Otro texto del taller de escritura. En esta ocasión, la consigna era “Escribir un acontecimiento desde diferentes puntos de vista”. Lo escribí en 40 minutos.


1)

    No se puede escribir cualquier cosa en 40 minutos. Escribir exije un montón de dedicación y concentración. Especialmente cuando tenés que ponerte en la piel de otro, y entender lo que está pasando desde su punto de vista, y analizar, sentir, que lo que está pasando te pasa a vos, y que vos de repente sos otro, y que tu cabeza está en un lugar diferente al de todos los días, aunque normal para ese que estás imaginando, y entonces todo lo que estás haciendo son experiencias más bien nuevas. No pueden ser cortas, no pueden ser instrascendentes: tienen que durar en tu cabeza, y tenés que aprender a tener cosas para decir.

    Es también una cuestión de gimnasia, está claro. Mientras más lo hagás, más rápido te sale. Imaginate un profesional que tienen que hacer esto varias veces por semana o hasta por día. Uno se sienta a escribir, y el modus operandi es siempre más o menos el mismo; ya tenés trucos, mañas, ya no hay tantas sorpresas, ya recordás otros momentos en los que estuviste trabado y lo gambeteaste (o no) y pudiste ver, en el momento o eventualmente, que si hacías tal o cuál otra cosa diferente a la que ya hiciste, encontrabas un camino totalmente distinto. Y eso cuando tenés todo el tiempo del mundo vaya y pase; cuando tenés deadlines, tenés que escribir, no hay tu tía. Y cuando morfar depende de eso, creeme que escribís; no te tirás en posición fetal a dar vueltas por el piso, ni te ponés a mirar videos pelotudos en internet, ni te ponés a jugar jueguitos o leer cosas que nada qué ver: te ganás el mango, te ganás el plato de comida. ¿Querés además saber hasta dónde escala eso cuando también alimentás a tu familia?

    Así que no podés tomarte la escritura como una especie de juego pasional que podés hacer en tu tiempo libre y que no importa cuánto tarde ni a dónde vaya. Hay reglas. Sentás el culo en la silla, y movés los putos dedos hasta que lo que hace falta escribir esté escrito.

2)

    A mí me das 40 minutos y te escribo cualquier cosa. Especialmente cuando tenés que ponerte en la piel de otro, y entender lo que…

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Otro texto para el taller de escritura.
Esta vez la consigna fue: Combinar la repetición y el contraste. “Las costumbres de una comunidad”.

    Escondidos entre los pilares de los pequeños grandes placeres humanos, se encuentran la satisfacción del secreto prejuicio y la activa discriminación. Tanto es así que dividir a la gente en grupos resulta una actividad irresistiblemente encantadora, aún cuando privada de su esporádica y contingente justificación científica; es tanto un juego hipócrita como un goce moderno el disponer de incontables categorías que nos permitan distinguir entre adecuados y no adecuados, entre aptos y todo lo demás, lo que ande por ahí, lo que sobra. Pero no es ni tabú, ni pecado, ni está mal visto siquiera para las sensibles almas de los refinados que manejan tanto conocimiento y saben percibir con brillante precisión al universo. Con este texto pues seguimos los pasos de estas grandes personas, nos unimos a ellos, explorando los vericuetos de una comunidad tan ancestral como vigente: el mersa.

    Boludo y de mal gusto, el mersa sobrevive desde que la gente es gente. Allá por el año quichicientos, en las cuevas esas con los dibujos esos, ya se encuentran los cazadores con sus lanzas, las presas que alimentarán la tribu, y los pelotudos inverbes que corren para cualquier lado con los brazos en alto, sin armas, y sin aparente virtud de la que se pudiera dejar constancia, amén de su evidente presencia.

    Uno que no entiende mucho podría decir que aquella persona tendría un rol, que daría algo a cambio del ser; que forma parte, pensando un poco, de una larga cadena de sucesiones y conexiones que llevó a la humanidad a sobrevivir a tamaña adversidad: catástrofes naturales, enfermedades, depredadores más hábiles, fragilidad; que es un eslabón en el contínuo de nuestro conocimiento, y nuestro crecimiento, y nuestra cuestionablemente infinita actualidad. Pero no: hoy sabemos que tenemos satélites, y entendemos al átomo, y entendemos la luz, y mandamos cosas a otros planetas, y ese tipo ahí sin armas al lado de un buey que está siendo cazado, lo podemos visualizar muy bien, de tener nuestras herramientas estaría sacándose selfies y mandando besitos y escribiendo “jajaja” en alguna red social mientras los demás se rompen el orto laburando por un plato de comida. Y sabemos que si lo criticamos somos unos intolerantes y no entendemos nada de la vida porque no estamos en la onda. Y que, “la…

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    Anteayer escribía algunas reflexiones sobre cómo ciertos determinismos anteriores al uso de la razón operan con mucha más fuerza que cualquier posible argumento, y observaba cómo la derecha explotaba esta cualidad de la gente. En esa aventura pasé fugazmente por Henry Miller, Michel Foucault, y Slavoj Žižek.

    Una reflexión me quedó en la cabeza: “hoy tenemos duranes barbas contando los pormenores de su trabajo en entrevistas como si mentir fuera lo más natural del mundo“. Y es que mentir es efectivamente lo más natural del mundo; fue una queja tonta de mi parte. Patalear por esas cosas es un desperdicio de energía. De una manera u otra, quedarme con esa idea me sirvió para pescar otras cosas dando vueltas por ahí, directamente vinculadas a aquel post de los otros días.

    En primer lugar, un artículo en ars technica. Allí se afirma lo siguiente: “When it comes to controversial science, a little knowledge is a problem“. Cuando se trata de controversia científica, tener sólo un poquito de conocimiento sobre el tema es un problema. Y se cuenta sobre un informe y algunas de sus conclusiones. Efectivamente, notan cómo el conocimiento es utilizado para defender postura mucho más que para cualquier forma de objetividad. Esto por diferentes razones. Y la única buena noticia en la cuestión parece ser que hay temas en los que la polarización todavía no se percibe mucho qué digamos.

    Un segundo artículo, esta vez de opendemocracy.net se pregunta: “¿la electricidad como requisito para la democracia?“. Este artículo plantea al acceso a la información como una de las condiciones elementales para la democracia, y explora un poquito los pormenores de ese acceso, algo que desde hace años forma parte de mis principales intereses. Esto también surge en el contexto caliente de la neutralidad en internet; algo de lo que en Argentina prácticamente ni se habla, pero básicamente consiste en que los proveedores de internet puedan dar mejor y peor internet para diferentes sitios web (por ejemplo, que canal 13 te ande bien pero c5n te ande como el culo).

    Ambos artículos los ví publicados hoy en mi feed de noticias gremial de cabecera. Son temas sumamente calientes, en todo el mundo; no exagero cuando hablo de “mi generación” post tras post. Con el posmodernismo en primera plana, aparece la urgencia intelectual como una avalancha; y mientras más se oculta, más Trumps y…

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    Hace un par de días, escribí algo que de ninguna manera pretende ser tomado en serio, y lo publiqué recién acá. Es un simple ejercicio para un taller de escritura, con una consigna difusa y no mucho más que eso. Como me gusta escribir usando nombres pedorros, arranqué escribiendo “Pepe”, eso me llevó a 4chan, a la dinámica de /b/, y lo demás es anecdótico; redacté algunas escenas más o menos arbitrarias de un día cualquiera en ese lugar, y cumplí con lo que me pedía el taller, nada más. La consigna pedía “describir una imagen a partir de la siguiente premisa: un sujeto se encuentra con un objeto que no conoce; en ese objeto hay un contraste entre cualidades, valores o conceptos“. Creo haber fallado miserablemente, en tanto que me concentré en simplemente escribir algo para no caer el sábado ahí sin nada escrito; no le dí mucha bola a la consigna. Pero intenté: pretendí que Pepe se cruzara con algo raro en su actividad habitual, y eso lo llevara a una serie de acciones y reflexiones. Después me di cuenta que curzarse traps en /b/, o cualquiera de las situaciones que vivió Pepe en ese texto, no tiene nada de raro. Pero bueno, eso es otra historia. Lo que intenté hacer en un ratito que tenía libre es explorar toda la diferencia explosiva que se plantea activa y violentamente en /b/ y jugar un poco con los pormenores de la tolerancia. Precisamente, como no logré decir nada sobre la tolerancia más allá de apenas mencionarla, al final del texto digo que la misma se volvió difusa, y con eso puedo hacer trampa y decir que estoy planteando algo en el texto. Final felíz.

    No es tan así, me temo. La tolerancia es un clavo en mi cerebro desde hace tiempo. Buena parte de mi día a día, de mi energía, consiste en un aparentemente infinito ejercicio de tolerancia. Y en muchos aspectos puedo ver que una diferencia fundamental entre mis pares y yo al respecto de esto, es que yo me hago cargo de la cuestión. Desde planteos filosóficos que generalizan la sociedad y la humanidad, hasta las cuestiones más mundanas del día a día como ser la tapa del inhodoro o los platos sucios, la tolerancia insiste instancia tras instancia, todos los días, sin siquiera amagar a pretender aflojar. En mi cabeza no hay opción a…

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Otro ejercicio del taller de escritura de Rodrigo Baraglia al que estoy concurriendo los sábados. Esta vuelta la consigna venía por el lado de los contrastes:

    Pepe vió algo medio raro, hasta que llegado un punto se avivó lo que pasaba: la enésima mujer desnuda de la lista tenía pene. Era una trampa. Entonces Pepe de inmediato cerró esa filmación sin terminar de verla y continuó con la siguiente, sin mayor comentario, sin chistar; era la norma y Pepe era un tipo ético. La extraña rueda de la tolerancia en internet maneja sus propia ética desde hace ya más de una década, y sabemos que hay trampas, y sabemos que no podemos hacer nada al respecto. Pero más abajo otra persona comentaba indignada, que por qué no se iban a una isla y dejaban en paz a la gente normal, que ojalá volvieran los nazis y corrigieran todo eso que estaba mal, y acompañaba su discurso con un video de una mujer blanca y rubia y de ojos claros, de veintipocos años, con una vincha de motivos alemanes, y unos aros con parafernalia del eje, teniendo sexo con un tipo del que no se viera mucho salvo que también es blanco. Varios respondieron a ese que sí, que había que matarlos a todos a esos, acompañando sus discursos con imágenes de gente aplaudiendo o señores levantando el pulgar. Otra persona publicó otro video también adhiriendo: otra mujer, más blanca y más rubia que la anterior, tal vez incluso más jóven, teniendo sexo con otro señor; pero este señor a diferencia del otro era de piel negra. Entonces muchos usuarios denigraron a ese, tildando a la escena de “bestialismo”, acompañando su discurso con imágenes de monos. En el medio de ese frenesí ajusticiador, empezaron a aparecer muchos videos de “bestialismo”. Entonces empezaron también a aparecer videos de señores de piel negra siendo asesinados de maneras moderadamente espectaculares, en su mayoría sangrientas y en su totalidad reales, no ficcionales, junto con muchos otros videos de señoritas de piel negra siendo sexualmente torturadas y en ocasiones también asesinadas. Entre ellos pudieron verse varios videos de chicas jóvenes rubias teniendo sexo que sólo a partir de cierto momento mostraban también tener un pene. Todo esto derivó en videos de gente con rasgos físicos menos idealizados, como obesos o enanos o viejos, teniendo sexo con animales, o con objetos culturalmente humillantes como podrían ser…

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Esto a las 12 del mediodía:

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    Está claro que la mayor crisis política de la generación vigente se vive en todo el mundo no tanto en el plano formalmente político ni el económico, que ya bastante tela tienen cortada por mucho que el sentido común patalee, sino en el jurídico. El poder judicial, acá y en la China, es visto como un apéndice cancerígeno de organizaciones de poder externas (usualmente, pero no necesariamente, el ejecutivo de turno). Y esto es un problema gravísimo: porque extinta la ficción de la justicia, sólo queda el mecanismo de la violencia.

    Uno podría decir, sí, está en boga esta cuestión, pero no por eso es ningún tema nuevo. Coincido. Pero algunas particularidades de lo que está sucediendo desde la caida de la unión soviética dejan de manifiesto algunos mecanismos que no estaban claros en otros momentos del mundo. Y quizás una segunda objeción con la que también coincidiría es que siempre estuvieron los que denunciaron estas cosas; pero el orden de magnitud, la presencia, la centralidad de la cuestión, me parece una novedad. Toda la cuestión de la posverdad es apenas uno de estos temas; que en las academias lo sabemos desde siempre, pero en el sentido común parece ser descubrir el fuego. Los marxistas hace 100 años por lo menos vienen hablando de “justicia burguesa” mientras de la vereda de en frente se les cagan de risa y los tildan de monigotes. El poder judicial es una organización política al servicio de intereses corporativos y coyunturales, cuya única neutralidad está en los libros de educación elemental y en los medios de comunicación; exactamente igual que sucede con la ciencia.

    Particularmente, viéndolo desde afuera, la cuestión se muestra entre mis pares como un fatalismo más, de esos para los cuales el consumo siempre sabe inyectar un paliativo; “son todos chorros”, “no tienen vergüenza”, y después a seguir con la vida, mirando el partido o comprando porquerías. No parece haber instalada una crítica pormenorizada, como sí tal vez tienen el plano económico (donde cualquier hijo de vecino se te puede poner a discutir la definición del estado de bienestar o las dinámicas macroecoonómicas de la segunda guerra para acá) o político (que agarrás alguien por la calle y le preguntás qué onda, y te dice un montón de condiciones históricas y sociales que determinan un presente trágico, a diferencia de en algún lugar fantasioso al que deberíamos aspirar); los jueces tienen huevos…

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El pasado año 2016, con mi esposa y Juán, hicimos un scanner robot para libros completamente automático.
Acá dejo un video:

Acá dejo también el trabajo práctico, donde contamos cómo fue el desarrollo del proyecto: http://canta.com.ar/ifts14/laboratorio_3/final.pdf

Acá se pueden ver también otros videos del proceso (pruebas, experimentos, y demás): https://www.youtube.com/user/FerminGitorio/videos?shelf_id=0&view=0&sort=dd

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    Agregando un item más a la lista de proyectos que jamás voy a terminar: quiero hacer un sistema de generación de historias. Ya deben existir un montón de estos; no podría importarme menos, quiero hacer el mío. Básicamente un motor de escritura parametrizable. La idea es implentar diferentes niveles de modelos de la lengua, y articular todo eso con lineamientos de escritura a más alto nivel. ¿Con qué objeto? Trollear a la literatura, no mucho más que eso; me gustaría poner bots a escribir textos a nombre de diferentes usuarios, que cada uno tenga “personalidades” diferentes, y que publiquen historias. En mis fantasías más sádicas, me daría por satisfecho cuando aparezca algún perejil a quejarse de que uno de esos usuarios boteados le está plagiando una historia.

    Decidí llamar a este proyecto Propp, en nombre del legendario lingüista ruso que quiso hacer una morfología de los cuentos de hadas.

    Acorde a la etiqueta de formalización de proyectos, le creo un repo: https://github.com/Canta/Propp

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    Hay unos cuantos problemas con las historias buenas, mas allá de la cuestión elemental de la definición. A mí me preocupan hoy por hoy las grandes historias reales que, por diferentes razones, incluso en esta era actual donde lo que más abunda son historias, no salen de círculos dolorosamente marginales. Y es que llegamos a una verdadera economía de las historias, un mercado de historias donde sabrá Dios cuál será el valor de cada cosa pero donde existe una incesante demanda de popularidad, un constante énfasis de los centros y periferias que se arman alrededor de absolutas ficciones, al punto tal de que los espacios más usualmente reacios al discurso académico terminaron sin mas remedio o sin mejor herramienta que instalar en horario central la idea de “posverdad”. Y es que del giro lingüístico para acá, sin necesidad siquiera de ponerse a hablar de siglos de epistemología, ya pasó suficiente tiempo como para un reconocimiento.

    Pero reflexionémoslo por un minuto. Pensemos un poco la cantidad de vidas y de historias que existen detrás de que, de repente, como si nada, la modernidad se muestra manifiestamente en jaque en el mismo lugar y a la misma hora que tenés minas en pelotas bailando con Tinelli o célebres y populares atletas cumpliendo por enésima vez proezas dignas de memoria y celebración hasta dentro de una semana cuando se deban repasar las próximas proezas deportivas dignas de memoria celebración que reemplazan a las anteriores, y así aparentemente hasta el fín de los tiempos. O en el mismo lugar donde florece la razón polémica, esa de la cuál jamás se obtuvo una sóla idea productiva. O en el mismo lugar donde se instala y pone en marcha el sentido común, ese con el que las academias se vienen peleando desde hace incontables generaciones. Ahí, hoy, se habla de “posverdad”.

    Si yo me basara en el mismo material que el más exitoso y revolucionario experimento epistemológico jamás creado, que es toda la parafernalia actual del big data y sus algoritmos de selección de “trascendencia” o “importancia”, si yo usara el mismo corpus digo, tendría que decir que una gran historia tiene cosas como magia, profecías, y alguna forma de maldad sobrenatural. Estoy pensando en Game of Thrones, Harry Potter, Star Wars, y tantos demases. Los juicios sobre tales grandes historias rondarían acerca de personajes mejores o peores, hablarían de circunstancias más o…

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