers have anything to say in those kind of affairs?

    Of course we do. We actually do speak about it. But the legal, ethical, historical, and social context for justifying our words rarely is the UDoHR. The debates usually goes from ideological points of view such as “innovation” vs “legacy”, “conservatism” vs “vanguard”, defenders of X technical principle/dogma versus Y other (which could be stuff like object oriented vs functional), and technical stuff like that. Last time I’ve tried to debate an unnecesary change in software methodology and tools in my work, when I tried to explain the importance of being conservative in the tech we use, a guy with about 15 years less than me tried to argue about the importance of pure functions. That’s just too much distance between the two discourses. Linus ranted about quality, but he also had strong position on backwards compatibility and encapsulation (“we don’t break userspace”), two positions that could very well be called “conservative”. What would happen with linux kernel without that conservatism in place? What could the 4 freedoms do to protect us from the nasty consequences of such scenario, if such consequences are still GPL valid? What would our peers say about the technical change in favor of something newer? Well… labor rights may very well have a lot so say about such scenarios. But labor rights are very rarely related to software freedom in FSM debates I read of, and I find it symptomatic of ideological perspectives.

    We all know about the question over “what software runs this medical device inside my body”. But the question usually goes over “is it hackable?” or something like that. That’s again some technical (important) detail, that FSM rethoric focus on defending the four freedoms (access to code over security by obscurity) instead of health rights. Also, I don’t want to constantly update my peacemaker: I want it to do what it does fine and that’s it, stop screwing around with it. On health rights terms, it could be forced to be auditable by regulated people, and having strict control over its ways of handling security. The four freedoms doesn’t give you that, and even let the door open for “innovation”.

    The right to repair is another common case: if you use non-gpl software, or IP protected hardware, what good are the four freedoms? We need stronger tools than that. Tools that goes beyond the internal structure of free software, and into society itself: something RMS always had in mind.

    So, there are many examples of how Human Rights deal with software, and I believe this article to be long enough already to be speaking about it anymore. I’d like to close this by another political comparison, that I very much fear is happening right now: I don’t like when I see people using their ethical principles as social or objective truths. That’s what I constantly see doing on politics, both from the left or the right, when dealing with social problems. The constant battle between antagonic ideas or interpretations as if they were any other thing than that (ideas and interpretations) are NOT making anything better anywhere. I call for some focus shifts. First, we have to learn what to do with antagonic discourse. On the other side may be pieces of shit like Microsoft, but also sensible people with legit interpretations of legit concerns (like the whole DRM and Mozilla case, which I’ve always found much less worrisome than their incursion in the Apple ecosystem and haven’t seen as much as outcry for that). But we also have to let go the 4 freedoms and the FSF as if they were any other things than good ideas (but a church). We need to build real political power, and that’s messy: it doesn’t means to sell our souls, but it does means to deny any absolute truth and focus more on the situational friend or foe that doesn’t have to be forever in the same place. And, as reality may very well be showing us from some time to now, that should apply even for our greatest ideas, symbols, and champions. So, for starters, I call for a revision of what we’re talking about when we say “freedom” and “rights”.

Lógicas del sentido

| November 25th, 2019

    Por cuestiones de fuerza mayor, me encontré revisando cuadernos de mis cursadas de Letras, hace más de 10 años atrás. Entre las muchas cosas que encontré, me tope con esta página de notas personales, que me puso muy contento el haber releido:

    ¿Hay chances de armar una gramática formal ad-hoc, en tiempo real, por discurso?

    Sería más bien una tecnología del discurso, como producto grágico/material de una serie de procesos analíticos.

    Analizar sintácticamente con múltiples modelos y generar graduaciones relacionales entre planos autónomos de análisis; cada modelo, un plano.
    Este resultado sería estructural siempre, y único en cada discurso.
    Permitiría abarcar la variabilidad del lenguaje.

    Hay, por ejemplo, condiciones funcionales, jerarquías estructurales, efectos posibles, prototipicidades, leyes de-facto, etc; todos esos son elementos de la unidad mínima del significado.

    La unidad es compleja; relacional, multidimensional, funcional, y contingente.
    Esta unidad sería objeto condicional de diferentes procesos.

    No quiero buscar normalidad; necesito trabajar lo posible.


    Ojo al efecto de ver “así algo”; se entiende “algo así” aún antes de leerlo. Se reconocen formas grupales.


    Adecuación de la gramática al sujeto, y no al revés.
    La unidad no se ubica: se construye. No es un investigador, sino un constructor de efectos. La condición es el efecto.

La manera de tomar distancia

| September 3rd, 2019

    (…)

    Un método como este consiste en buscar detrás de la institución para tratar de encontrar, no sólo detrás de ella sino en términos más globales, lo que podemos denominar una tecnología de poder. Por eso mismo, este método permite sustituir el análisis genético por filiación por un análisis genealógico — no hay que confundir la génesis y la filiación con la genealogía — que reconstituye toda una red de alianzas, comunicaciones, puntos de apoyo. Por lo tanto, primer método: salir de la institución para sustituirla por el punto de vista global de la tecnología de poder.

    En segundo lugar, segundo desfase, segundo paso al exterior, con respecto a la función. Tomemos, por ejemplo, el caso de la prisión. Es posible, por supuesto, analizarla a partir de las funciones descontadas, las funciones que fueron definidas como ideales de prisión, la manera óptima de ejercerlas — cosa que, a grandes rasgos, hizo Bentham en su Panóptico –, y luego, a partir de allí, ver cuáles fueron las funciones realmente desempeñadas por aquélla y establecer desde una perspectiva histórica un balance funcional de los más y los menos o, en todo caso, de las aspiraciones y los logros concretos. Pero al estudiar la prisión por intermedio de las disciplinas, la cuestión pasaba por saltear o, mejor, pasar al exterior con respecto a ese punto de vista funcional y resituar la prisión en una economía general de poder. Y entonces, de resultas, se advierte que la historia real de la prisión no está, sin duda, gobernada por los éxitos y los fracasos de su funcionalidad, sino que se inscribe, de hecho, en estrategias y tácticas que se apoyan incluso en sus propios déficits funcionales. Por lo tanto: sustituir el punto de vista interior de la función por el punto de vista exterior de las estrategias y tácticas.

    Por último, tercer descentramiento, tercer paso al exterior, el que se da con respecto al objeto. Tomar el punto de vista de las disciplinas significaba negarse a aceptar un objeto prefabricado, se tratase de la enfermedad mental, la delincuencia o la sexualidad. Era negarse a medir las instituciones, las prácticas y los saberes con la vara en la norma de ese objeto dado de antemano. La tarea consistía, por el contrario, en captar el movimiento por el cuál se constituía, a través de esas tecnologías móviles, un campo de verdad con objetos de saber. Puede decirse sin duda que la locura “no existe”, pero eso no quiere decir que no sea nada. Se trataba, en suma, de hacer lo inverso a lo que la fenomenología nos había enseñado a decir y pensar, una fenomenología que en líneas generales decía lo siguiente: la locura existe, lo cuál no quiere decir que sea algo.

    En síntesis, el punto de vista adoptado en todos esos estudios consistía en tratar de extraer las relaciones de poder de la institución, para analizarlas desde la perspectiva de las tecnologías, extraerlas también de la función para retomarlas en un análisis estratégico y liberarlas del privilegio del objeto para intentar resituarlas desde el punto de vista de la constitución de los campos, dominios, y objetos de saber.

    (…)

    Podría ser que la generalidad extra institucional, la generalidad no funcional, la generalidad no objetiva a la cuál llegan los análisis de los que recién les hablaba, nos pusiera en presencia de la institución totalizadora el Estado.

    (…)

Michel Foucalut, en Seguridad, territorio, y población.

    Dr. Roy Schestowitz is the runner of TechRights, one of the sites I have linked in my blog and that I recommend to everyone. I have a very high respect for his work. But this doesn’t means that I always agree with him. Last days there was a few posts regarding Codes of Conduct (CoC) being pushed by corporate people on Free Software activities. A few days ago I was asking in a comment for the CoCs itself, which weren’t in the posts. And today Roy posted this: http://techrights.org/2019/06/15/jeremy-sands-and-imposed-coc/

    So, I don’t like what I’m reading there. And I don’t believe this is good for Free Software. Let me explain myself with a response to that post.


    (…)

    How can I possibly guarantee you one third of anything, gender, color, nationality, religion, whatever shallow collectivist thing you’re fixated on when I select the talks blindly based upon merit.

    (…)

    Well… that’s pretty easy to answer: you change the way you select the talks.

    Is that it? That’s the whole deal? No, really… is it? Is it just conservatism and/or inability to recognize other people’s values and force?

    There is a debate about freedom on imposed CoCs. That’s fair. But that’s very different from “HOW AM I GONNA GUARANTEE YOUR FIXATION IN MY EVENT”. That “fixation” or “shallow collectivist” is pretty much what we do when we go anywhere talking about free software. It’s a very important thing to respect, and if we call it “fixation” or “shallow collectivist” then we’re hypocrites. Other people’s values MUST NOT give us a crap, or we’re hypocrites: because we take our values very seriously. We would walk anywhere, anytime, calling for free software based infraestructure in whatever event we may be called on, and then refuse to participate otherwise. That’s exactly what this guy is dealing with here, but with other values. He doesn’t like it, and that’s ok. So? Much more than “the problem of CoCs“, all I see here is “why the hell is this guy running a political event“.

    I say it again: Free Software is a political movement. Free Software conventions are political events. Those have political problems. And political problems have a great deal of conjunctural issues. Today is women, tomorrow will be another. We’ll be always dealing with that kind of issues, because that’s what we do. We’re technical people, ok: but we talk about technical issues in their relation with Human Rights and ethical principles. Which always bring problems with Human Rights and ethical principles. If you don’t like that, then it’s you who’s claiming for a safe place, and hence a CoC. “Don’t be an asshole” is a CoC, one that very much any person who likes to be an asshole will say a lot of crap about.

     (…)

     For me what was insightful was the one time when the rubber really met the road. when it comes to Codes of Conduct. And there are no winners in this story. There are only losers.

     (…)

    There’s this problem with what this guy’s saying: it’s all about money. The problem were the sponsors, and not the people. So, the problem is where the hell do you get the money for such an event. And guess what: the people with the money has conditions. OH MY GOD, THAT’S SHOCKING!

    We all have that problem. That’s why we go to work in the first time, every day, forcibly, in order to not die. And, yes, that’s corporate power. But then again, where does our money coming from is about being a political movement. We’re not on OSI’s side of the problem, but on FSF’s. If this were about “OSI planet”, nobody would care less about corporate influence, because is a declarated corporate environment created for taking distance from the FSF and doing business.

    Yet again, looking at the SELF website I can see this other thing: https://web.archive.org/web/20190427042315/https://southeastlinuxfest.org/?page_id=774

     The SouthEast LinuxFest is a community event for anyone who wants to learn more about Linux and Open Source Software. It is part educational conference and part social gathering. Like Linux itself, it is shared with attendees of all skill levels to communicate tips and ideas, and to benefit all who use Linux and Open Source Software. SELF is the place to learn, to make new friends, to network with new business partners, and most importantly, to have fun!

    See that? “Linux” and “Open Source Software”. “To network with new business partners”. No FSF, no political agenda, just “having fun!”.

    Is no surprise that, later, he says also this:

     (…)

     JS: Shocking. Somebody who claims to care about others really only cares about themselves. Sounds like they would make a great politician. (…) I felt he was duplicitous in the nature of his actions versus his proclaimed beliefs.

     (…)

    So, this person is picky about other people’s hypocrisy, and calls that “political”, but has no problem in dodging the issue of the political background behind the event itself, the political dynamics of the mixed communities involved (FSF vs OSI, in the current context of gender and women issues prime time), and from where does it gets money from, like this all were some kind of “common sense” and not complicated issues. Later on he says “I never thought about that” when dealing with gender and ethnics issues, but clarifying that he also doesn’t recognize other people’s terminology. He plays a victim role here, when he has plenty of agency: he just refuses to acknowledge it. The problem here is not about CoC, but about politization. It’s even later explicily stated in this:

    (…)

     And I would like to say that I hope this is the first, last, and only time that I have to be political in the context of this event and organizing it.

     (…)

    It’s the old “let’s not get political and have fun” pop culture in action, which does so well between technical circles (and not just IT). It’s overloaded, everywhere, with people trying to escape from politics by focusing on technical aspects of stuff. “This is about X, not politics”. That’s hypocrital crap most of the time, but absolutely out of place when you talk about free software. And I find it a serious problem between my peers. Let’s just ignore for a second the corporate world, which on-purpose install this anti-political agenda; as politics is causing a lot of anxiety and anger around the globe, people try to reach the things they love and make them feel most secure as if those things were not also political, as if those things were an anchor to a better an safer place. Is not new. And is a huge mistake in rationale, that corporate world knows how to exploit.

    Which bring us to this:

     (…)

     Here’s my real life code of conduct conclusions. The rules aren’t nearly as important as the people in charge of enforcing them. Bad behavior is already illegal. Serious transgressions should be met with legal responses. Do the people in charge have the wisdom to avoid being judge and or jury and or executioner.

     (…)

    And I agree. With observations, but I agree. I like the feeling of freedom, of not being policed around, and I want to share that feeling. I encourage catharsis, as I find it constructive and even healing; most of the time, that imply saying not-so-polite things. I found freedom of speech absolutely vital in any modern society, and every force against it is usually my enemy. I want people to be able to say what they think without fear of being treated like a monster, whatever the specific case. And I abhor speech police: I would never want to be it, or be imposed on anybody.

    But all that doesn’t mean that the freedom is absolute and there are no consequences for our actions. I also value caring over merit, and that means putting some limits. I value other persons personal limits too, and that has some deep implications. I voluntarily lower the bar of my possible freedoms in virtue of caring for others, wich may be harm by my words. And those are ethical principles, like the ones behind the Free Software movement.

    I believe all free software spaces should be dealt, in terms of CoC, more or less, as the quoted “real life CoC conclusions”. And I believe that, when someone comes and say “change that or you don’t get my money”, the proper answer is “go fuck yourself”. But I also believe this person justify it on the wrong premises. Because all that “statistical” and “non political” “information” he puts there will be nothing the day that, statistically, a bunch of morons create some drama on some convention and then, also statistically, the money suddenly goes away and then, also statistically, you gotta change those rules in favor of some corporate crap. That day, the rules should be the same: freedom of speech. But because it’s a political statement, on ethical basis, and not some statistical bullshit.

    As a closing note, there are lots of situations where we would like to be more free but that may not be a good idea. Please take a look at this example:

    When you see it, you’ll know what I’m talking about. Or this other fine example, although longer, from about 03:55, and specially from 20:40:

    So, CoCs are a problem, alright. But by no means the solution is being “non political”: that’s just barely over alienation, if at all. It’s always about the relation between one and others. And that is very much the definition of political.