Ví Argentina, 1985.

    La película fue muy recomendada por los y las comunicadores con quienes me informo habitualmente, y está lleno de reseñas mayormente positivas por todos lados. Parece haber un consenso en que la película es mayormente correcta en sus aspectos técnicos, y que está del lado correcto de la historia en sus aspectos ideológicos. Pero con tanta presencia que tuvo, francamente esperaba mucho más de esta película, y de hecho me despierta algunas dudas, cuando no directamente preocupaciones.

    En primer lugar, ¿para quién o para qué está pensada esta película? ¿Qué es? ¿Una clase rápida de historia? ¿Una reivindicación de la figura de Strassera y/o del juicio? ¿Un intento por instalar el tema, por difundirlo? ¿Algún acto de humanismo en línea ideológica con la UCR?

    Como difusión internacional, me parece que tiene gusto a demasiado poco. ¿Alguien que no sea argentine va a entender las infinitas referencias de la película, los contextos en los que aparecen, los chistes siquiera? Si ese alguien no está empapado de todos los infinitos detalles que se omiten en la historia, o que cuanto mucho aparecen como fugaz referencia, ¿qué le queda de esto? ¿”la historia de un juicio”? Al final de la película, pasadas ya dos horas, aparece una placa que dice “primera vez en la historia universal que un tribunal civil juzga a una dictadura militar”: ¿era tan difícil ponerlo al principio, o en el trailer siquiera?

    El trailer es muchísimo mejor que la película. Al menos en lo que respecta al impacto, que es un punto clave a la hora de realizar un trabajo de difusión mediática y cultural. Dice “nadie más se animó desde Núremberg”, poniendo el eje del conflicto en el lugar correcto; pero francamente “el juicio más importante de la historia argentina” no veo que le importe mucho a nadie fuera de Argentina: al menos, no imagino a mis compatriotas argentines intrigades por “el juicio más importante de la historia de Haití”, ni el de Laos, ni el de Pakistán o Islandia, y entonces proyecto que en el resto del mundo la gente se comportará más o menos parecido con respecto al de Argentina. De modo que, salvo por el hecho de que es una película de género con todas sus reglas cumplidas al pié de la letra (fácil entonces de adecuarse a ella como espectador), no imagino que esto esté pensado para grandes mayorías, sino para algunos pocos segmentos muy puntuales del plano internacional: “la gente que mira películas de juicios”, “thriller histórico extranjero”, y no mucho más que eso.

    Y esto otro queda implícito, pero corresponde anotarlo: a alguien que sea argentine, ¿le suma algo esta película?

    Me parece que la película misma encara esa cuestión, en el diálogo que Moreno Ocampo tiene por teléfono con su mamá, y la cuestión que le planteaba Strassera: “nunca vamos a poder cambiar a la gente como tu mamá”. ¿Está, acaso, esta película, pretendiendo cambiarle a alguien la mentalidad a través del relato de las víctimas, emulando lo que cuenta que sucedió en 1985 pero esta vez con quienes tienen a Patricia Bullrich como referente en 2022? ¿Es esta película que menciona al peronismo casi exclusivamente en una escena chistosa, una especie de intento de “entrismo progre” vía sesgo radical? ¿Es una película fácil de mirar sobre una Argentina donde el peronismo no tiene mucho qué ver con nada pero igual la dictadura estuvo mal y enjuiciarlos estuvo bien? Eso ciertamente no va a seducir particularmente al pueblo peronista pero, ¿al otro sí? ¿Sigue estando bajo el ala de la UCR el antiperonismo en 2022? ¿Sigue siendo la UCR la encarnación de un humanismo republicano y legalista con representación de un pueblo clasemediero? ¿Sigue estando ahí aquel 40% que vota a Macri como presidente y Pichetto como vicepresidente? A mí me parece que no. Y me parece también que el y la peronista promedio está más bien informade de la cuestión de la dictadura, y entonces esta película no creo que le diga mucho. ¿A qué argentine le habla entonces la película? Sinceramente no me queda claro.

    ¿Suma todo eso? Supongo que suma. Pero… ¿era para tanto reconocimiento? Pasan las semanas, y se sigue recomendando esta película como si fuera la gran cosa.

    Pero volviendo al trailer, el mismo además cierra con la imagen de Strassera diciendo que la historia no la hacen tipos como él: funcionarios grises clasemedieros que se las rebuscan para ser gente decente sin meterse mucho en problemas que le queden grandes. La película ciertamente le presta atención a eso, mucho. De hecho, la película casi que es más sobre Strassera que sobre todo lo demás.

    No tengo nada contra Strassera, y me importa muy poco si durante los setentas se acobardó o no: había que estar en los zapatos de esa gente, y en los ochentas fué valiente, por mí tema cerrado; los villanos de esa historia no fueron los civiles supuestamente cobardes, que rara vez debieron haber sido otra cosa más que víctimas, y esto la película (y aquí merece un gran reconocimiento) lo dice con todas las letras.

    Está todo bien entonces con reivindicar a la figura de Strassera, y lo celebro. Y está todo bien también con lo que parece ser la línea de razonamiento de esta película, al menos desde el lente del trailer: “sí, vos tenés algo qué ver, vos también sos La Historia”. Un poco es “hacer historia le toca a quien le toca”, otro poco es “hacemos nuestros trabajo con responsabilidad y coraje y pasan cosas buenas”, otro poco es “mirá cómo somos siempre parte de algo más grande”, y otros argumentos como esos, todos felices y reivindicables. Hay una cuestión ahí con el heroismo, que yo personalmente llamo “la condición heróica“, y es algo a lo que algún día me gustaría dedicarle algunas páginas. Pero… ¿articularlo de esta manera con este tema?. No quiero faltarle el respeto a Strassera, pero en esta cuestión me parece una figura muy chiquitita, y la película no deja de hablar con Strassera en el centro. Me resultó muy disonante ver eso.

    No me parece mal el foco en Strassera, de hecho: me parece que el tema es muy grande como para solamente dos horas de relato metódico de género, un pequeño puñado de testimonios de gente secuestrada (por contundente que sean), y algunas situaciones familieras pretendidamente divertidas y livianas. Strassera es importante, pero no más importante que las Madres y Abuelas, que Alfonsín, que la historia del peronismo, que la historia del planeta en ese momento… ¿en serio ni una mención al Plan Cóndor? ¿Ni siquiera en las placas ya terminada la película? ¿No va a decir nada sobre el plan económico de la dictadura, que tanta vigencia tiene hoy en día? En un momento dicen “la ESMA es brava”… ¿pero no muestran por qué? ¿se supone que sea más brava que el testimonio de Adriana Calvo, pero no tienen nada para decir al respecto?

    Y, como decía antes, la ejecución parece ser unánimemente reconocida como “correcta”: tampoco creo sea un problema de los recursos artísticos ni técnicos particulares. Insisto: mi problema es la escala, el tamaño de la cuestión, que me parece fue insoportablemente reducido en esta película, al punto tal de llegar apenas a lo anecdótico, de quedar en lo trivial.

    No es lo mismo darle o no a la cuestión la escala que le corresponde, y eso es absolutamente central si el objetivo es instalar el tema en agenda: un juicio de hace 40 años no va a ser más importante que la inflación, la guerra, y cualquier otra situación importante actual, a no ser que realmente venga al caso de explicar o representar algo; caso contrario es pasatiempo, tan banal como cualquier otro consumo mediático: así, el elegir entre Gran Hermano y Argentina 1985 pasa a ser una “cuestión de gustos”. Y, peor todavía: así, quienes le prestamos atención a la cuestión de la dictadura, quedamos como gente desconectada de la actualidad, viviendo en un pasado más bien remoto desde el que tratamos de dar sermones para obtener alguna forma de atención, mientras los problemas del mundo y de la vida actual pasan por otro lado; así pasamos a ser nosotres quienes no saben interpelar a quienes padecen el ahora.

    Y me resulta sorprendente que esto se haya dado de esta forma, muy especialmente en el plano técnico. Porque la gente que hizo esta película a todas luces es muy capaz en lo técnico: su manejo de los recursos de género es más bien impecable. La pregunta es: ¿por qué eligieron ese género en particular?. Es casi como si hubieran querido hacer una película sobre 1985 con los recursos técnicos cinematográficos que eran estandar en 1985. Y estamos en 2022: tenemos muchos otros recursos en este momento histórico.

    Creo que uno de los aspectos más elocuentes de todo esto es el cómo se planteó a, digamos, los villanos de la historia. Yo, que vivo en Argentina y tengo algún contacto mínimo con su historia, me cruzo con un oficial militar por la calle y me siento inevitablemente incómodo. El oficial militar, el “milico”, no es una figura trivial acá. Y no lo es, porque esa figura tiene la historia que tiene. Pero viendo a los milicos de la película, veía más bien unos tipos que eran simplemente los acusados en un juicio y nada más: no tenían mayor trascendencia que lucir de manera más o menos pintoresca. Videla era mucho más “raro” y hasta “pobre tipo” que intimidante en ninguna forma. Era como sacar a Hitler de su historia, y ponerlo como “un enano con un bigote medio raro y que pone caras ridículas”, ¿se entiende?

    ¿Qué persona que no sea de Argentina va a vivir con ese planteo una representación de lo que significan para nosotres los milicos? Hasta me pregunto si no hará daño a la imagen que dá frente a las nuevas generaciones, que saben que hubo un cuco hace poco en su historia pero que tienen tantos problemas en el mundo de mierda que les tocó vivir que probablemente no podría importarles menos.

    Esos tipos sentados en los banquillos de acusados tenían que ser personajes malignos de magnitud histórica, no algunos meros señores en una mera película sobre un juicio en un país ignoto: son conceptos, entidades, nociones desde las que tomamos puntos de referencia y comparamos contra otras cosas y hasta terminamos haciendo memes. Los milicos son, en la historia Argentina, el triste límite conocido del sadismo y la crueldad; son casi la barrera que separa lo humano de lo inhumano. Esos milicos fueron y son supervillanos. Me parece que a los milicos, en el año 2022, hay que relatarlos como se relata a un Thanos, un Saurón, o alguno de esos: con la épica y el tiempo de relato que corresponde. Y esos milicos fueron resistidos y combatidos por gente cuya única diferencia con los superhéroes está en los superpoderes, porque todo lo demás que hicieron es digno de los mismos títulos; quién sabe si las aptitudes espirituales de algunas de esas personas no serán incluso verdaderos y legítimos superpoderes: porque, nuevamente, acá estamos hablando de los límites de lo humano.

    Y, sin embargo, casi pareciera que la película no sólo no muestra superhéroes ni supervillanos, sino que sólo muestra algo así como supervíctimas: desde Strassera y su familia, hacia su equipo cercano y sus familias, y les demás funcionaries judiciales, y las víctimas concretas de los secuestros y torturas… todes víctimas de algo excepcionalmente victimario. Algunes por ser víctimas canónicas, pero todes les demás por verse atrapades en un sistema de relaciones de poder nefasto, cruel, y muy difícil de soportar. Como decía antes, la parte de las víctimas sí está muy bien planteada en la película, y esto es sumamente reivindicable. Decir algo como “todes somos víctimas” también es un punto de comunión entre partes, muy necesario tanto en aquel momento como en la actualidad: “víctimas versus victimarios” es un foco muy diferente al de “buenos contra malos” (especialmente en la parte de la culpa, con la que Strassera parece cargar), y ciertamente al de “peronistas contra antiperonistas” o “comunistas contra anticomunistas”. Eso me parece un acierto. Pero, junto con detalles técnicos como la ambientación o las actuaciones (increible la voz actuada de Alfonsín), me parece que para cualquier objetivo de la película se queda corto, y especialmente frente a la amplitud y complejidad del tema.

    Precisamente, es un mundo enorme, complejo, e intenso, el que requiere un relato para una historia como la que atraviesa esa película, y no un héroe eventual suelto en un evento particular. Del mismo modo que a los villanos, a los héroes hay que plantearlos en sus inter-relaciones: nunca están solos ni aislados, siempre fueron muchos eventos los que llevaron a ese heroismo, y siempre hubo más héroes tapados y no tan tapados; la historia de la resistencia es la historia de muchísima gente haciendo muchísimas cosas, algunas de esas personas y acciones realmente importantísimas, y todo eso no puede nunca ser reducido (ni siquiera enfocado) solamente en Strassera, su equipo, y el juicio. Así es donde me parece que “Strassera es chiquitito”, y que la cuestión se anecdotiza si se enfoca de manera inadecuada. Algunas personas vamos a saber sacarle jugo a lo que muestra la película, pero… ¿y las demás personas? ¿No estaba hecha para ellas (también) la película? ¿Qué hacen esas personas con esta película que ofrece un material tan acotado?

    Me parece que todas esas ausencias o hasta defectos son mucho más restricciones del medio que limitaciones ideológicas o profesionales de la gente que hizo la película. Y por lo tanto creo que mi problema con esta película es que no debió ser una película en absoluto: esta historia es para una serie, de muchas temporadas y con algunas películas también intercaladas, financiada por el Estado. Esta historia tiene finales de temporada desgarradores, tiene personajes que van apareciendo con el paso de los años y madurando y cambiando su trascendencia, tiene revelaciones con detalles intrincados que sólo se entienden dándoles tiempo y poniéndolos en contexto… y es una historia que marca generaciones, que durante décadas pide spinoffs y en 30 años pide remakes, y que así arma una cultura popular alrededor de la resistencia y el heroismo en nuestra historia real y reciente. Una película nunca le va a hacer justicia a todo eso, y va a estar siempre en falta con la magnitud de lo que implica. Un relato que le haga justicia a lo que pasó en los setentas, se parece mucho más a cómo se relata en Marvel que a cualquier otro producto de la historia del cine.

    Eso, lógicamente, si hablamos de establecer agenda, y de tener un diálogo con una generación actual adecuada a recursos cinematográficos y narratológicos actuales. Si pretendemos hacer política desde el cine, tenemos que re-ver ese proyecto siempre fantasmagórico de “nuestro propio Disney“.

    Y sé muy bien que este planteo mío no va a generar ningún efecto felíz en el creyente promedio del cine elevado y culto (en contraste con un cine más bien idiota), ni en sus equivalentes vinculados a literaturas, historias, o hasta por qué no ciencia política. Y eso va a ser especialmente disonante para elles, teniendo en cuenta que reniego de una posible banalización del tema. Pero yo pretendo ver a lo popular como lo que es (además, en paralelo, de lo que me parezca que debería ser), y a lo cinematográfico como técnica humana de acción social (sin importarme mucho francamente los detalles de sus reglas de géneros o métodos). Los pueblos van a considerar importante aquello que consideren importante en cada momento dado, y no a algo así como “lo objetivamente importante”: y hay razones pensables de por qué los pueblos de la actualidad le prestan más atención a unas cosas que a otras, donde hay debates legítimos por los modos y sus infinitos detalles, y ahí entran cuestiones como las que se discuten en este artículo. Pero lo concreto es que mientras tenemos cineastas como Leonardo Fabio, con todas sus virtudes, en el resto del mundo se sigue identificando al peronismo como a un pseudo-nazismo, mientras Disney no para de crecer desde hace 100 años y es una de las organizaciones más profesionales de la historia de la humanidad, sin tener por ello un target precisamente excluyente ni acotado a algún país en especial. Así que yo creo que la discusión por los modos del establecer agenda, especialmente desde lo mediático, tiene que considerar algunas cosas de lo popular en términos más empíricos que ideales.

    Por otro lado, si lo que buscamos es otra cosa más vinculada a la información concreta, es muy probable que otras herramientas también nos permitan lograrlo. Por ejemplo, si hablamos de géneros, siempre vamos a tener al documental, y allí podemos dedicar más tiempo a datos que a recursos cinematográficos: ya no vamos a necesitar representaciones de cómo la pasaba Strassera con su familia ni recreaciones verosímiles del momento histórico, y probablemente tengamos entonces un poco más de presupuesto y de espacio en esas dos horas para saber por qué la ESMA era tan brava (especilamente, después de, y en contraste con, los testimonios previamente plasmados, que ya eran bravos). Lógicamente, una aventura como esa cambia el target, y especulo que lo vuelve todavía menos popular. Pero también le quita una buena cuota de banalidad a la película.

    Con todo esto, irónicamente para su sesgo radical, opino que la película comparte una extraña cualidad con el peronismo: con todos sus defectos, está del lado correcto de la historia y hasta tiene momentos absolutamente reivindicables, razón por la cuál hay que defenderla y hasta por qué no militarla; pero con la conciencia de que no se hace por sus hipotéticas grandes y excepcionales virtudes, sino porque lo que está en frente es un absoluto espanto y entonces la vara queda bastante baja a la hora de encarar un proyecto que se pretenda popular.

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