Otro ejercicio del taller de escritura de Rodrigo Baraglia al que estoy concurriendo los sábados. Esta vuelta la consigna venía por el lado de los contrastes:
Pepe vió algo medio raro, hasta que llegado un punto se avivó lo que pasaba: la enésima mujer desnuda de la lista tenía pene. Era una trampa. Entonces Pepe de inmediato cerró esa filmación sin terminar de verla y continuó con la siguiente, sin mayor comentario, sin chistar; era la norma y Pepe era un tipo ético. La extraña rueda de la tolerancia en internet maneja sus propia ética desde hace ya más de una década, y sabemos que hay trampas, y sabemos que no podemos hacer nada al respecto. Pero más abajo otra persona comentaba indignada, que por qué no se iban a una isla y dejaban en paz a la gente normal, que ojalá volvieran los nazis y corrigieran todo eso que estaba mal, y acompañaba su discurso con un video de una mujer blanca y rubia y de ojos claros, de veintipocos años, con una vincha de motivos alemanes, y unos aros con parafernalia del eje, teniendo sexo con un tipo del que no se viera mucho salvo que también es blanco. Varios respondieron a ese que sí, que había que matarlos a todos a esos, acompañando sus discursos con imágenes de gente aplaudiendo o señores levantando el pulgar. Otra persona publicó otro video también adhiriendo: otra mujer, más blanca y más rubia que la anterior, tal vez incluso más jóven, teniendo sexo con otro señor; pero este señor a diferencia del otro era de piel negra. Entonces muchos usuarios denigraron a ese, tildando a la escena de “bestialismo”, acompañando su discurso con imágenes de monos. En el medio de ese frenesí ajusticiador, empezaron a aparecer muchos videos de “bestialismo”. Entonces empezaron también a aparecer videos de señores de piel negra siendo asesinados de maneras moderadamente espectaculares, en su mayoría sangrientas y en su totalidad reales, no ficcionales, junto con muchos otros videos de señoritas de piel negra siendo sexualmente torturadas y en ocasiones también asesinadas. Entre ellos pudieron verse varios videos de chicas jóvenes rubias teniendo sexo que sólo a partir de cierto momento mostraban también tener un pene. Todo esto derivó en videos de gente con rasgos físicos menos idealizados, como obesos o enanos o viejos, teniendo sexo con animales, o con objetos culturalmente humillantes como podrían ser una fruta o una caja con una fotografía. Esos también tenían banderas de paises y gente con piel de diferentes colores. Y también involucraban escenas sangrientas y espeluznantes. Ninguna de estas imágenes y videos y comentarios eran pertinentes para Pepe, y todo eso continuó hasta que el amistoso vecino Spiderman entró al lugar para salvar la situación aún a costa de terminar con cancer.
Luego de ese evento, Pepe se sintió incómodo sin tener mucha idea de por qué, y reflexionó sobre lo que había vivido. Reflexionó fundamentalmente sobre aquella idea de tolerancia silenciosamente aceptada que lo llevó a cerrar la imagen de aquella primera trampa. Tildó intuitivamente a los reaccionarios de novatos, y se dijo a sí mismo que había reglas claras aún cuando implícitas. Se dijo que eso era tolerancia.
Pero a continuación se preguntó: ¿cómo sería esa tolerancia si Pepe mismo tuviera más opciones sobre esas filmaciones? Si pudiera hacer algo más que ignorarlas cuando no le gustaban. Si pudiera clasificarlas, para separar a la gente de acuerdo a sus gustos personales, para que no hubiera más trampas. O, más contundente aún, qué pasaría si no pudiera ignorarlas.
Estas ideas se mostraron profundas para Pepe, y lo llevaron a un lugar de tanta incertidumbre como curiosidad. Pepe sentía que aprendía algo, que estaba en las puertas de algo nuevo para su vida, algo importante. Así fue que Pepe volvió a aquél primer video de aquella primera trampa, y lo vió completo. No lo entendió. Se preguntó cómo sentiría placer esa trampa. ¿Como una mujer? ¿como un hombre? Algo había de tabú en esa reflexión, pero tampoco veía nada que la impidiera formalmente. Volvió a mirar el video completo, que en seguida tuvo gusto a poco. De esa manera fue que Pepe entró a otro sitio de videos, y buscó videos de trampas; había miles. Y miró algunos, y un montón de gente dejaba comentarios, y recomendaba otros videos afines o mejores, y Pepe siguió esas discusiones y esas recomendaciones hasta quedar satisfecho.
Minutos más tarde Pepe se asustó por esta experiencia. Algo había en ella que era incómoda. Pero como con tantas otras incomodidades, continuó con su vida, tolerándola.
Al otro día Pepe volvió a buscar videos de trampas. Pero ya no le generaban la misma satisfacción que antes; ya no resolvían nada, no respondían a ninguna pregunta. Eran tediosos, banales, insoportablemente normales. Así que Pepe volvió a donde viera aquella trampa original, y pudo ver el resto de los videos publicados. Vió el video de la chica nazi, que lo llevó a buscar videos nazis, y lo llevó por comentarios nazis, recomendaciones nazis, a comunidades nazis, hasta nuevamente quedar satisfecho. Esto volvió a suceder, pero ya los nazis no tenían el mismo atractivo; así Pepe exploró la interracialidad. Y más tarde los enanos. Y más tarde los viejos. Y terminó en videos de gente sin pedazos, de gente teniendo sexo con muertos, de gente matando o muriendo, de gente haciéndole cosas a cosas. Pepe era extrañanente felíz en ese frenesí exploratorio, pero su motivación por la normalidad decaía a una velocidad preocupante. Así fue que la pregunta por la tolerancia, con el paso de los días, se volvió más y más difusa.