Quiero dejar una observación, si se quiere, metodológica.

    Sé que a partir de lo que vengo diciendo muchos van a poder preguntar y cuestionar un montón de cosas inconclusas sobre las características de las abstracciones que manejo. Y también sé que van a poder decir mucho sobre cómo tal o cuál disciplina ya contempla constructos teóricos directamente emparentados a esos, y sobre cómo tal o cuál pensador básicamente dice casi las mismas cosas que yo estoy diciendo cuando no bien incluso las descalifica.

    Quiero aclarar que son planteos que entiendo, reconozco, y admito; pero al menos de momento me tienen mayormente sin cuidado. Sucede que mi interés no está en cuestionar las verdades de disciplinas o escuelas ya maduras; lo que yo busco es algo que nos permita explicar cómo podemos tener sociedades enteras divididas, polarizadas, en una constante puja cada vez más brutal y primitiva entre lo que razonamos y lo que sentimos. Y eso es algo dado, algo empírico, aún teniendo en cuenta todo el baggage cultural y científico que manejamos a esta altura de nuestra historia. Eso último en particular me hace activar la discusión y meterme a ver qué pasa, qué sucede que todavía no tenemos esto resuelto. Por eso, no me interesa más que dar en el clavo con mi diagnóstico acerca del qué está pasando, o siquiera por dónde viene la mano; si después para encargarnos de eso vamos al psicoanálisis o a las disciplinas cognitivas, o a las filosofías, o teorías del conocimiento, o la política, o quién sabe qué habrá dando vueltas para encarar todo esto, francamente, confieso, me da lo mismo.

    Y la única forma productiva que tengo de hacerlo, me temo, es la de desarrollar mis propias categorías. Por dos razones. La primera y más importante: porque, al menos en mi caso, estar al tanto de toda la historia del conocimiento universal y recopilar credenciales académicas no puede ser la condición de posibilidad del pensar en voz alta y compartir ideas con los demás. No me da el cuero, la nafta: yo soy obrero, mi destino es entregar mi juventud como fuerza de trabajo a un mundo controlado por empresarios, y de grandulón descubrí que si me exijo un poco más todavía que todo eso, me puedo llegar a romper. Cuando llegue a viejo veré con qué me encuentro; mientras tanto, hoy, lo que puedo hacer es pensar y escribir algunas ideas en algún lado, en mis pocos tiempos libres. Y la segunda razón, es por mi oficio: yo soy programador, y trabajo inventando abstracciones que generalicen cosas del mundo real de modo tal que puedan hacerse automáticas. En mi trabajo no puedo leerme todo antes de empezar a trabajar; tengo que leer trabajando. Y tener palabras plasmadas constituye un trabajo realizado. Es simplemente lo que estoy acostumbrado a hacer.

    Eso es entonces lo que estoy haciendo acá; lo que pueda, un poco para salvar mi alma, y otro poco para sumar apenas un granito de arena a un mundo al que le hacen falta un montón de cosas. Ojalá pudiera dar más que un montón de palabras.

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