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continuar leyendo No quedé satisfecho con mi post anterior. Siento que peca de reaccionario, de ignorante, de apurado, y algunas otras faltas menores. Pero lo escribí de una manera u otra, sin filtro, porque también lo siento necesario.
Dos cosas considero importantes en el acto de escribir (y publicar) de esa manera. El primero, ya lo anoté en mi libro, es la cuestión socioeconómica: tengo la educación que tengo, el tiempo que me queda libre, y mi lugar en la sociedad está bastante acotado y alejado de la reflexión sesuda y superculta. Defiendo hablar de nuestras ideas, y compartirlas, mucho antes que el “tener razón”.
La segunda, sin embargo, está mucho más determinada por el texto de Meillassoux. Se trata del trabajo intelectual, sus modos, y su rol. Ayer tenía mucho más a mano a Foucault, y por eso lo cité, en esa reflexión sobre la metafísica, que atesoro desde hace años. Pero otra reflexión, que hoy me tomé el tiempo de ubicar, me parece todavía más atinada (y representativa de mi posición frente al tema). Se trata de Rorty, en Contingency, Irony, and Solidarity:
(…)
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We need to get off this seesaw. Davidson helps us do so. For he does not view language as a medium for either expression or representation. So he is able to set aside the idea that both the self and reality have intrinsic natures, natures which are out there waiting to be known. Davidson’s view of language is neither reductionist nor expansionist. It does not, as analytical philosophers sometimes have, purport to give reductive definitions of semantical notions like “truth” or “intentionality” or “reference.” Nor does it resemble Heidegger’s attempt to make language into a kind of divinity, something of which human beings are mere emanations. As Derrida has warned us, such an apotheosis of language is merely a transposed version of the idealists’ apotheosis of consciousness.
In avoiding both reductionism and expansionism, Davidson resembles Wittgenstein. Both philosophers treat alternative vocabularies as more like alternative tools than like bits of a jigsaw puzzle. To treat them as pieces of a puzzle is to assume that all vocabularies are dispensable, or reducible to other vocabularies, or capable of being united with all other vocabularies in one grand unified super vocabulary. If we avoid this assumption, we shall not be inclined to ask questions like “What is the place of…
Como parte de el nuevo taller de Rodrigo Baraglia, estoy leyendo After Finitude de Quentín Meillassoux, uno de los pensadores reconocidos de la contemporanea corriente filosófica llamada realismo especulativo. Y debo decir que francamente me preocupa.
El trabajo de QM en su texto consiste en denunciar al llamado “correlacionismo”, y marcar sus límites. Al respecto, dice lo siguiente:
(…)
Such considerations reveal the extent to which the central notion of modern philosophy since Kant seems to be that of correlation. By ‘correlation’ we mean the idea according to which we only ever have access to the correlation between thinking and being, and never to either term considered apart from the other. We will henceforth call correlationism any current of thought which maintains the unsurpassable character of the correlation so defined. Consequently, it becomes possible to say that every philosophy which disavows naïve realism has become a variant of correlationism.
(…)
Básicamente dice que según el correlacionista no podemos acceder a los objetos, sino sólo a cierta relación con ellos. Cuando yo veo la mesa o toco el teclado, esa experiencia (ver, tocar), con todos sus detalles, no es el objeto en cuestión sino, precisamente, mi experiencia. Y lo mismo sucede con toda forma del conocimiento: incluso de mi mismo, porque no puedo más que experimentarme de la misma manera. Eso, planteado por mí más burdamente todavía que en el párrafo de QM, tuvo diferentes grados de complejidad durante los últimos siglos, particularmente desde Kant.
QM va a renegar de eso, lo va a discutir, y al caso va a traer el concepto de “ancestralidad”. Hace referencia al hecho de que existan fósiles (como los de los dinosaurios), o registros de estrellas de hace millones de años, antes de que existiera cualquier persona (capaz de experimentar ninguno de esos objetos de ninguna manera) o siquiera antes de la aparición misma de la vida. Va a hablar de algunos conceptos menores, como el “archi-fosil”, o el “ser dado” (givenness), y con esa clase de herramientas va a mostrar los límites del correlacionismo.
(…)
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But for the correlationist, such claims evaporate as soon as one points out the self-contradiction – which she takes to be flagrant – inherent in this definition of the arche-fossil: givenness of a being anterior to givenness. ‘Givenness of a being’ – here is the crux: being is not anterior to givenness, it gives itself as anterior to givenness….
(…)
Babinski imponía a su enferma desde fuera la influencia de la sugestión y la conducía a un punto tal de alienación, que anulada, sin voz ni movimiento, estaba pronta a aceptar la eficacia de la palabra milagrosa: “Levántate y anda”. Y el médico encontraba el signo de la simulación en el triunfo de su paráfrasis evangélica, puesto que la enferma, siguiendo la prescripción irónicamente profética, realmente se levantaba y realmente caminaba. Pues bien, lo que el médico denunciaba como una ilusión era en verdad un resultado de su práctica médica: esta sugestibilidad era la consecuencia de todas las sugestiones, de todas las dependencias a las que estaba sometido el enfermo. Si las observaciones actuales no ofrecen semejantes milagros, ello no invalida la realidad de los éxitos de Babinski, pero prueba que la figura del histérico tiende a desdibujarse a medida que se atenúan las prácticas de la sugestión que antaño constituían el medio ambiente del enfermo.
(…)
Esas son algunas palabras de Michel Foucault, en su obra enfermedad mental y personalidad. Allí, él va a trabajar sobre aspectos de la praxis médica y detalles de lo que podemos considerar enfermedad, particularmente desde la perspectiva de lo que comparten o donde divergen lo biológico y eso otro que llamamos “mental”.
Lo traigo para abrir este post porque yo también trabajo en ese límite extraño entre lo biológico y lo espiritual, y creo tener en claro el siguiente paso en mi desarrollo de una feels theory: será hablar un poco más en detalle sobre qué es la verdad. Si bien ya la planteé en mi libro y en posts anteriores como un “sentido”, la verdad sigue siendo un tema especial; queda pendiente todavía la cuestión de su centralidad, qué la hace tan particular entre los demás sentidos de los que disponemos.
Al caso, fui y seguiré dejando pequeñas notas en mi blog, un tanto para compartir con todos y otro tanto como cuaderno propio. Y mi intención es finalmente terminar mezclando varios autores para darle un marco teórico a la verdad, no sólo en mi propia teoría sino también sostenido en otros conceptos que me parecen acertados. Foucault es uno de esos autores.
Pero ya tengo claro, en líneas generales, qué voy a tratar de sostener sobre la verdad. Voy a continuar vinculando los fenómenos…
¿Qué es lo que hace que exista lo verdadero?
Llamamos filosofía a esta peculiar forma de pensamiento que se plantea la pregunta no sólo, por supuesto, por lo que es verdadero y lo que es falso, sino también por aquello que hace que exista y que pueda existir lo verdadero y lo falso. Llamamos filosofía a una forma de pensamiento que se plantea la cuestión de cuáles son las mediaciones que permiten al sujeto tener acceso a la verdad. Filosofía es una forma de pensamiento que intenta determinar las condiciones y los límites del acceso del sujeto a la verdad. Si denominamos a todo esto filosofía creo que se podría denominar espiritualidad a la búsqueda, a la práctica, a las experiencias a través de las cuales el sujeto realiza sobre sí mismo las transformaciones necesarias para tener acceso a la verdad. Denominaremos por tanto espiritualidad al conjunto de estas búsquedas, prácticas y experiencias entre las cuales se encuentran las purificaciones, la ascesis, las renuncias, las conversiones de la mirada, las modificaciones de la existencia que constituyen, no para el conocimiento sino para el sujeto, para el ser mismo del sujeto, el precio a pagar para tener acceso a la verdad.
(…)
Para la espiritualidad, la verdad no es en efecto simplemente aquello que le es dado al sujeto para recompensarle en cierto modo por el acto de conocimiento y para completar este acto de conocimiento. La verdad es lo que ilumina al sujeto, lo que le proporciona la tranquilidad de espíritu. En suma, existe en la verdad, en el acceso a la verdad, algo que perfecciona al sujeto, que perfecciona el ser mismo del sujeto o lo transfigura.
Para la espiritualidad un acto de conocimiento en sí mismo y por sí mismo nunca puede llegar a dar acceso a la verdad si no está preparado, acompañado, duplicado, realizado mediante una cierta transformación del sujeto; no del individuo sino del sujeto mismo en su ser de sujeto. La gnosis es en suma lo que tiende siempre a transferir, a trasladar al propio acto de conocimiento, las condiciones, las formas y los efectos de la experiencia espiritual.
Digamos, esquemáticamente que, desde la Antigüedad, la cuestión filosófica de ¿cómo tener acceso a la verdad?, y la práctica de la espiritualidad, en tanto que transformación necesaria del ser del sujeto que va a permitir el acceso a la verdad, constituyen dos cuestiones que pertenecen al mismo registro…
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En el año 2005 escribí un pequeño texto, para una materia de la carrera de Letras en la UBA, sobre el cuento de Borges “la biblioteca de Babel“. Por devenires del taller literario del que formo parte, estamos leyendo Borges, y recordé este trabajo.
Lo releí ayer, y francamente no entendí nada. Pero me gusta cómo desde hace años vengo reflexionando sobre las mismas cosas, y más me gusta todavía esa tesis super jugada e injustificada sobre la ficción que de pura caradurez me animé a tirar ahí adentro.
La respuesta a cualquier interrogante sobre la Biblioteca de Babel se encuentra en la Biblioteca misma. Y la Biblioteca es, curiosamente, el universo.
Una de mis preguntas fundamentales al leer fue: ¿por qué Biblioteca? ¿Por qué no Feria, o Zoológico, Colmena, Tren, o Río? ¿Por qué exactamente Biblioteca? ¿Por qué no otra cosa?. Es natural que no haya llegado a ninguna conclusión. Pero este trabajo toma como base, ya que lo es, qué implica este detalle (en mi opinión retórico).
Y más tarde, la segunda pregunta, evidente y necesaria: ¿Por qué Babel?. La mecánica fue la misma; sin logros en encontrar respuestas, me topé con el hecho: sea por lo que fuera, era Babel. Y eso también me implicaba algunas cosas.
La idea de la biblioteca como metáfora o representación de un universo me lleva a preguntarme sobre cómo influye o qué función cumple el conocimiento en la literatura, el dato y su orden. Y es que durante todo el relato se sigue aplicando y planteando la posibilidad de una reducción, de una comprensión de un universo, o hasta esquematización o diagramación y, por ende, duplicación, recreación; predicción y manipulación. Ciencia. Escucho conocimiento cuando leo Biblioteca en este cuento (no placer, por ejemplo, ni belleza). Leo una búsqueda constante por una certeza en algo que, caótico o no, excede las posibilidades de control por parte del aparentemente pobre bibliotecario, aparentemente víctima o esclavo de algo que no entiende (¿qué es toda esa locura, toda esa enfermedad y suicidio como característica pertinente o destacable en ese, al fin y al cabo, universo?).
Pero Babel me lleva a otra cuestión. ¿Babel como Biblioteca? ¿El Caos de la incomprensión como Literatura? ¿Es posible comprender en “La Biblioteca de Babel” una perspectiva de la literatura?
Curiosamente, mi pregunta más inmediata fue, entonces, si era posible siquiera comprender algo en la biblioteca de babel. Y me dije que…
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Desde hace algunos meses, estoy manejando algunas ideas insistentes sobre el concepto de tradición, que necesito empezar a dejar anotadas. Y, como siempre, el trabajo ante esa situación es darle forma a todas esas sensaciones.
En líneas generales, siempre le escapé a la tradición como a alguna especie de peste. Y es que siempre tuve, incluso en la más plena ignorancia sobre el asunto, un espíritu incuestionablemente moderno. Desde chiquito renegué de la religión y el comportamiento acrítico, y nada me parecía más espectacular que las vanguardias. Con el paso de los años me fui encontrando con conceptos mucho más sofisticados, como la idea del dogma, o la idea misma de la ciencia en términos técnicos. Allí, me sentí como en casa. Pero frente a innumerables eventos y fenómenos contemporáneos o tal vez recientes de orden político y social, me veo en la necesidad de repensar mi posición al respecto de la tradición.
Lo primero que me interesa marcar es la relación entre tradición y modernidad. Como en muchas otras oportunidades, hago mías palabras de Foucault, trayendo este pequeño extracto de Wikipedia:
(…)
In the view of Michel Foucault (1975) (classified as a proponent of postmodernism though he himself rejected the “postmodernism” label, considering his work as a “a critical history of modernity”—see, e.g., Call 2002, 65), “modernity” as a historical category is marked by developments such as a questioning or rejection of tradition; the prioritization of individualism, freedom and formal equality; faith in inevitable social, scientific and technological progress, rationalization and professionalization, a movement from feudalism (or agrarianism) toward capitalism and the market economy, industrialization, urbanization and secularization, the development of the nation-state, representative democracy, public education (etc) (Foucault 1977, 170–77).
(…)
Allí, como primer ítem, se menciona a la modernidad como un momento histórico de cuestionamiento y rechazo hacia la tradición. En parte por el ímpetu del constante cambio, de la mano del progreso científico y tecnológico, y en parte por el diagnóstico de que la religión era responsable de una importante porción de los problemas sociales, la tradición era de repente vista como una expresión de cosmovisiones primitivas, cuando no directamente de dogmas, los cuales debían ser superados en el imparable camino del progreso. La religión era una cosa irracional, incompatible con el nuevo mundo de los hombres, y un lastre de la historia que irremediablemente iba a ser eliminado con el curso de los años. Y la tradición,…
continuar leyendoHace algunas semanas atrás publiqué Feels Theory y, debido a que lo escribí con mucho apuro (aprovechando mis vacaciones), una de las cosas que sacrifiqué fueron muchas explicaciones. Una de ellas es la razón misma del nombre que planteo para esa línea de investigación o pensamiento que desarrollé en el libro. Y hoy puedo aprovechar otro feriado para dejar anotada una breve explicación.
En Internet, se acuñó el término “feels” como una representación genérica que engloba sensaciones y sentimientos. Parte de la definición implica que frecuentemente esos sentimientos no se pueden explicar, o muestran dificultades para hacerlo, y de hecho que también pueden llegar a sobrecargar la capacidad sensorial de una persona. Así, se vuelven fácilmente algo que nos somete, y que no podemos evitar.
No estoy seguro si primero fue el huevo o la gallina, pero eventualmente se estandarizó de facto que la imagen universal para los feels es Wojak, el tipo que puse en la tapa de mi libro, en diferentes situaciones. Esto es fácil de curiosear, haciendo una simple búsqueda de imágenes.
Mis ideas sobre la verdad me llevan a plantearla en el plano de los sentidos, como un elemento básico para la supervivencia y la adaptación al mundo; y que, precisamente, no podemos evitar. No podemos apagar la vista: apenas sí podemos cerrar los ojos; podemos taparnos los oidos, pero no dejar de escuchar; no podemos apagar la piel, no podemos apagar la lengua, y en todo caso si algo de eso sucediera estaríamos hablando de lo que llamamos enfermedad o discapacidad: una forma de lo excepcional, no de la norma, y en términos despectivos. Se supone que no podamos apagar nuestros sentidos, se supone que así funcionemos; se supone que si explicamos a alguien que no podemos apagar nuestros sentidos, fácilmente ese otro nos entiende, porque también vive la misma situación. Es una condición perfectamente explicada en los mismos términos que los “feels” de Wojak.
Pero desde los sentidos, también paso a los sentimientos. Porque, si bien le otorgo a un aspecto de la verdad el caracter de “sentido”, también lo hago en términos un poco más sofisticados que el tacto o la vista. En mi libro, esbozo brevemente y sin mucho detalle un mecanismo de la percepción que afecta directamente a la sentimentalidad, y donde la verdad en tanto que fenómeno…
continuar leyendoMe tomo unos pocos minutos para dejar una pequeña reflexión, apenas como nota.
En el libro que publiqué recientemente, en varias oportunidades pido disculpas por vaguedades, a sabiendas de que aquél concepto que trato es mucho más complejo de lo que planteo, como un gesto de buenos modales y una anotación al caso de que mi teoría apenas roza ese lugar que se encuentra atravesando. Pero lo cierto es que esas disculpas tienen también como fundamento el miedo que me da el lector.
Un día me encontré a mi mismo escribiendo filosofía. Es algo a lo que la vida me llevó y recién comienzo a hacerme cargo. Y sucede que no tengo ninguna formación al caso: trabajo de devops, y estudié Letras y Robótica. En ningún caso siquiera se insinúa “filósofo”. Entonces me imagino que de repente a mi libro lo lee algún filósofo en serio, alguien realmente preparado para las aventuras en las que yo me metí sin saber mucho lo que estaba haciendo, y la idea me genera una profunda y aterradora vergüenza.
Tengo dos cosas para decir al respecto de ese miedo.
La primera, una que comenzara como nota al pié en un capítulo que ya no recuerdo, de la que Rodrigo Baraglia más tarde me dijera “esto tiene que salir de nota al pié, y tiene que estar bien central en el cuerpo”. Se trata del párrafo que dejé anotado en la página inicial del libro, antes del índice, y que habla sobre mi compromiso ético con la voz del trabajador.
Y es que reniego de las condiciones que las academias y nuestras culturas modernas nos han impuesto a la hora de abrir la boca sobre lo que pensamos. Básicamente, se nos exigen credenciales para poder pensar, o defender nuestras ideas, en temáticas de orden académicas: porque en los medios o el discurso popular se trata de temas periféricos (por más centrales que puedan ser para la humanidad en general), y porque las academias se convirtieron en una especie de trituradora de gente que mezcla lo peor del elitismo, una falsa e hipócrita meritocracia muy de moda entre el discurso que proponen los ricos para las sociedades, y el aislamiento de cerrar los ojos a los problemas reales del contacto entre la academia y el pueblo por el hecho cruel de que los académicos necesitan también ganarse el plato de…
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