No es tanto tiempo
| October 26th, 2020Querida gente que viene después de mí. Les escribo algunas notas, apenas aprovechando una oportunidad, antes de que la vida me encuentre de nuevo sin el tiempo, ni las energías, ni tal vez la claridad, cuando no directamente la salud. Quería decirles algo desde hace mucho tiempo, para lo que siempre parece que no fuera el momento, que lo que voy a decirles no viene al caso de nada, que ya lo saben. Supongo que lo vamos a averiguar. Y es que la cuestión es, precisamente, acerca del tiempo.
En este momento estamos atravesando la pandemia. Espero que sea “la” pandemia, y que no suceda lo que hace 100 años atrás pasó con “la gran guerra”; espero que no venga otra después, o incluso cosas peores, y que este evento que vive mi generación sea realmente una cosa excepcional, trascendente, histórica. Pero tengo la triste convicción de que eso no va a ser así, y que ustedes van a pedirnos explicaciones por el mundo de mierda que van a haber heredado; y que cuando eso suceda, mis hermanes, con mucha frustración y vergüenza, van a bajar la vista sin saber qué decirles. O peor aún, van a gritarles, defendiéndose, diciéndoles qué es lo que tienen que hacer y cómo tienen que vivir. O van a mentirles, mintiéndose también a sí mismos, desesperades, aterrades, echando culpas hacia todos lados, aferrándose a la fé lunática de sus ideologías moribundas como salvavidas en pleno naufragio.
Lo siento mucho. Es lo primero que tengo para decirles. Sinceramente lamento que las cosas sean lo que son para ustedes. Sepan que no se lo merecen: no es su culpa, no es por nada que ustedes hayan hecho o dejado de hacer. Fuimos nosotres, les que vinimos antes. Cúlpennos a nosotres: por favor, déjennos al menos quitarles esa carga, permítannos al menos eso, si es que no podemos hacer nada más.
Lo segundo que les pido que entiendan es que, se los juro, nosotres no sabemos qué hacer. Estamos improvisando, y no nos está yendo bien. Vemos al mundo destruirse más rápido de lo que llegamos a meterlo en nuestra cabeza, y nos vemos unes a otres sufriendo desconsolados sin saber cómo ayudarnos. No queremos morir, y sólo queremos una vida felíz y en paz, pero así y todo nos matamos unes a otres y a todo lo demás que nos rodea en una sucesión de infinitos accidentes que jamás aprendimos a controlar. La situación nos excede, y francamente nos excedió siempre. Es desesperante. Y les juro que hacemos lo que podemos, lo que nos sale hacer.
Pero tengo algo más para transmitirles, y les aseguro que esto es mucho más importante para ustedes que unas simples disculpas o un poco de empatía. Tienen que saber esto: mi generación es hija del siglo XX. Y el siglo XX fue un absoluto y completo desastre. Mi generación, como la de ustedes, heredó un mundo que iba a toda velocidad hacia el desastre. En eso les entiendo, y por eso les escribo: porque tengo reflexiones al respecto, y estoy haciendo lo que esté en mis manos para que ustedes no tengan que vivir las mismas cosas que a nosotres nos marcó tan para mal. Ese demente a los gritos, esa señora que se larga a llorar sin saber qué decir, ese viejito que les agarra fuerte el brazo con miedo desesperado a la muerte y a la soledad, alguna vez vivió eso que están viviendo ustedes ahora, y nunca lo resolvió. Sé que es horrible, lo sabemos todes les que heredamos el siglo XX, les que tuvimos la responsabilidad de construir el siglo XXI, y que fracasamos.
Cuando llegó nuestro momento, el mundo nos dió a elegir: mierda, o mierda. Y ni siquiera eso: la verdad es que no había dos opciones. Yo nací en 1982, y para el 1989 ya había una sola. Yo no le hice dos guerras mundiales a nadie, no tiré ninguna bomba atómica en ningún lado, no llevé adelante ningún Plan Condor ni ninguna proxy war: y sin embargo yo tuve que pagar la cuenta de todas esas cosas. Y no sólo eso: me dijeron todos y cada uno de los días cómo tenía que hacerlo, qué cosas estaba bien y mal elegir, cómo tenía que pensar. Me dijeron que sólo podía elegir al capital: ya sea el de Smith, el de Marx, el de Keynes, o el de Hayek; y cuando dije que no, se burlaron de mí, abusaron de mí, me humillaron frente a todes, e hicieron de todo para doblegar mi cuerpo y mi alma. Me castigaron cuando soñé cosas mejores y distintas. Me respondieron con violencia cuando les dije que creía en mis ideas. Y ni siquiera me ofrecían el exilio: me amenazaban con la prisión o la muerte si no hacía caso, y me decían que no tenía ningún lugar a dónde ir, que el mundo era uno sólo.
Mi historia es la de todes mis hermanes. Poques la atravesamos con cordura, difícilmente podemos decir si en verdad no estamos loques. Tenemos miedo, a les demás y a nosotres mismes; nos cuesta infiernos distinguir amigues de enemigues, y encima el siglo XX se ocupó también de matarnos la fé. Yo soy un bicho raro al que todavía no lograron quebrar. No sé por qué, no importa mucho; somos algunes, ni de casualidad mayoría en nada. Confío en poder vivir hasta el último día de mi vida con lucidez espiritual plena, pero la verdad es que no puedo asegurarlo. Así que déjenme transmitirles esto último, antes de que tal vez no pueda hacerlo más.
Sepan esto, gente que viene después de mí: todo este pandemonio tiene un defecto secreto, que no se nota mucho, pero que una vez lo pude ver. El secreto es que no es tanto tiempo.
Desde la revolución industrial para acá, todo vá más rápido día tras día tras día tras día. Hoy estamos en la era de la información, en la que mi generación puso tantas esperanzas, tan sólo para ser nuevamente sometida y humillada por las mismas fuerzas enfermizas de siempre: hoy internet es nuestro gas mostaza, nuestro bombardero, nuestra bomba atómica; la misma internet que iba a unir y liberar al mundo, y que terminó esclavizándolo y dividiéndolo como nunca antes, tal y como pasó con las maravillas científicas y tecnológicas de todo el siglo XX. Caimos en la misma trampa. Y repetimos el mismo pecado de duplicar y triplicar y cuadruplicar la velocidad de todo. Y les juro que no nos dimos cuenta hasta no tener al mundo en llamas preguntándonos qué carajo fué lo que pasó.
Y es que no es tanto tiempo. Hace un par de días hablaba con una amiga, y ella me decía preocupada: “la revolución francesa no fué un evento único y rápido; desde el primer evento al último pasaron como setenta años, y esos setenta años fueron de monarquía absoluta, les primeres que se levantaron terminaron todes muertes”. Ella temía un nuevo período oscuro para latinoamérica. Y fue entonces cuando le dije que entre el primer gran gobierno argentino y el siguiente pasaron también básicamente la misma cantidad de años, que no es tanto tiempo. Ayer fué un día histórico en Chile: 80% de les chilenes en todo el mundo votaron que quieren otra constitución, diferente a la que les dejó Pinochet. Chile fue el gran ejemplo de éxito neoliberal para el mundo, y especialmente para latinoamérica: Chile era lo que todes les demás debíamos ser. En Chile, básicamente, la macroeconomía daba siempre positivo, mientras que les chilenes vivían en la más demencial desigualdad. Eventualmente, con la educación y la jubilación privatizadas, mi generación de chilenes se encontró teniendo que mantener a sus hijes y a sus padres, además de a sí mismes, todes sometidos bajo deudas imposibles de pagar. Más de 30 años soportaron eso. Y no es tanto tiempo. Y fue suficiente para que una chispa de treinta centavos saque a la calle 5 millones de personas a protestar en un país de 15 millones. Hace poquitos días el pueblo boliviano votó al MAS, el partido de Evo Morales. A Evo lo echaron a tiros hace un año atrás, en un golpe de estado articulado por la Organización de los Estados Americanos, donde literalmente quisieron matarlo. Evo transformó Bolivia de una manera tan épica que probablemente haya pocos registros históricos comparables; vayan a leer libros sobre lo que hizo Evo. Y hace una semana atrás decían que sus rivales tenían chances, que Evo la tenía difícil; ganó en primera vuelta con el 55% de los votos, con veintipico de puntos de distancia. Parecía que habíamos perdido latinoamérica hace apenas dos años atrás, un año atrás, unos meses atrás; latinoamérica parecía hundida en el peor oscurantismo, y hoy tenemos progresismo y humanismo latiendo en sincronía sobre las reservas más grandes de litio del planeta.
No es tanto tiempo. Lo que pasa es que nos dicen que estamos apurades, que esta es la última batalla, que es a todo o nada: que todo es vida o muerte. Nos dicen que es acá y ahora, urgente, que nos prendemos o nos lo perdemos. Nos hambrean para que nos lo creamos, para que sea real la amenaza de morir. También nos dicen “revolución”, pidiéndonos que seamos mártires, y nos cagamos encima parados porque de la adrenalina no nos podemos ni sentar. Nos dicen cómo es nuestro tiempo, qué hacer con nuestro tiempo: que no tenemos tiempo. Nos meten miedo con el tiempo, nos obligan a decidir desesperades, y así es como decidimos locuras. Y es que no es tanto tiempo: el que tenemos que aguantar, el que tenemos para dar. Entre el primer y último evento de la revolución francesa pasó una generación; entre el primer y segundo buen peronismo pasó una generación; decile a la gente del 1900 que en una generación íbamos a, no sólo volar, sino directamente caminar por la luna. Imaginate las caras de todes eses cuando les decís “una generación”. Decíselo a la gente del primer peronismo. Decíselo a la gente que llora les muertes de los primeros levantamientos en Francia, a les que se someten al miedo. “Una generación”. Hablale de la luna al que todavía limpia las calles de bosta, y que en poquitos años va a vivir una masacre tan espeluznante e inimaginable que no entra ni en pesadillas. Mirales las caras. ¿Conocés esas caras? Si, es la misma que te ponen mis hermanes cuando les hablás de tus sueños.
Yo me dí cuenta que no es tanto tiempo. Lo cuál es fácil de decir con la panza llena, está claro. Pero, como imagino que ya debés estar viviendo vos también, la sociedad se las rebusca para que incluso así no puedas sentarte a considerarlo. Y por eso aprovecho el poquito tiempo que tengo para dejarte este mensaje, que un poco es de esperanza, pero fundamentalmente es de cordura: sabé que no es tanto tiempo lo que piden los sueños, apenas una que otra generación haciendo lo suyo.
Yo voy a hacer lo mío. No creo poder hacer mucho, pero igual lo voy a intentar. ¡Y no te das una idea de los sueños que soy capaz de abrazar!: si supieras te caés de culo. Yo sueño con mundos y galaxias, con gente que vive lo que viven las lunas y los soles, con ser parte de las fuerzas en el cosmos que todavía no tienen nombres. Sueño con cosas super chiquititas que terminan cambiándolo todo para bien. Yo soy futurista, ¡mañana es mejor!, y sueño con mil mundos posibles e imposibles, todos juntos y al mismo tiempo. Así que sé muy bien que no voy a ver nada de mis sueños más allá de en mi propia imaginación. Algunas veces eso se sintió triste. Pero tengo también la intuición de que algo en esos sueños logró que tantos matones y tanta demencia junta en el mundo todavía no logren quebrarme; mis sueños siempre fueron parte integral de mi rebeldía contra un mundo hostil y despiadado, así que les estoy muy íntimamente agradecido. Y la parte más felízmente extraña en eso es que, si lo pensás un poco, en definitiva vos sos parte integral de mis sueños, así que en realidad es a vos a quien le agradezco. Por ahí les humanes somos apenas eso: sueños que sueñan con sueños, que duran lo que duran, y se sienten como si tuvieran sentido aunque si los decís en voz alta suenan como absolutas locuras. Como sea, también por eso te digo que cuando todo se vuelva infernal, le prestes atención a lo que vos soñás, sin importar el tamaño ni el sentido, y que tengas cuidado con cuánto tiempo parecen necesitar.
Pero te decía, yo voy a hacer lo mío. Voy a apostar a ser solidario con mis hermanes, para que la realidad sea un poco menos enferma; al mismo tiempo que voy a intentar construir herramientas para que tu generación tenga más opciones de las que tuvo la mía. No tengo dudas que voy a fracasar, pero mi plan es construirles a ustedes los planos de una nueva ciencia para una nueva y mejor era de la humanidad. Son sueños: ni más, ni menos. Ojalá pudiera darles algo más. Pero sabé que algunes intentamos dejarles un mundo mejor del que recibieron, como pudimos, así como intentaron muches de los que vinieron antes que yo; sépanlo cuando crean que están soles, o loques, o que la historia termina ahí donde están ustedes. Ahora les dejo, que es su tiempo, y el mío terminó.