Ayer publiqué mi primer video. Todavía estoy aprendiendo detalles sobre cómo hacerlos, y todavía estoy también explorando el ecosistema de hosting de videos, razón por la cuál de momento sólo está en youtube. Pero acá lo pueden ver, y de paso también dejo el texto del video.
Algunas semanas atrás, en casa nos pusimos al día con Attack on Titan, y sobre esa serie tenemos un montón de cosas para decir. Pero también pasó por esa fecha que Wisecrack publicó un video sobre Legend of Korra. Así que es una buena oportunidad para plantear algo que ambas series comparten. Pero para hacer eso, vamos a tener que comparar con otras cosas que hacen otros trabajos también populares. Así que pónganse cómodes, que arrancamos con este paseo por Legend of Korra, Attack on Titan, y la ideología: por supuesto, con spoilers por todos lados.
Como decía, necesitamos empezar comparando con otros trabajos. Y la razón principal de esto es que Wisecrack publicó su video sobre Korra en la saga “what went wrong”, donde básicamente argumentan cosas que la serie hizo mal con respecto a su antecesora, “Last Airbender”. Y esto es algo que en muchas oportunidades me crucé, por internet y entre mis amigues. Así que, antes de responder, es necesario contexto.
Hace algunas décadas atrás, les personajes de series animadas populares, y especialmente las series japonesas, parecían tener siempre algo en común: ser eternes adolescentes. Piensen por ejemplo en un Gokú, un Tsubasa, un Seiya, o cosas de esas. Y ni siquiera hace falta ir tan atrás qué digamos. Es injusto decir que todo el animé es así, porque todes podemos encontrar ejemplos de lo contrario. Y es injusto también echarle la culpa a Japón de esto, porque el resto del mundo tiene su cuota de lo mismo por todos lados. Pero estos personajes son, sin lugar a dudas, extremadamente populares, y trascienden al público infantil.
Está todo bien con ser adolescente. El problema son eternes cuasi-niñes con solamente dos o tres variables en la cabeza. Y ojalá terminara ahí. También suelen tomar decisiones muy cuestionables sin consecuencia alguna, se la pasan demostrando habilidades inhumanas frecuentemente injustificadas, y tienen varios problemas más que en definitiva pueden hacer de lo que significa “heroismo” para nuestra cultura algo preocupante. Pero cada ejemplo tiene sus detalles, y vale la pena revisarlos.
Casos como Dragon Ball o Saint Seiya tienen un universo entero estructurado para justificar cualquier exceso, siendo tan así que hasta los dioses multiversales se ponen a tirar patadas para medir qué universo es digno de existencia; una mitología francamente siniestra y demencial, que sólo puede ser tolerada por el final felíz asegurado, caso contrario sería pesadillezca.
Ejemplos un poco menos ambiciosos como Captain Tsubasa pecan también de antihumanismos bastante serios. El heróico entrenamiento de Hyuga para mejorar su rendimiento y poder así salvar a su familia de la pobreza, o la vida de brutalidad y tragedia a la que se vió sometido Santana y de la que sólo logró sobrevivir a fuerza de fútbol (?), son de alguna manera planteados como inferiores, segundos, frente a la pasión de Tsubasa. Pasión que básicamente le permite articular sus músculos desgarrados y obtener energía de la nada, a pura fuerza de voluntad: porque sí, porque se le antoja jugar al fútbol, y eso es todo.
“El balón es su amigo”, punto, no hay nada más qué contemplar. “Quiero jugar en Brasil”, punto. “Quiero ganar la copa”, punto. No hay complejidad, no hay contexto, no hay ninguna otra cosa más que voluntad. Si ignora las costumbres sociales de su entorno, al qué va a hacer si le llega a ir mal en el fútbol, o cualquier otra cuestión, nunca son variables a tener en cuenta. Gokú es idéntico: “quiero pelear”, “quiero ser más fuerte”. Y tal como sucede con Gokú, Tsubasa vive en un mundo donde todes parecen aprobar eso: les padres se encogen de hombros, el médico lo deja salir a la cancha con la pierna toda ensangrentada, les compañeres siguen confiando en él aunque a todas luces parece estar lunático, etc. Y bueno, Seiya lógicamente es más de lo mismo: “hay que proteger a Atena”. ¿Por qué? Porque sí. Gracias a eso, supera cualquier obstáculo, y obtiene siempre fuerzas de la nada, que inevitablemente conducen a un final felíz.
Y aunque sean tan simplones que francamente caen en lo chistoso, así como los planteo yo, no deja de ser preocupante que semejante brutalidad de personajes puedan ser tan populares, tan masivamente aceptados, tan positivamente calificados; no deberían ser esos los héroes mitológicos de generaciones conviviendo con la conquista espacial, la clonación, o la energía nuclear. Y creo que eso dice mucho sobre algunas cosas que estamos viviendo.
Podría prestarle atención a varias cosas que calificaría como “malas” en todo eso, pero de momento prefiero prestarle atención solamente a una: el tema de la edad. Todas esas historias arrancan con niñes, que después básicamente nunca crecen, o bien tienen una forma de crecimiento muy particular. De hecho, el crecimiento, cualquiera sea, parece más para personajes secundarios que principales.
Y aquí es donde traigo a Korra a colación. No tengo nada malo para decir sobre la precuela, pero definitivamente consideré Legend of Korra como un trabajo mucho más virtuoso que el anterior, por diversas razones. Así pude ver que Korra dividió aguas en el “fandom” de Avatar, y es por lo tanto un trabajo polémico, llegando hasta el video de Wisecrack. Entonces, tanto el contenido de la serie, como esa polémica en el fandom, vienen bien para plantear algunas cosas.
Pero el segundo ejemplo que involucro es Attack on Titan: una serie que todavía no terminó y ya da qué hablar. Si existe algo así como una tradición del animé con los modos del heroismo, esta serie rompe con eso de manera muy responsable en sintonía con los temas que plantea. Y es que, aunque en cada caso de diferente manera, uno de los temas centrales que ambas series comparten es el problema de la ideología. Y como si fuera poco, ambas coinciden en plantearla de una manera con la que no sólo coincido, sino que rara vez escucho a nadie mencionar por ningún lado por estos días: la ideología es un problema intergeneracional.
Esto último está presente casi desde el primer momento en Korra, mientras que en Attack on Titan aparece planteado con fuerza recién en la cuarta temporada. Sin embargo, es tan potente el planteo sobre ideología en Attack on Titan, que sencillamente retuerce cualquier otro argumento persistente de temporadas anteriores, y resignifica todo alrededor de ese concepto tan espinoso para nuestras sociedades contemporáneas.
Y es que en Attack on Titan queda desgarradoramente claro que les que vienen después de nosotres nos van a pedir explicaciones acerca de por qué el mundo es como es, y “yo soy una buena persona” o “yo tengo excusa” nunca van a ser una respuesta satisfactoria. La ideología se muestra como una cuestión mucho más vinculada al mundo que dejamos que al mundo en que vivimos. Y frente a eso, lo que nosotres queramos hacer con nuestras vidas toma una dimensión tan compleja que sencillamente nubla la mente, y angustia.
Ideología actualmente tiene dos significados populares, mayormente aceptados. El primero es un término despectivo que viene al caso de plantear una relación equivocada e ilusoria con la realidad. Para esa acepción, “ideología” es una especie de anteojera subjetivista que distorsiona la realidad, a la que se accede básicamente siendo “más objetivo”; y para ser “más objetivo” hay una serie de mecanismos, tales como ir a la escuela para aprender cómo son las cosas en la realidad, o leer muchas fuentes de datos para realizar análisis objetivos. La otra acepción no es despectiva sino descriptiva, y básicamente es un cuasi-sinónimo de “cosmovisión”: el conjunto de creencias e intuiciones que determina las interpretaciones de las experiencias. Quienes articulan esa acepción de “ideología”, generalmente pretenden estudiar qué está sucediendo en tal o cuál situación social, antes que denunciar algún error intelectual de alguien.
La ideología es un tema gigantezco, muy actual, y muy sofisticado, que de ninguna manera queda satisfecho con esa descripción breve que dí recién. Es imposible abarcarla por completo en pocas palabras. De modo que la estrategia de este canal para encararla va a ser ir reconstruyendo el concepto de a pedacitos, bit por bit, viendo cómo atraviesa muchas de las cosas que nos tocan vivir en nuestra cotidianeidad, esquivando así cualquier pretensión intelectualoide de querer dar una definición definitiva.
En cualquier caso, sea en términos despectivos o descriptivos, la ideología tiene una particularidad en la que ambos bandos están de acuerdo: reduce brutalmente la complejidad de los conceptos. No importa si uno es de izquierda, de derecha, u otra cosa, la ideología opera necesariamente como filtro entre lo que es el mundo y lo que entendemos de él. Y en ese mecanismo, al mismo tiempo, estamos siempre sacando alguna conclusión necesariamente fragmentaria acerca de cómo es el universo. De esa manera, una parte importante que constituye al fenómeno ideológico son nuestras propias ideas sobre quienes somos y cuál es nuestro lugar en el mundo: cómo debemos comportarnos, cómo deberían ser las sociedades; qué es, en definitiva, ser humane. Se pretenda o no, siempre que la ideología se presenta como problema, esos son temas que la atraviesan.
Pero la ideología tiene algún que otro parámetro constitutivo más, fundamentalmente en el aspecto histórico. Y no es casual que tanto Legend of Korra como Attack on Titan compartan el mismo momento histórico de desarrollo de las sociedades humanas: el punto cúlmine de la modernidad, que fuera el final del siglo XIX e inicios del XX.
Brevemente, la modernidad es un momento histórico que arranca en el siglo XVII con la llamada Ilustración, y viene a ser algo así como “la era de la razón”: aparece la ciencia como la conocemos hoy en día, la religión empieza a perder centralidad en las sociedades, suceden la Revolución Francesa y la Revolución Industrial, y entre muchos otros etcéteras prolifera por el mundo un sentido común fundamentalmente antropocentrista; todo pasó a girar alrededor del ser humane.
Y fue una era de mucho optimismo, fundamentalmente tecnológico: de repente cosas impensadas en tiempos anteriores eran posibles (como volar, por ejemplo), se curaban enfermedades antes incurables, se producía más que nunca, les riques no paraban de generar cada vez más riqueza, y la tecnología no paraba de hacer maravillas. Lo cuál, spoiler, finalmente no sólo terminó mal, sino de hecho casi de la peor manera pensable, que fue la segunda guerra mundial y la bomba atómica.
Pero otro parámetro importantísimo que determinó la modernidad en la historia de la humanidad es la velocidad del tiempo: desde que empezó, la modernidad determinó que década tras década, año tras año, día tras día, los avances tecnológicos y científicos generaron que el tiempo vaya cada vez más rápido para todes. Hace 500 años atrás, hijes y abueles se dedicaban a las mismas cosas, hablaban de los mismos temas, tenían una vida y horizontes en común; hoy en día a una persona le cuesta encontrar temas de conversación con alguien 10 años mayor o menor. Y eso es algo que nunca se detuvo, llegando hasta nuestra actual desconexión generacional que vivimos en el presente, e incluso profunda desconexión con nuestro “yo” de años anteriores.
La ciencia es el personaje principal en toda esta historia de la modernidad. Pero no es el único: también fue la historia del nacimiento y caida en desgracia de la ideología. Es así como tanto Korra como la gente de Attack on Titan, súbitamente y casi sin darse cuenta, se encuentra en conflictos ideológicos prácticamente irresolubles, donde todes dicen tener la razón definitiva, y hacen serios esfuerzos por no perderla. Es exactamente lo que pasó con las tres ideologías principales de la historia de la humanidad (y la cuarta tapada por la historia oficial), que se pusieron en juego durante las dos grandes guerras del siglo XX: el liberalismo, el socialismo, y el fascismo.
Esas ideologías tienen diferentes nombres y diferentes características dependiendo a quién se le pregunte y, nuevamente, este video no es sobre eso. Lo importante para este video es que el siglo XX nos dejó una espeluznante enseñanza al respecto de las ideologías: todas fallan en la cuestión humana, todas deshumanizan por algún lado.
Después del siglo XX, el cuentito de buenos contra malos está completamente oxidado, y en ese sentido me parece perfecto que Attack on Titan arranque haciendo una cuasi-defensa del fascismo: porque es la ideología que tiene peor prensa en nuestra actualidad, y sin embargo es muy fácil de entender cuando se vé a la humanidad frente a un enemigo externo.
El fascismo es el fantasma que aterra tanto a liberales y socialistas por igual. Y déjenme aclararlo, para que nadie se confunda: es el fantasma que me aterra a mí también. Pero el punto es que si uno logra ponerse en los zapatos del monstruo, lo humaniza. Y mostrar los efectos de la historia, tanto en términos de los problemas del acceso o no a la información histórica, como en términos experienciales de las cosas que nos tocan vivir, te muestra que todes podemos ser cualquier cosa el día de mañana: inclusive el monstruo.
El problema del fascismo es que no se resuelve yendo a la escuela a aprender las cosas correctas, ni haciendo esfuerzos por ser objetivo, sino humanizando a les enemigues: algo insoportablemente costoso para cualquier ideología, sin lo cuál las experiencias del siglo XX son más bien inevitables. Y esto queda espantosamente claro y es absolutamente central en la actualidad que estamos viviendo, donde fuerzas de extrema derecha están logrando acceder a la aceptación popular en casi todos los paises del mundo, llegando al punto impensable hace no mucho tiempo atrás de la toma del capitolio en los Estados Unidos: un principio de golpe de estado en la nación más poderosa del planeta.
Mientras tanto, aunque de otra manera, Korra vive los mismos problemas. Korra se enfrenta a cuál es su rol en una sociedad moderna plena, siendo ella una entidad supuestamente importante para el mundo. Como bien plantea Wisecrack en su reciente video, buena parte de la trama de Legend of Korra gira alrededor del concepto de balance. Y si bien el cómo implementar un balance es en sí un problema, ni siquiera estaba claro para ella a qué se le podía decir “balance” en un mundo convulsionado y complejo como el que le tocó intervenir. Sus antecesores no enfrentaron al desarrollo tecnológico del industrialismo, el uso de la radio para distribuir información por todo el planeta, ni los complicados argumentos de orden político que legitiman los conflicos, las invasiones, y las matanzas: Aang vivió en una época de reyes y dinastías, no de imperialismos tecnocráticos y democráticos.
No es en absoluto casual que entre sus rivales se encuentren figuras equiparables a Henry Ford. Pero les villanes de Korra claramente marcan el ritmo y eje de su desarrollo como personaje, y sucede que precisamente cada villane es un sofisticado representante de alguna tendencia ideológica; tanto es así que frecuentemente se les encuentra más planteades como “antagonistas” antes que “villanes”, porque no son necesariamente “malignes”.
No creo que pueda hacerse una analogía lineal perfecta entre les cuatro antagonistas de Korra y las ideologías que conocemos en el mundo real, porque los detalles son muchos. Pero sí me parece claro que Amon está más cercano al socialismo, Unalaq al liberalismo, Zaheer al anarquismo, y Kuvira al fascismo. Y la cuestión por la que “no son tan malos” es que todes tienen plenamente justificadas sus acciones; desde la modernidad para acá, cuando eso sucede, coloquialmente se dice que “tienen razón”. Y es que la modernidad estableció que “tener razón” y “estar en lo correcto” sean básicamente sinónimos, cuando en realidad no lo son.
Cada antagonista de Korra es en rigor un campeón de su ideología particular. Y a eso no se le gana simplemente tirando piñas y patadas. Wisecrack un poco critica que, irónicamente, eso es lo que termina sucediendo; y coincido en que tal vez The Legend of Korra un poco haya fracasado en su ambición de abarcar los intrincados detalles de ese momento histórico tan importante y complicado.
Sin embargo, en defensa de ese trabajo, puedo decir que es un intento bastante digno, y mucho más un camino a seguir que otras historias más reconocidas como “completas” por la crítica en general (como puede serlo la precuela). Y esto toma dimensión, tal vez no tanto en el planteo de les antagonistas, sino más bien en las consecuencias que tuvieron en Korra. Precisamente, Korra no puede siquiera empezar a definir la idea de balance, sino hasta cruzarse con esta gente, y es a través de elles que aprende los detalles de un mundo muchísimo más difícil de aprender que el de Aang.
Atack on Titan, decía antes, no introduce formalmente a la ideología sino hasta la cuarta temporada. Eso forma parte de la estrategia narrativa de la serie, que consiste en sucesivas revelaciones. Y la introducción de la ideología coincide con la introducción del mundo entero. Antes de ese momento, la serie entera sucede sólo dentro de las murallas de un reino aislado. Y cuando la historia pasa a mostrar un fragmento del resto del planeta, el relato pasa a operar en torno a dos personajes nuevos: Falko y Gabi, dos jovencites adolescentes.
Pero estes jóvenes son de la generación posterior a la que tuvo centralidad en las temporadas previas. Y si bien ambos personajes comparten muchas cosas, tienen posiciones ideológicas muy diferentes. A su vez, esas posiciones ideológicas se encuentran en conflicto con las de sus antecesores, tanto a la hora de coincidir como de disidir. Y es que las coincidencias ideológicas, cuando suceden, no son precisamente un alivio, sino más bien una responsabilidad; cosa que la serie escenifica de manera descarnada y brutal cuando Gabi comienza a volverse más y más y más extrema en su justificación de una ideología absolutamente heredada.
Son dos problemas distintos el hecho de que existan las ideologías, y el hecho de que se transmitan generacionalmente. El primero es un problema de orden epistemológico, que tiene qué ver con aquella definición de las “anteojeras” y la objetividad y todo eso. El segundo problema surge de la acepción “cosmovisión”, y de cómo la ideología en términos prácticos tiene más qué ver con culturas que con sujetos sueltos. Y no por nada tampoco un personaje importante para la trama de Attack on Titan literalmente se llama “Historia”.
Sucede que la ideología surge formalmente en la modernidad con el desarrollo de las teorías marxistas de análisis económico, político, y cultural; y en esas teorías, la historia tiene un rol central. Las mismas personas que comenzaran a usar el término “ideología” como herramienta para entender al mundo, plantearon también las ideas de “alienación” y “motor de la historia” para entender a la gente y a todos esos cambios que estaban comenzando a ocurrir de manera cada vez más acelerada con el desarrollo de las fábricas y las ciudades.
Los personajes de las primeras temporadas de Attack on Titan viven en una era del desarrollo de la humanidad muy similar a la que le tocó vivir a Aang; y tal y como sucedió con Korra, apenas una generación los separa de un mundo completamente diferente y mucho más complicado por el paso de una historia acelerada y las ideologías en juego. Y, también del mismo modo, determinadas ambas historias por los eventos cercanos al final de la modernidad, de repente les protagonistes ya no eran tan importantes ni centrales para la trama como el mundo mismo: y es que en el siglo XX, el personaje principal pasó a ser el mundo.
Es con esas cosas en mente que a veces hasta me burlo de críticas a la calidad de los personajes supuestamente principales de Legend of Korra, o de críticas desde las supuestas reglas de los géneros narrativos, cuando en relidad me parece que los temas que se pretenden articular están muy correcta y respetuosamente articulados, tanto teniendo en cuenta a la audiencia hipotética como a las posibilidades reales de plantear algo tan sofisticado.
Pero fundamentalmente valoro tan positivamente a Legend of Korra, y la encuentro tan ejemplar, cuando se evalúa la urgencia que tiene mostrar esta clase de problemas, y las consecuencias que tiene el no hacerlo. Por esto, aunque no tenga nada malo qué decir sobre la historia de Aang, no me parece mejor que la de Korra. Y, del mismo modo, Attack on Titan, cuyo target a todas luces se acerca a los animés de acción y heroismo de los que podemos encontrar toneladas, y que atraviesa algo tan delicado como el militarismo o hasta directamente el fascismo, me parece mucho más respetuosa por las urgencias del mundo real que por las exigencias del mundo editorial.
La pregunta por si somos hojas en el viento de la historia, o actores con agencia y capacidad de decisión para cambiar algo, no se puede responder ni siquiera mirando hacia atrás, porque todes vemos algo diferente: sea en el mundo, sea en la historia. Y la revelación de la perspectiva del otre es siempre una crisis para nuestro sistema de creencias, que nos gusta pensar que construimos, pero al que en realidad nos sometemos. Cuando nuestras ideologías se muestran como lo fragmentarias y fantasiosas que en realidad son, quedamos siempre al borde del colapso psicológico: somos muy frágiles, muy sensibles a la historia y la experiencia social. Es así como nos volvemos conservadores y hasta fanáticos: escapándole a eso.
Y tanto Korra como Attack on Titan comparten esta enseñanza, de la que difícilmente podamos decir que tenemos alguna más urgente en la actualidad. Después de Korra, une puede dudar sobre la bondad o maldad de les antagonistas cuando se trata de cuestiones ideológicas. Pero luego de Attack on Titan, queda absolutamente claro que solamente alguien que no vivió una pizca de lo complicado que puede ser el mundo (léase, niñes), o que tiene los ojos tapados por la razón que sea (léase, el intento desesperado por esconderse detrás de la propia ideología), puede decir que ya se sabe cómo se resuelve la vida en sociedad. Ambas series, a su manera, plantean posturas tan humanistas como anti-romanticistas.
Y con esto podemos volver hacia el inicio de este video, contrastando con personajes como Gokú o Tsubasa. Pero antes, una pequeña mención crítica a ambas series que tomé como ejemplares.
Tal vez el punto más débil del planteo de Korra haya sido el haber determinado, al final de sus historias, a les antagonistes como gente “rota”, “impura”, o hasta “corrupta”. Porque, como creo haber planteado, la ideología tiene necesariamente un aspecto epistemológico vinculado a eso de “tener razón” y cómo es la realidad. E históricamente la ideología se puso en juego a ver cuál era “la correcta”, ya sabemos todes con qué clase de resultados.
El problema es que, en todo caso, casi unánimemente, cuando se lleva a cabo un juicio ideológico, “la corrupción” pasa a ser una de las conclusiones para justificar un “desvío” de lo correcto. Esa “corrupción” es frecuentemente y a todas luces utilizado por los peores actores de las sociedades para sobresimplificar y polarizar los juicios ideológicos, llevando hasta fenómenos insoportablemente actuales como los triunfos electorales de Donald Trump, Jair Bolsonaro, o Mauricio Macri. Y es que no hay camino más acelerado hacia el fascismo que “la corrupción”, que no significa ninguna otra cosa más que “lo contrario a la pureza”.
Los racismos, los clasismos en el mal sentido, los edaismos, la xenofobia, los conflictos de género, y tantos otros pensables, son todos ejemplos de qué pasa con las sociedades cuando se pretende distinguir entre pures e impures (o bien “corruptes” y “no corruptes”, como está de moda ahora). Para el tema que maneja Korra, y el coraje con el que lo manejaron (tomando distancia de la fórmula ganadora de la precuela), me parece una torpeza en la ejecución dejar a “la corrupción” como explicación del antagonismo.
Eso, y detalles un poco menos dañinos, como ser la continuidad de la obra de les antagonistas. ¿El movimiento igualitario de Amon desaparece de la noche a la mañana porque su creador se mostró “corrupto”? ¿Con Kuvira se terminan las facciones imperialistas? Cosas de esas no son coherentes con la complejidad del mundo que eligieron plantear, y se sienten.
Y en el caso de Attack on Titan, que toma decisiones diferentes para plantear estos temas, le critico la ausencia del rol de la ciencia en su historia. Porque si bien tienen tecnología, que se percibe en el desarrollo de tecnología militar y civil, lo cierto es que no parecen mostrar ninguna forma del desarrollo abstracto y filosófico que constituye la ciencia, ni siquiera cuando se trata de hablar del resto del mundo. Y esto es otra marca importante de la modernidad, que en Attack on Titan se vé muy tapada bajo las consignas religiosas o incluso una especie de planteo disimulado de unidireccionalidad e inevitabilidad en la Historia (al estilo Marx).
Y es que la ciencia comienza en el mismo fenómeno que mostraron en muchas oportunidades en el desarrollo de este relato, que es la pregunta. Me refiero a cosas como Irwin preguntándose si había gente más allá de las murallas, pero también a cosas como Eren odiando a los titanes y jurando destruirlos a todos, o a Errin soñando con libertad. Todas esas cosas llevan a preguntas que determinan la vida de quienes luego terminan buscando las respuestas. Y esa búsqueda es lo que da lugar a todas esas teorías, a veces tan lúcidas e inmediatamente reveladoras, otras veces tan extrañas y sofisticadas, sobre el universo, que constituye la ciencia. Porque Eren, en su afán por derrotar a los titanes, o incluso personajes como Zeque, pudieron preguntarse si no había manera de alterar la condición titán en la sangre: es decir, una cura. Y, de hecho, cuando Zeque se lo pregunta, llega a conclusiones bastante simplonas.
Pero más allá de esos dos o tres personajes, esa clase de preguntas, entre muchísimas otras sobre las que este video NO trata, son estadísticamente inevitables cuando hablamos del planeta entero, y especialmente de uno en abierto conflicto, como fue el del siglo XX. Alguien siempre va a hacer las preguntas incisivas que hace falta hacer para resolver un problema, y eso es parte constitutiva de la ciencia. Attack on Titan falla, hasta el momento, en darle a eso un lugar adecuado, y sin ello la historia comienza a sentirse forzada hacia una conclusión que no tenía por qué ser inevitable, pecando aquí también de pretender articular un universo que justifique las acciones de les personajes.
Y como nota final sobre esas series, una aclaración importante. Lo que celebramos de Korra o Attack on Titan no es que estén en lo correcto, sino que pongan en escena cosas que otros trabajos más bien esconden. Y claramente consideramos que es muy importante poner esas cosas en escena; más importante incluso que satisfacer los sesgos de las audiencias. Pero acá no consideramos que las ideologías sean todas iguales: son, de hecho, muy diferentes. Como objetos de estudio se prestan a comparaciones y nos permiten pensar cosas que comparten, pero en la vida diaria son experiencias más bien inconmensurables. Y en ese sentido tampoco estamos diciendo que una persona sea imbécil por abrazar o negar tal o cuál ideología: más bien estamos diciendo que lo hagan pero con responsabilidad. Precisamente, Attack on Titan y Legend of Korra, nos permiten dar ese mensaje.
Pero bueno… comparemos todos esos problemas con Gokú queriendo pelear, o Tsubasa queriendo jugar al fútbol. El problema con esas historias “simples” es que, precisamente, sobresimplifican los personajes. El universo es simple, la sociedad es simple, las emociones son simples, y la vida es básicamente una cuestión casi exclusivamente de voluntad. Todo eso es algo muy peligrosamente parecido a los argumentos actuales que sobresimplifican a los serios problemas políticos y económicos que vivimos todes en cualquier país del planeta, dando lugar a polarizaciones y binarismos extremos. Y es fundamentalmente una lógica de niñes, no de gente que ya tuvo esas experiencias que revelan los límites de la propia ideología.
No hay mucha distancia en el “querer es poder” de Tsubasa, al que plantea el neoliberalismo para salir de la pobreza; no hay tanta distancia entre el valorar la pureza del alma de Tsubasa o Gokú hasta lo emocionante, y el despreciar “la corrupción” como si fuera el gran problema de nuestras sociedades. Y, todo bien, no creo que Gokú ni Tsubasa cuenten historias fascistas: pero definitivamente necesitamos, generacionalmente hablando, otra clase de héroes a los cuales mirar con simpatía, si lo que pretendemos es resolver los problemas complejos de un mundo complejo.
Estos “héroes” de cuando yo era niñe, allá por los ochentas y noventas, que veo re-editándose e insistiendo, y que veo consumir por gente de mi edad como algo digno de celebración, son representaciones de gente que no crece, que no cambia con el tiempo, que casi no tiene generaciones posteriores con las cuales dialogar a la hora de reflexionar sobre sus acciones. Usualmente tienen un maestro o maestra que les enseñó algo, y eventualmente los superan, y eso es parte del relato. Pero, ¿en algún momento se pregunta Tsubasa sobre sus posibles hijes? ¿En algún momento van a importar en algo Gohan o Goten para la historia de Dragon Ball, o va a seguir siempre girando alrededor de Gokú? ¿Dá igual entrenar para Gokú, o jugar al fútbol para Tsubasa, si hay o no hay guerra mundial? ¿Serían gente anti-cuarentena durante el COVID-19, porque querrían realizar sus pasiones con libertad?
La verdad que es un poco tramposo preguntarse cosas como esas. Pero también es tramposo plantear gente que vive casi completamente fuera de la historia, con dos variables sobre las que articular toda su estructura de pensamiento, y decirle a eso “héroe”. Porque, convengamos, eso describe bastante también a la gente que se fanatiza con alguna consigna del momento que le tocó vivir, como pueden ser “los intereses de clase”, “la nación”, “la libertad”, o “combatir la corrupción”. Y me parece, sinceramente, que de esa gente ya tenemos más que suficiente.
Y así terminamos nuestro primer video. Todavía estamos explorando detalles sobre cómo hacerlos, y tenemos un montón de dudas al respecto: el tono, la duración, los conceptos que articulamos, y muchos más. De modo que nos vendrían muy bien sus comentarios. Si quieren, pueden escribirnos acá, o pueden hacerlo a la casilla de email comentarios@filosofeels.com.ar. Como sea, gracias a todes por llegar hasta acá, y nos vemos en el próximo video.